Llegó el día en que no sabe uno como hacerle, puesto que la costumbre activa que hoy abate a la sociedad es una despersonalización marca AYWEY que de forma paulatina captura y acerca a rincones cercanos o lejanos de acuerdo a las demandas de convivencia y comunicación que deben privar en estos tiempos en los que, salvo eventos muy racionalizados repetitivamente y bajo esquemas de entrenamiento, se ha ido poniendo distancia al ideal de una sociedad solidaria, una amarga distancia.
Llegan los momentos de intercambio de regalos y fluyen los presentes, mientras que los que participan en estas dinámicas extrañan lo que remotamente se conocía como amor, afecto, querencia, cariño, amistad, hermandad, simpatía y otros calificativos que en estos tiempos parecen cursis porque se expresan, si acaso, sin la escencia de lo que significan, parecen huecos. El chiste de estos calificativos es que permiten que la gente se acerque entre sí, y se muestren actitudes y habilidades que tienen como objetivo hacer sentir bien al prójimo, desinteresadamente.
Bueno, es Navidad. Así que hay que llevársela suave para no echarle a perder la navidad a los demás, es momento de sacar de la chistera o de donde estén entre el olvido muchos buenos afectos que han ido desapareciendo paulatinamente del repertorio social de las personas como empatía, sensatez, sensibilidad, humildad, honestidad y otras muchas de esas, en vez del embutido existencial que suele permitir la dependencia tecnológica, la insensibilidad emocional y el apego al desperdicio y a las malas prácticas sociales.
Es Navidad. Hay que practicar las buenas costumbres. Pudiera decírsele a la gente que se quiere, cuánto se le aprecia, cuánto se le admira, si no hay nada que hacer o decir al respecto, chitón, cada quién su tos. Es tiempo de sacar los abrazos, los besos, los arrumacos y las buenas palabras del closet. Hay que practicar desde hoy al Año Nuevo; ¿Qué tal si la costumbre se perpetúa hasta todo el año entrante? Ejercicios de onanismo moral de este escribiente. Qué se le va a hacer.
Si le quiere hacer una mala jornada a las grandes compañías de distribución y comercialización megatérica del flujo del mercado, regálese muchos buenos momentos que tienen que ver con descansar, hacer tonteras, convivir, desconectarse del resto del universo, hágalo, nadie le va a reclamar. Si regala afecto, se lo van a agradecer más que cualquier mugrero chatarra o desechable.
Sonría, es gratis. Se siente uno bien y hace sentir bien a los demás. Baile, brinque, rásquese donde le dé su gana, pero sea feliz. La ventaja de todo lo anterior es que no genera impuestos ni residuos no controlables. ¿Qué le parece una jornada sin desperdicios?
Así que sin más preámbulo, el deseo de una gratísima temporada a todos. El mejor regalo es el derecho y la facultad de ser felices.
Feliz Navidad.
