La estrategia del gobierno para enfrentar las crisis muestra o exhibe, al mismo tiempo, la condición en la que está: al optar por la gestión del miedo, significa que está en carencia de hegemonía. El control de un territorio por medios hegemónicos implica que gran parte de la población está persuadida y muestra ciertas formas claras de adhesión a las razones del Estado; y la maquinaria mediática genera narraciones que resultan verosímiles. La hegemonía se observa cuando el gobierno tiene una narrativa que es aceptada por la mayoría de la población; y además, los hilos del control de los actores sociales los tiene en un puño. Recurrir a la estrategia del miedo es indicador de que se está perdiendo hegemonía. Pero no sólo los efectos de esa estrategia son remolinos o turbulencias que terminan convirtiendo las crisis a problemas de carácter estructural. Veamos un ejemplo: cuando el gobierno de México optó por formas de contrainsurgencia basadas en la gestión del miedo, aceptó la ayuda de la entonces Escuela Militar de las Américas, y emprendió la táctica llamada “sacarle el agua al pez” para combatir a los grupos de la guerrilla. Esto consistía en sembrar el terror en territorios insurgentes para provocar la huida de la población, y con ello, se eliminaba el campo de protección y camuflaje social de los grupos guerrilleros. Pues bien, esta táctica fue operada por grupos de élite militar especialmente entrenados para tareas de terror: descabezamientos, empalamientos y ensañamientos diversos contra el cuerpo de las víctimas que pudieran ser mostrados con el objetivo de infundir terror en la gente. Pues bien, estos grupos de élite que formó el gobierno son justamente los llamados zetas. Es así que trasladaron sus tácticas de terror contrainsurgente a la guerra entre cárteles y al control de municipios a lo largo del país, inaugurando todo un nuevo modelo del narco en México. Por tanto, podemos decir que las formas del suplicio (exhibición pública de mutilaciones corporales) como estrategias de pugna entre grupos criminales es una herencia de las medidas que tomó el gobierno de México hace algunos años en el sureste del país. En otras palabras: los zetas son un efecto desbocado de políticas gubernamentales. Ahora, con el paso del tiempo, esa medida de enfrentar la crisis de la guerrilla con la gestión del miedo, se ha convertido en un problema estructural de seguridad pública.
En estos momentos hay otro agregado: el dispositivo de las élites gobernantes para implantar su narrativa en la población (las dos grandes televisoras) está cada vez más desprestigiada, y con ello, ha perdido poder del control de la opinión. Una condición de efectividad de las televisoras era aparecer fuera de aquello que implantaban. Pero ahora, con el escándalo de la Casa Blanca, ha quedado claro que están públicamente dentro de las narrativas, por ello, su credibilidad y poder de persuasión ha sido minado. Hace falta un estudio ahora mismo para medir la credibilidad de las televisoras, y constatar la velocidad del detrimento de la confianza del pueblo llano en estos medios de formación de opinión.
Las medidas tomadas contra las manifestaciones de protesta de los últimos días, son acciones en el mismo sentido: propagar miedo que ahuyente la participación en actos de manifestación de protesta pública. No sólo lanzan la represión de los gorilas uniformados contra gente que se manifiesta, incluyendo reporteros y menores de edad, sino tomar una medida fuera de toda razón jurídica, absolutamente desproporcionada que consistió en mandar a cárceles de alta seguridad a 11 personas que participaban en las manifestaciones, muestra la persistencia en la estrategia de la gestión del miedo (repito: ¡prisiones de alta seguridad! ¡Guau!). El objetivo es bajar la concurrencia a la manifestación, y para ello no se elabora una ruta que atienda los motivos o causas de las mismas, sino otra vez: la gestión del miedo. Es una torpeza que únicamente va a crear un escenario turbulento y caótico y, por tanto, impredecible al corto plazo. La desesperación de no poder desconectar con rapidez los movimientos sociales que protestan (como el caso del Politécnico), está llevando a Gobierno Federal a tomar medidas que serán contraproducentes al mediano plazo. Pero los gobernantes no están pulsando con sentido prospectivo, sino piensan en el inmediato mensaje a la inversión extranjera y los sujetos beneficiarios de las reformas hace poco aprobadas.
El gobierno, ante la pérdida de hegemonía, tiene dos dispositivos con los cuales está operando para mantener su dominio: las policías y el manejo político del presupuesto. Sobre el primero, los organizadores de las manifestaciones públicas deberán invitar a observadores internacionales a las mismas, y tomar medidas organizativas contra los infiltrados-provocadores. Y sobre el segundo dispositivo, será muy importante crear una fuerte red de observación ciudadana de los presupuestos: ya mismo se construyen las redes de compromiso del voto oficial a partir de los beneficios en la distribución del presupuesto, para las elecciones intermedias que se acercan. Sin hegemonía la explosividad irá en aumento.