Me dirijo a ustedes (Consejo editorial de La Jornada Zacatecas) para expresar nuestra profunda preocupación y descontento por la nota publicada en su edición del 18 de septiembre del presente año, titulada “MW GROUP: Denuncia Laboral 1” por Óscar Garduño Nájera, en la que se incluye información falsa sobre mis representadas MW GROUP y María Ximena Céspedes Arboleda, dicha publicación contiene afirmaciones inexactas y calumniosas que
afectan gravemente la imagen y reputación de ambas.
Es importante mencionar que las afirmaciones vertidas en el artículo son infundadas y carecen de evidencia, lo que constituye un daño moral considerables, en virtud de que mis representadas ha sido objeto de un tratamiento injusto, lo cual no solo afecta su reputación, si no que también puede tener repercusiones legales, aunado a que mis representadas están siendo amenazadas y extorsionadas por el señor Oscar Garduño Nájera.
Espero que esta queja sea considerada con seriedad y que se tomen las medidas adecuadas para corregir la información publicada, ya que es fundamental que La Jornada, como medio de comunicación de prestigio, actúe con responsabilidad y verifique la veracidad de las noticias antes de su difusión, por lo que solicito de manera respetuosa pero firme la retirada inmediata de la mencionada nota de su plataforma y la publicación de una rectificación que aclare los hechos de manera
veraz.
Esperamos su pronta respuesta, ya que derivado de lo anteriormente expuesto en
el presente escrito, se están tomando las acciones legales correspondientes en contra del periódico, sus editores y quien resulte responsable, Agradezco su atención
y quedo a la espera de una respuesta
Atentamente,
Hagerman Abogados.
Habría que proponer una nueva definición de carta conforme lo establece este lamentable y mal redactado texto. Una carta no aclara, comunica algo a alguien. Si es de amor, se da el amor. Si es de amigos, se da la amistad. Ni el amor ni la amistad se aclaran. Conforme al significado de la palabra solo se “aclara” aquello que causa en su mismo significado confusión. No existe confusión alguna y no hay nada que aclarar. Mucho menos recurriendo a un género literario tan elegante, exquisito y con tan muy buenos grandes exponentes como lo es el epistolar, muerto a finales del siglo XVIII.
No hay aclaración pero sí hay amedrentamiento (entiendo que no les quede clara la palabra, pero tengo entendido que los abogados recurren mucho a diccionarios). Sí hay una clara violación a la libertad de expresión. En este caso de mi libertad de expresión de publicar lo que se me pegue la gana en un espacio que me proporciona “La Jornada Zacatecas” no porque tenga una linda carita o porque presuma un bufete de abogados de impronunciable nombre, sino por mi talento: soy escritor, me muevo a través de las palabras, y si ustedes no entienden el significado de lo que escriben en su carta aclaratoria, ¿en serio nadie pensó en lo absurdo del título, en serio todos en el bufete y en el gobierno desconocen lo que es una carta, nunca se escribieron cartas con sus novios, novias, amantes?, y luego, por si lo anterior no fuese lamentable, agregan mi nombre: tengo que darles las gracias por la fama y la popularidad, lo que no conseguí con una novela quizás lo consiga ahora y pueda salir a la calle y escuchar: ¡ey, ahí va Óscar Garduño, el de la carta que no era carta, pero que se publica como carta. Una recomendación: los abogados tienen un muy mal defecto, creen que lo saben todo, pero no miden ni el peso ni el significado de sus palabras. Vuelvan a leer su carta y admiren cómo intentan coartar un derecho establecido en la Constitución Mexicana. Vuelvan a leer su carta y admiren cómo recurren a amenazas contra quién resulte responsable. Vuelvan a leer su carta y admiren lo mal que redactan, vicio muy frecuente en los abogados, y miren los problemas comunitarios y periodísticos en que se están metiendo. Ya se aclaró que solo es una deuda de treinta mil pesos. Eso lo sabe bien… bueno, creo que en el gobierno de Sonora no lo sabían.
Un consejo a las clientes del bufete de abogados: consigan chicos más listos porque si leen al menos tres veces seguidas la carta comprobarán que en lugar de solucionarles la vida las están metiendo en más problemas y en una mala exposición pública, lo cual puede traer consecuencias a ustedes y a la agencia bendita que me contrató (ya no sé si lo hizo pues hasta se negaron a firmar contrato) y darles una muy mala famita, que yo por fortuna ya tengo: soy el malo de la película que lleva más de treinta años en el medio periodístico y editorial, con contactos que no creerán una vez que los empiece a utilizar.
Y por favor: paguen un corrector de estilo y un asesor en géneros literarios.
Ya no pienso pelear y mis treinta mil pesos apá. Algo a cada cual nos da la vida y es esta la que se encarga de pasar las facturas de todo lo que hacemos en esta tierra.
Así que, paz y gloria pues con Dios, hagan del dinero mayor ostentación o viajes, y no vuelvan a contar con mis servicios ni recurran a amenazas tan predecibles.
