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viernes, 18 abril, 2025
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Escritura y el arte visual como un catalejo poético. Una conversación con Melisa Arzate Amaro

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Por: MARCOS DANIEL AGUILAR •

La Gualdra 637 / Entrevistas / Literatura

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La poeta Melisa Arzate Amaro acaba de publicar su más reciente libro, se trata del poemario Titila sangre (Ediciones Periféricas, 2024). En él, la poeta se aproxima a los objetos y paisajes de la vida cotidiana para mantener un diálogo con la esencia de éstos y así poder dar a conocer un punto de vista de quien está en contacto con ellos. Y esto lo hace a través de la imagen fotográfica y las imágenes que Melisa construye con palabras. Al respecto, conversamos con la escritora, quien también es historiadora del arte y gestora cultural. 

Marcos Daniel Aguilar: En este libro te aventuras a rasgar la materialidad de las cosas para encontrar la sustancia de las mismas, ¿por qué hacerlo a través de la poesía?

Melisa Arzate Amaro: Cuando el artista Lucio Fontana comienza a cuestionarse la bidimensionalidad de la pintura en los años cuarenta, después del horror diseminado por la Segunda Guerra Mundial, pretendía transformar el espacio de forma dinámica, cosa que lo lleva a rasgar, perforar y cortar los lienzos, para lograr su tridimensionalidad. Supongo que con mi escritura pretendo lo mismo: rasgar la frontera entre mi ser y el del mundo que me rodea; perforar las ideas mediante palabras para extraer de ellas el magma, una especie de petróleo que me permita poner en movimiento una maquinaria tridimensional de pensamiento crítico, estético y emotivo; atravesar, por la vía del lenguaje, lo que me separa del lector y lograr tocarlo para conmoverlo, hacerlo sentir, hacer sentido, estar ahí para desentrañar, junto a esa otredad, lo profundo de mi existencia, que es también la suya, de alguna manera. Es un libro, por tanto, que efectivamente implica una excavación dentro de la realidad que habito en este espacio tiempo y al interior de mi ser, a través de la retroexcavación que me permiten las palabras. ¿Para qué? Para encontrar sentido.

Portada del libro
Portada del libro

MDA: Los objetos, los rostros y los paisajes en Titila sangre se pueden leer como discursos, ¿cómo lees lo que se puede ver?

MAA: McLuhan decía que el medio es también el mensaje y un discurso, cualquiera, es precisamente el conjunto de signos, con su significado y significante, que sirven, en cualquier cultura e idioma, para dar a conocer algo, ponerlo sobre la mesa. Yo quiero eso, poner sobre una mesada limpia, sobre una tabula rasa, temas como la violencia, el deseo y el terror, pero también nociones complejas como la idea de país, familia o ser. Me interesa poner en tela de juicio todo lo que creo, lo que pienso y lo que soy para reinventarme en el acto mismo de la escritura. Es fundamental para mí aclarar que, si bien entiendo que la pregunta puede ir hacia el señalamiento de una tendencia política en mi poesía, quiero decir que la hay porque soy un animal político como lo concebía Aristóteles en tanto que desenvuelvo mi existencia dentro de una sociedad y la palabra me da la posibilidad de construir en esa sociedad una noción como la de individuo o justicia. Titila Sangre, en todo caso, es un discurso poético que clama por justicia en la sociedad que habito, en el mundo que intento comprender y en el propio ser mío que puede ser ambivalente, contradictorio, a veces extraño para mí misma.

Melisa Arzate Amaro
Melisa Arzate Amaro

MDA: Lo pienso como poemario doble: uno en imagen (las fotografías que contiene el libro) y otro en los versos ¿siempre lo imaginaste así?

MAA: El proceso de escritura del libro fue acompañado de lecturas, reflexiones y caminatas, durante las cuales tomé esas fotografías que estaban también impregnadas de ideas que me interesaba llevar a la escritura o ya estaban en ella y encontraba ahí puestos, en eso que veía, de una forma no siempre evidente pero sí atmosférica. Así que el acompasamiento de los poemas con las fotografías fue un ejercicio natural, no necesariamente complementario ni mucho menos ilustrativo, pero sí de una obra paralela de interpretación libre: me interesa que los lectores vean en esas imágenes lo que quieran, lo que ellos mismos proyecten ahí. Por eso están puestas en alto contraste al grado de lograr una especie de abstracción. Quiero que el lector componga, desde ahí, sus propios poemas. La fotografía me gusta mucho, admiro profundamente el trabajo de Nadja Massün, Graciela Iturbide, Cartier-Bresson o Man Ray, pero yo no soy fotógrafa, ni pretendo serlo. No intento usurpar un lenguaje que no me pertenece, sino abrir una ventana visual para el lector, contigua a una poética. Esas fotografías, como decía antes, las fui tomando mientras escribía y resguardan conceptos o ideas que simultáneamente exploraba en la escritura, así que juntas, imagen y palabra, se acompasan en el libro e invitan al lector a sumarse a esa cadencia.

 

MDA: Además de los poemas que hablan de las fotografías también hay poemas que hablan sobre obras de arte o movimientos artísticos, ¿cómo dialoga el mundo del arte plástico con tu poesía escrita?

MAA: Mi formación y grado doctoral se dio en la Historia del Arte, así que estoy ligada a la imagen, el lienzo, el trazo, la escultura en un campo expandido, por fortuna, irremediablemente. He escrito ensayo sobre artes visuales y mi labor docente ha tenido todo que ver con ello. Amo profundamente la poesía y es mi lenguaje, mientras que el arte es mi referente primario e ineludible. No quiero ni puedo desligarme jamás de eso otro que me apasiona, así que escribo como intentando pintar con palabras: cada una es un trazo, un volumen que crea formas nuevas o un punto de fuga que conduce a otro sitio. El arte y la poesía son las dos lentes de un mismo catalejo, a través del cual veo, comprendo y me relaciono con la existencia. 

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