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miércoles, 14 mayo, 2025
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Tortas japonesas

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Por: HERÓN EDUARDO DOMÍNGUEZ •

Lo aparecido en los medios tradicionales de real o simulada información, en el curso de las últimas semanas, delineó con claridad  la existencia de por lo menos dos sistemas de pesos y medidas, aplicables al comportamiento de los individuos según el segmento social que los incluye.

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Dos fueron los temas de mayor impacto en las páginas y pantallas de los medios antedichos, los dos estrechamente vinculados, ambos de la naturaleza que ha operado la disolución de las líneas divisorias entre las páginas de los periódicos, que separaban las políticas de las deportivas, y las de espectáculos de las policíacas, y han tendido a fundir en las últimas a todas las demás: la recaptura del mexicano hoy por hoy más renombrado, en la que se ha intentado involucrar a una mediana estrella del espectáculo, quien se ha manifestado descontenta del régimen actual; y el encarcelamiento en España de un ex-gobernador y ex-presidente nacional del Partido Revolucionario Institucional, expatriado a consecuencia de una larga secuencia de atropellos, perpetrados contra las finanzas del estado que gobernó.

Ahora bien; habiéndose dicho todo ya del primero de los antes aludidos, no deja de llamar la atención que encausado formalmente el ex-gobernador bajo acusaciones de blanqueo de capitales, disposición indebida de fondos públicos y vínculos con el crimen organizado; y acosada la actriz con imputaciones como la de haber sostenido conversaciones telefónicas con El Chapo, o abrigar intenciones de invitarlo a invertir en una empresa de su propiedad, sea contra esta última que se han enderezado las más graves descalificaciones, y peor aún: se le haya insinuado causa última de la aprehensión del criminal.

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Entre las inencontrables razones del viaje del licenciado Peña Nieto a la Arabia Saudita, y la consecuente condecoración del sátrapa saudí con la máxima distinción otorgada por del estado mexicano, han los observadores omitido acaso el campo sicológico, y no han por ello quizá dilucidado las causas profundas de un comportamiento consistente en premiar a uno de los causantes directos de nuestro quebranto económico: un personaje que vive en palacios recubiertos de oro, no permite a sus mujeres mirarlo a los ojos y hace desmembrar vivos a sus opositores, sin que nada de esto le ocasione algún inconveniente. ¿No podría tratarse, por sólo aventurar una hipótesis, de envidia de la buena? ■

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