En defensa propia. Tendríamos que reinventar el género literario epistolar para admirarnos cómo se confunde una carta con un comunicado o con una aclaración. Si hay cartas que son aclaraciones supongo que se dan entre los enamorados, lo cual, también supongo, no es nuestro caso, aunque ese «agradezco su atención» suene tan personal y romántico. Una vez que ya dejamos en claro que no se trata de una carta, aunque en realidad los abogados se dan a la tarea hasta de inventar géneros literarios con tal de que alguien entienda a su tan retorcida redacción, vamos a la popularidad y la fama. Es la primera vez que veo mi nombre con tan gran tipografía y por supuesto que debo felicitarlos: el narcisista que habita dentro de mí celebra encontrar su nombre de tal forma y además en un medio de comunicación tan prestigioso y, supongo, neutral. Gracias. Lo que es que voy a imprimir el texto, lo ampliaré a tamaño sala, y lo dejaré para que mis nietos y nietas sepan quién fue su abuelo.
Vamos por partes. Que los abogados se muestren, como señalan al inicio de lo que se cree es una carta, «profunda preocupación y descontento» es un fenómeno que a mí solo me conduce a una respuesta: el texto al que hacen referencia no se escribió ni para dejarlos sin su profunda preocupación ni para hacerlos felices, contentos, pues. Se escribió como medio para denunciar lo que es la falta de pago de un presupuesto por la prestación de un servicio profesional que su clienta aceptó y que si no firmó es porque yo cometí la estupidez de confiar en su ignota agencia y, sobre todo, de confiar en sus palabras cuando se refirió a su agencia como una con seriedad, lo cual, ya se ve, no tiene ni en el nombre. Por eso se escribió el texto, queridos abogados. No para que ustedes fueran felices. No para que dejasen de preocupar.
Inmediatamente después aseguran que en el texto, en el mío, en el que por obvias razones intelectuales no ostento como «carta», hay información falsa, pero no señalan qué tipo de información falsa es. A ver, veamos: se nombra a la dueña de la agencia por su nombre porque no sé si tiene un apodo. A ver, veamos: se plantea, narrativamente, los encuentros y desencuentros profesionales que se tuvieron con ella y su dichosa agencia, hasta que ella misma volvió el tono de comunicación personal a pesar de que le advertí y hasta rogué que se condujese por la vía profesional, comprobé, inmediatamente, lo que ya sospechaba: es una mujer que pierde los estribos fácilmente, que tiene un carácter complicado (se entiende si se revisa su pasado, mas no se justifica) y que no sabe diferenciar la frontera entre lo profesional y lo privado, pues fue ella la que me amenazó y me dijo que le contestará inmediatamente si iba a hacer el trabajo, porque si no ya tenía quien lo hiciera, y me devuelves mi dinero, fue como cerró su impuntual sintaxis. Así que yo puedo jurar con una mano sobre la Biblia que nada de lo que digo es falso, hago una narrativa de cómo se dieron los hechos y no había manejado cantidades de dinero por respeto a la comunicación, pero viendo que se me acusa de amenazador y de extorsionador (tengan mucho cuidado con las palabras, abogados) diré que el presupuesto que se le presentó a la dichosa agencia fue de 130 mil pesos, que Ximena pagó 100 mil y que, si las matemáticas no fallan lo mismo que los abogados para diferenciar una carta de un comunicado o de una aclaración, quedó a deber treinta mil pesos, cantidad de dinero a la que seguramente ustedes están acostumbrados, porque como abogados respetuosos que son deben de ganar y de cobrar, lo siento por Ximena, más, pero yo no, soy pobre, se lo advertí a Ximena cuando le pedí dinero para comprar una computadora nueva y ella me lo dio en plan de mamá a hijo, aclarando que me hacía un enorme favor por pagar lo que iban a ser mis servicios profesionales.
