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domingo, 20 abril, 2025
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Circo olímpico o el país de la maroma

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Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA •

Hace ya más de veinte años me tocó presenciar un hecho cada vez más frecuente en la literatura mexicana. Ocurrió en el mítico bar ¨El Hijo del Cuervo¨en Coyoacán. Si ustedes visitan la CDMX deben conocer el bar. En realidad, es un sitio feo y con precios muy exagerados, así que procuren pedir un agua mineral y un vaso con hilos. Y conozcan uno de los lugares más emblemáticos para la cultura de la Ciudad de México. Su primer dueño, quien se dio a la tarea de fundarlo, fue nada más y nada menos que Alejandro Aura, a quien le debemos un titánico trabajo a favor de la difusión de la literatura, de la cultura comunitaria, y claro: de esa enorme, enorme sonrisa que traía casi perpetua en un rostro donde cabía la serenidad de un samurai. Alejandro Aura no solo es un buen autor, su poesía es demoledora, sino que, en esos tiempos de la década de los noventa, Alejandro Aura estructuró, apoyó y concretó proyectos culturales que marcaron un antes y un después en la historia de los movimientos culturales de la CDMX. Por eso deben de conocer ¨El Hijo del Cuervo¨, aunque, como les advertía, es ahora un lugar feisímo, con una muy mala atención y con precios que más vale comprarse unas cervezas en lata Y beberlas con la suficiente precaución en una de las bancas de los distintos jardines que les va a ofrecer el Centro de Coyoacán, donde con un poco de entusiasmo encontrarán lugares con atención mil veces mejor que ese. 

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Ahí se presentó un libro del que ahora no recuerdo el título, pero que no importa para lo que quiero contar. Uno de los presentadores esa noche era el autor y periodista mexicano Federico Campbell y muchos de los asistentes a la presentación del libro (recuerdo que se trataba de una novela) eran alumnos de Federico de la clase que en ese tiempo impartía en la Escuela de Escritores de la Sociedad General de Escritores Mexicanos (SOGEM). 

Todo parecía ir a las mil maravillas, había mucha gente, los meseros iban con tragos de un lugar a otro, se comentaba que la novela era buena, aunque del autor jamás se volvió a leer nada. Lo extraordinario ocurrió cuando le tocó hablar a Campbell acerca de la novela. Para todos es sabido que si te invitan a presentar un libro lo que menos puedes hacer es hablar mal del libro, aunque sí lo sea, se te invita, y lo debes de tener claro, para que inventes maravillas que no tiene el libro, pero que al menos pueden incentivar en esos momentos sus ventas, y esto es la finalidad primordial de una presentación de libro: exhibir al autor como changuito en Chapultepec, pero también vender libros, y muchos.

Alguien ya medio ebrio se puso de pie e increpó a Federico Campbell: le pregunto que cómo era posible que hablara bien de esa novela si ni siquiera la había leído. Todos ahí lo escuchamos, volteamos a ver al tipo y pensamos lo que era correcto: ya estaba muy ebrio y apenas se sostenía de pie gracias a que empleaba la mesa a manera de bastón. No obstante, el rostro de Federico Campbell enrojeció, y como era de tez clara todos también nos percatamos de ello. Eso no fue lo peor: lo más jodido del asunto vino cuando Federico Campbell aceptó que no había tenido tiempo de leer la novela, pero (y aquí tartamudeó un poco) conocía otros trabajos del mismo autor, por lo que era seguro (intentó remarcar ¨seguro¨) que se trataba de una buena novela. Y entonces llegó un silencio incomodo, el moderador tomó el micrófono y pasó al otro presentador, pero el hecho quedó ahí, en la mesa, y ya luego se supo que el ebrio era alumno de Campbell de la SOGEM y que a él se le había ocurrido comentar que no había leído la novela que esa noche iba a presentar. Error falta, mi Campbell. Claro que esa práctica es más común de lo que se piensa, y sobre todo cuando publican reseñas publicitarias de libros de los que solo se lee el boletín de prensa.

