Aunque antes de 1846 hay varias guerras desatadas por Estados Unidos; expediciones navales a lugares tan remotos como Sumatra, Trípoli o Argel; así como intermitentes agresiones armadas a los indios de la frontera, fue en las guerras contra México (1836-1848) donde se asentó definitivamente el carácter expansionista e imperial de la república oligárquica del norte (que volvió a invadirnos en 1914 y 1916 y a amenazarnos con invasiones en 1853, 1859, 1919 y 1926). En la década de 1850 fuerzas de EU intervinieron en Argentina, Nicaragua, Uruguay y Panamá (que aún pertenecía a Colombia); amenazaron a México para apoderarse de la Mesilla; hicieron alardes frente a Japón y desembarcaron en China junto con los británicos.
Tras un breve respiro causado por su Guerra de Secesión, continuaron sus incursiones en Asia, América Central y el Caribe, y en 1870-1890 dedicaron sus mayores energías a la conquista del oeste, es decir, el exterminio de los indígenas nómadas de las grandes llanuras. En la década de 1890 las operaciones pasaron de ser exhibiciones de fuerza para volverse guerras de conquista: Cuba, Puerto Rico, Hawái y Filipinas se convirtieron en colonias o semicolonias del imperio, cada una a su modo y con distintos estatutos jurídicos; y poco después se adueñaron del estratégico istmo de Panamá.
En 1935 Smedley D. Butler escribió: “Dediqué 33 años de mi vida a la infantería de marina. Serví desde segundo teniente hasta mayor general. Y durante ese periodo dediqué la mayoría de mi tiempo a ser un golpeador de alta categoría para el gran empresariado, para Wall Street y los banqueros. Fui un estafador, un gánster para el capitalismo… Ayudé a hacer seguro a México, especialmente Tampico, para los intereses petroleros estadunidenses, en 1914. Ayudé a hacer de Haití y Cuba un lugar decente donde los chicos del National City Bank pudieran recaudar ingresos. Ayudé en la violación de media docena de repúblicas centroamericanas para beneficio de Wall Street… Ayudé a purificar a Nicaragua para la casa banquera de Brown Brothers en 1909-1912. Traje la luz a República Dominicana para los intereses azucareros estadunidenses, en 1916. En China, ayudé a asegurar que la Standard Oil pudiera avanzar sin ser molestada… Viendo hacia atrás, creo que le podría haber ofrecido algunas pistas a Al Capone. Lo más que logró fue operar su negocio en tres distritos. Yo operé en tres continentes”.
EU emergió de la Primera Guerra Mundial como gran potencia y de la Segunda Guerra Mundial como una de las dos superpotencias del mundo bipolar y, con mucho, la más agresiva: la amenaza nuclear nació con la brutal masacre de civiles japoneses en Hiroshima y Nagasaki. En 1947 se inauguró formalmente la guerra fría, que de fría no tuvo nada en Corea y menos aún en Vietnam: una guerra brutal y devastadora que duró 20 años y en la que EU desplegó cientos de miles de soldados y violó todas las leyes de la guerra.
Vietnam no está en mi memoria directa personal, pero sí lo están la agresión constante a Nicaragua desde 1979; la invasión de Granada, la enésima invasión de Panamá; el apoyo constante a las guerras de Israel contra sus vecinos y a los crímenes de lesa humanidad (hoy genocidio) contra el pueblo palestino, el financiamiento y armamento de los talibanes en guerra contra los soviéticos en Afganistán y de Saddam Hussein en su guerra contra los ayatollah iraníes… para luego ver cómo se volvían contra sus criaturas en devastadoras e interminables intervenciones militares en Afganistán e Irak. No cabe en un artículo enlistar todas las intervenciones armadas de EU en otros países.
Y todo esto lo aprueba, lo respalda la mayoría de los ciudadanos estadounidenses, así como hemos visto que la mayoría de los ciudadanos israelíes aprueba la política genocida que en Gaza practica su Estado. Además del racismo y el supremacismo imperiales, desde el inicio de la guerra fría (señalan tanto Eric Hobsbawn como Joseph Fontana en sus monumentales monografías sobre la historia del siglo XX) se construyó un consenso con base en la paranoia (https://www.jornada.com.mx/2014/08/26/opinion/020a2pol) y la inyección del terror al comunismo. No está de más señalar que los poderosos de Occidente temían más a la subversión y a la revolución que a una Unión Soviética poco agresiva. Terror a la catástrofe nuclear, a la tercera guerra mundial, al fin del mundo, pero más aún, al comunismo. Colapsada la Unión Soviética al perder por poquito la carrera parejera con EU (la crisis terminal del orbe bipolar, que explica muy bien Eric Hobsbawn https://www.jornada.com.mx/2022/03/22/opinion/018a1pol), la paranoia anticomunista se transfirió al terrorismo global y al mundo islámico, con iguales efectos y resultados parecidos: guerras parciales que reactivan a la agonizante economía estadunidense.
Creo que estas evocaciones son para recordarme una cosa: desde que soy mayor de edad los alarmistas me han sobresaltado con el fin del mundo en al menos cinco ocasiones: 1990 (Irak), 2001 (Afganistán), 2003 (Irak, otra vez), 2024 (Gaza), y ahora, 2025, con la guerra contra Irán desatada por Estados Unidos y su títere/vanguardia armada, Israel. Pero de ello extraigo una lección: el negocio del imperio no es destruir el mundo, así que podemos estar tranquilos a ese respecto. No habrá guerra nuclear ni tercera guerra mundial. Eso sí, como seres humanos debemos hacer cuanto esté en nuestras manos (que es poco) por detener el genocidio en Gaza. O quizá no tan poco: trabajar porque este país nunca respalde a las agresiones criminales de Estados Unidos e Israel.