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domingo, 15 junio, 2025
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Las metáforas de la huelga

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO •

Una sociedad capitalista existe por y para la reproducción del capital, así que detener el proceso de su acumulación implica una cesura inadmisible que demanda una respuesta de su poseedor. Pero sería un error creer que la huelga –o interrupción colectiva de la actividad laboral para vindicar demandas o protestar- es una práctica exclusiva del trabajo contra el capital, porque los capitalistas también pueden detener la producción para derribar, o presionar, a los gobiernos. El reconocimiento de la huelga dentro de los ordenamientos jurídicos, como derecho de los obreros, es una metáfora para restringir sus potencialidades porque se deja fuera del concepto la potencialidad de la huelga como medio de transformación social. Esa restricción es la manera que tiene el sistema jurídico de preservar su existencia y la del orden social en el que resulta necesaria la huelga ante los continuos abusos por parte de los dueños del capital. Como concepto jurídico la huelga es una actividad regimentada y comprensible, cuyos límites de acción están bien definidos y localizados, con medios, también jurídicos, de declararla inexistente. Con esto mellan su fuerza utópica porque ha de mantenerse dentro de los límites establecidos por una sociedad que bien puede ser injusta, pero que ha determinado que la espontaneidad social no es el medio de transformación de la sociedad, sino la reglamentada ruta de la democracia representativa, con su parafernalia de partidos, institutos para organizar elecciones y juzgados en materia electoral.

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Sin embargo ese concepto jurídico no agota el significado de la huelga porque es un evento que sobrepasa sus causas, así que elucidar su sentido requiere de metáforas que lo capten. Formalmente las causales de huelga se refieren al incremento salarial y a las violaciones e incumplimientos al contrato colectivo de trabajo celebrado entre el patrón y los trabajadores, pero sus causas pueden ser muchas otras no formuladas en el pliego petitorio y que, por ello, están fuera del procedimiento jurídico. La huelga, entonces, se puede comprender con la metáfora de la lucha cuando se concibe que trabajadores y patrón son opositores en un juego de suma cero. O bien, la huelga puede comprenderse como un instrumento cuando es el resultado de intrigas instigadas desde las sombras para obtener fines de otro tipo, como ganancias de grupo, derrocamiento de gobernantes, defenestración de administradores, y por ello es una manipulación. Pero también se le puede asimilar a un desastre natural cuando una vez convocada no hay claridad respecto de su destino, es entonces una tormenta, un tifón, una sequía, un diluvio, una catástrofe de la naturaleza que arrasa todo a su paso dejando en la indigencia al patrón y a los trabajadores.

En su Teoría estética, T. W. Adorno menciona –en el capítulo La experiencia estética es procesual; carácter procesual de las obras– que el arte se separa enfáticamente del mundo empírico, por lo tanto proclama que el mundo empírico debe cambiar. El sistema del derecho, en cambio, quisiera que las cosas no cambiaran sin la venida del legislador, y que permanecieran estáticas en su forma que queda apresada en la norma. Por eso necesitamos las metáforas de la huelga, ya que ésta, como el arte, niega enfáticamente la realidad empírica del trabajador –que es de brutalidad y represión, así como de explotación y miseria- en busca de otra cosa, de una salida momentánea porque, como el arte, la huelga también es procesual y efímera.

Sin embargo la huelga articula una relación entre esa realidad atroz a la que se opone y otra realidad posible, mejor, en la que la contradicción del trabajo y el capital está superada. Por eso a pesar de ser efímera reaparece porque las condiciones del medio así lo exigen.

Pero veamos la realidad de la huelga en la UAZ, ¿cuál es el pretexto para su efímera existencia?, ¿qué mejores condiciones laborales vislumbra?, ¿tiene algún potencial utópico? El pretexto que le da origen es el mismo éste año y el pasado: el atraco del grupo dirigente que utilizó las aportaciones de los académicos para abrir opciones educativas sin sustento y contratar sin dinero para engordar las filas de su clientelismo. Atraco que quedó al descubierto cuando ese mismo grupo dirigente se escindió en dos facciones antagónicas: una al mando de la rectoría y la otra al mando del Spauaz. La única utopía que guía las acciones del bando que domina el Spauaz es volver a tener el control de la UAZ, sin proyecto, sin ideas, pero con una acerba pasión por el dinero. Esto no elimina el potencial utópico, porque a la huelga como manipulación debemos oponerle la huelga como utopía, y apropiarnos de ella para mejorar nuestras condiciones laborales, nosotros, los sindicalizados. Porque el sindicato somos todos, y todos tomamos las decisiones, o no vale la pena ese sindicato. ■

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