Lo anterior viene a cuento porque yo voy a hacer lo mismo que hizo Campbell esa noche, pero con una finalidad distinta y con herramientas que procuraré exponer para que no se me tome de la misma forma que muchos asistentes tomaron a Federico esa noche. 

Se trata de teatro. Y no de cualquier teatro: hablamos de Clown. Para quien entienda de teatro sabe de las dificultades del Clown. Y para quien no lo entienda puede consultar ahora mismo en Wikipedia y enterarse. No es fácil hacer Clown: exige una exactitud de cirugía a corazón abierto y un entusiasmo por lo que haces que debes ser capaz de trasmitir a los que te ven en acción en el escenario. 

Ahora vamos con la compañía: se trata, nada más y nada menos, que de La Bomba Teatro. Mismo ejercicio: si ustedes conocen el trabajo de La Bomba Teatro no me dejarán mentir cuando aseguro que se trata de un trabajo espectacular, con todas las dimensiones semánticas que puede tener una palabra que no empleamos de la manera correcta: espectacular. Lo que hace La Bomba Teatro es un espectáculo en el escenario. Se encargan de meter todos los ingredientes escénicos en una licuadora, agregan su maestría en el Clown, dan acción, la licuadora hace el ruido que hace cualquier licuadora y sale como resultado puestas en escena que trabajan con uno de los públicos más exigentes: el infantil. Porque está claro que nosotros como adultos nos podemos tragar obras teatrales infumables, soporíferas, casi de remedio efectivo contra el insomnio, pero si a un niño o una niña le ofreces eso protestará a los pocos minutos, o lo que es peor: reclamará a su madre, su padre, su tío, su abuelita, su lo que sea, que se larguen en esos momentos del foro, porque un niño o una niña no aceptan a farsantes que pretendan hacerlos reír imitando a los mismos idiotas de siempre. 

La Bomba Teatro es una de esas compañías que se toma con toda seriedad el hacer reír a los niños, que ofrece un trabajo de calidad internacional y que demuestra que México tiene excelentes payasos, cirqueros, malabaristas, de ese tipo de hombres y mujeres que parecen llevar las sonrisas y las carcajadas tatuadas de comisura a comisura de labios. 

Aquí les compartí mis observaciones acerca de su anterior trabajo, ¨Otto¨, una delicia de obra que se presentó con mucho éxito en el teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque, el que ya les he insistido que está a unos pasos del Metro Auditorio, muy cerquita de Chapultepec. 

Si vienen a la CDMX no se la pueden perder: ¨Circo olímpico o el país de la maroma¨ es la obra con la que amenazan volver a triunfar. Y aquí no les voy a mentir y seré totalmente sincero con ustedes porque es lo mínimo que se merece un lector de una columna: transparencia y honestidad, así que sin más citaré el boletín de prensa: ¨Circo olímpico o el país de la maroma¨, escrita y dirigida por Abraham Tari, retoma la tradición del circo y sus orígenes en México, en diálogo con elementos de la cultura popular de diversas épocas, poblando el escenario de imaginarios colectivos en los que el espectador podrá reconocer parte de su identidad y de su historia¨. Debo hacer una pausa aquí: ¿reconocer parte de mi identidad y de mi historia?, ¿lo alcanzan a imaginar, es decir, alcanzan a entender cómo es que puede ocurrir eso, bajo qué efectos casi mágicos, hechizantes, y todo gracias a La Bomba Teatro, compañía que se funda en el 2012 y que se especializa en Teatro de Calle y Teatro Comunitario fusionando la técnica clown, las artes circenses y la música en vivo para crear cada uno de sus espectáculos, como ¨Otto¨ de la que ya tuve oportunidad de hablar en este mismo espacio? Porque La Bomba Teatro tiene un objetivo primordial: apropiarse de los espacios convencionales y no convencionales, salir a las calles, hacer un teatro en vivo y presente con un lenguaje universal y un trabajo social comprometido. 