Me voy a saltar lo de la reputación y la imagen porque me parece más de un texto decimonónico que de la situación real: hablo con la parte contratante de unos servicios cuyo presupuesto (otra vez) que se presentó fue de 100 mil pesos, no obstante, el tiempo que se tenía para realizar el trabajo era muy poco, por lo que se le advirtió a la parte contratante, ¿se dice así, abogados?, que el trabajo adquiría el carácter de exprés y que por lo tanto iba a aumentar un 30% que la parte contratante dijo haber consultado con el equipo del gobierno de Sonora y estar de acuerdo. Hasta aquí creo que no es tan difícil de entender, ¿verdad?: cobro por un trabajo, aumento un extra porque se trata de un trabajo exprés, la parte contratante acepta, y miren que tuvo todo el derecho de decir no, no me conviene, gracias, me ahorro esos treinta mil pesos para un crucero en el Caribe, que dejó pasar y que al final, cuando ya se entrega el trabajo y llega la hora de hacer cuentas resulta que la parte contratante llama «bono» (como los que me daban en los Call centers por llegar puntual) y asegura que quien sabe si lo vayan a pagar, refiriéndose a la otra parte contratante. ¿Hasta aquí vamos bien? Repitamos la ecuación para que no nos quede duda: la parte contratante me solicita un servicio editorial para el gobierno de Sonora, se le presenta un presupuesto, luego por parte del gobierno de Sonora acortan los tiempos de entrega de resultados del trabajo, se le hace saber a la parte contratante que eso aumenta un 30% sobre el total del primer presupuesto, el que ya se había aceptado, la parte contratante dice que sí, se hace el trabajo, la parte contratante dice que es un «bono», que no sabe si el gobierno de Sonora va a pagar porque, asegura, no están conformes con el trabajo, aunque nunca me permitió ni siquiera reunirme con ellos para que señalaran las deficiencias del trabajo, para un feedback que para mí hubiese sido muy valioso, y luego de unas semanas en que casi le tuve que rogar a la parte contratante que me pagara, y están los correos electrónicos donde me dirijo a la parte contratante con todo respeto, me paga, pero sin los treinta mil pesos, o sea: se paga lo que se le dio la regalada gana a la agencia y yo ni siquiera sé si el gobierno de Sonora pagó o no los treinta mil pesos. Tomé aire y escribí varios correos solicitándole a la parte contratante el dinero. No tuve ninguna respuesta. Antes de publicar el texto, que no es carta, le comenté a la parte contratante que no había necesidad de llegar a ello y nuevamente no hubo respuesta. Y como esa estrategia de desesperar al otro por medio del silencio ya me la sé publiqué el texto donde narro lo que ocurrió. ¿Vamos bien? Repasamos: la parte contratante me contrata para realizar un servicio al gobierno del Estado de Sonora, como parte ofertante de servicios editoriales le presentó un presupuesto conforme a mis exigencias laborales, la parte contratante acepta, ¿vamos bien?, una vez que el gobierno de Sonora acorta los tiempos de entrega se le señala a la parte contratante que se va a aumentar el presupuesto con un 30% sobre el primer presupuesto, el que ya se aprobó, y nuevamente acepta la parte contratante, de malas y con un nivel de violencia laboral de «tú haz tu trabajo y ya, deja de pedir dinero» (tan de mamá dando domingo), pero acepta, luego, al final, se me empieza a decir que hay errores en el trabajo y que ni siquiera se sabe si el gobierno de Sonora va a pagar (la verdad no me veía yendo a cobrar como cobrador de Elecktra a la casa de Alfonso Durazo Montaño), por lo que le pido a la parte contratante que cumpla con lo acordado… sí, abogados, verbalmente, por medio de whats, aquí es donde deben pensar ustedes: «¡qué estúpido es este hombre!, mira que no pedir la firma de un contrato de prestación de servicios… ¡menudo imbécil!», pues claro que la parte contratante tiene razón y aparte de que no le vamos a pagar esos treinta mil pesos (ya hasta les puse alitas y les canté las golondrinas) lo vamos a acusar de todo lo que se nos ocurra (siempre he admirado la capacidad con que acusan los abogados, ellos no lanzan la piedra, lanzan la montaña completa) y vamos a exigirle a La Jornada Zacatecas que se pase por el arco del triunfo el derecho a la libertad de expresión, que borre inmediatamente el texto, que no carta, de Óscar o de lo contrario, lo mismo que la Alemania Nazi, nos vamos a ir contra el director y los editores y en una de esas hasta clausuramos el periódico en nombre de una nueva ley de derecho de expresión. Y pues bueno, llegamos al final de la historia.
¿Por qué final? Porque ya ni siquiera quiero los treinta mil pesos, cuando uno es pobre aprende otras maneras de ser feliz además de las que da el dinero, que se lo gasten en el crucero al Caribe o en las próximas elecciones o en comprar zapatos italianos o en qué sé yo. Ya no quiero el dinero. Punto. Es la causa de la discusión: los treinta mil pesos que se aprobó sin un contrato firmado (sí, tienen razón, abogados, soy el hombre más estúpido del mundo).
Ya aprendí la lección, les deseo amor y cariño, que la vida reparta penas y alegrías y ya: final feliz. No volveré a escribir acerca del tema. No volveré a cobrar mis treinta mil pesos (y espero las fotografías del Caribe) y ya. Solo les pido de favor: dejen de molestar con argumentos que no van a poder sostener, no lleguemos al punto de que tengamos que confrontar las capturas de pantalla del Whats ni a revisar con detenimiento los correos electrónicos, no quiero llegar a eso, por favor, porque sí tengo el material, cuento con ello, lo hice por seguridad mía, tan tonto no soy, pero ya no me interesa, ahora mismo procedo a deshacerme de todo, le pido perdón a la parte contratante y hasta le podría recetar algún antidepresivo y ansiolíticos y espero que al menos trate mejor a sus empleados. Saludos.