Si Campbell hubiese leído parte de la cuarta de forros de la novela quizás el público también se habría dado cuenta que no leyó la novela, pero al menos hubiese mostrado un acto de fe: aceptar lo que se desconoce (sí, no leí la novela y qué), pero aclarar que ya conocía la prosa del autor (uno tan malo que no vale la pena ni siquiera nombrar), que en realidad era su amigo, su compita, y que pues no queda de otra más que hablar bien cuando te invitan a presentar un libro. Punto. Federico Campbell se habría ahorrado el rojizo en su rostro y el tartamudeo. Historia con final feliz. 

Ahora vienen las malas noticias: ¨Circo olímpico o el país de la maroma¨ se presentará solo en cuatro ocasiones: el sábado 27 y domingo 28 de julio, es decir, dentro de unos días, en un horario de 12:00 y 14:00 h. Triste, sí, tienen razón, pero recuerden que de lo bueno poco. El sitio donde se va a presentar ¨Circo olímpico o el país de la maroma¨ es el Teatro de las Artes del Centro Nacional de las Artes (CENART), a unos cuantos pasos de la estación del Metro de la línea 2 General Anaya. 

Los que me leen en Zacatecas, a quienes realmente les interesa, deberían mover cielo y tierra, juntar a los vecinos y hacer coperacha, inventar tandas, venta de juguetes viejos, de ropa de paca, todo con tal de llevar a la Bomba Teatro a Zacatecas. Es más: ni siquiera tendrían que hacer todo lo anterior si aceptamos que el gobierno, en este caso el del Estado de Zacatecas, destina una parte de los recursos a la cultura; supongo que solo hay que tocar el timbre adecuado para que le abran la puerta a La Bomba Teatro y para que disfruten de un espectáculo, no hay que olvidarnos de la palabrita, de primera. Así que solo hay que dar con el timbre entre el tablero de cientos de timbres, y si yo los puedo ayudar desde acá, no sé de qué forma, pero si se puede, cuenten con todo mi apoyo.

He llegado al final y debo aceptar que cometí el mismo vicio que Campbell: estoy recomendando una obra que aún no veo, sin embargo, a diferencia del autor mexicano, las percepciones artísticas son totalmente distintas entre un libro y una obra de teatro. Sobre todo cuando se trata de teatro de este tipo. Si me lo permiten les puedo asegurar que al menos se van a divertir. Y eso, divertirse, reír, es tan necesario en estos tiempos oscuros donde todo parece indicar que tendremos nuevamente al Orangután fascista al frente de la Casa Blanca y que volverán los aires racistas y contra los paisas mexicas que tienen que abandonar México por necesidad. 

Pero no hay que olvidarnos de una sentencia que hoy más que nunca se vuelve necesaria: la cultura es un arma de transformación social, en ella confiamos los que nos dedicamos a su difusión, desde la cultura se puede criticar al sistema con un amplio margen de victoria sobre cualquier poder, hasta el económico, hasta el político, se los aseguro: ellos tienen miedo de los alcances de la cultura, ignorantes como son y como serán se creen poderosos, pero no lo son, les aseguro que no lo son, y el primer paso es arrebatarles el miedo.   

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1 COMENTARIO

  1. ¡Qué manera de sacudir las conciencias adormecidas!¡Qué estupenda manera de citar a Alejandro Aura!¡Qué certera descripción de ese cultubar!¡Viva lo políticamente incorrecto, cada vez más difícil de encontrar!
    ¡Qué ganas de ver esa obra! ¡Ojalá este artículo consiga su objetivo! Yo me anoto el nombre en la lista de «imprescindibles»: La Bomba Teatro, por si algún día los encuentro en mi camino.
    ¡Enhorabuena!

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