El último libro que escribió Arnulfo Vigil (1954-2024), lleva por título Obituario, comprende 44 crónicas de sus amigos fallecidos, sopesa la aportación intelectual, relación de amistad o apoyo en su desarrollo profesional, algunos de los antologados: Héctor Benavides, Guillermo Meléndez, Eligio Coronado, Minerva Margarita Villarreal, Nacho Zapata, Francisco Tijerina, Hugo L. del Río, Sergio Durán, Zacarías Jiménez, entre otros personajes de la cultura regiomontana.
Aporta información que desconocíamos de los convocados, además del profesionalismo, carisma y filantropismo de los mismos. Uno de los seleccionados es Sergio Durán, además de la amistad, compartieron proyectos literarios.
En relación a la obra de Durán, señala Vigil: “Sergio escribía con fruición. Conoció la obligación de escribir por disciplina, debía entregar una nota por semana”, es decir, disfrutaba la escritura, pero, además, y en esa inclinación, consideramos que Durán escribía más de un texto por semana.
Su periodismo cultural fue singular, arremetía con argumentos contundentes, qué decir de su prosa poética: rompe con la cotidianidad. Algunos de sus artículos los plasmó en la revista Posdata, el suplemento cultural “Aquí Vamos” de El Porvenir, Poder, entre otras publicaciones de Chihuahua.
¿Por qué su periodismo cultural fue singular? Porque a través del desarrollo de sus textos apreciamos su bagaje de lecturas, apropiación de ideas que implementa, pero además, no cansa al lector con información de más.
En uno de ellos apunta: “Encontramos en Salinger un paralelismo con la obra de Juan Rulfo dada la reducida dimensión producida. Rulfo con tan sólo dos libros ha logrado conmover a miles de lectores en todo el mundo. Salinger ha hecho un san quintín con unas cuantas obras. Rulfo detestaba las entrevistas, las presentaciones y padecía también la enfermedad del silencio. Lo mismo que Salinger. Rulfo desdeñaba la solidez de la literatura de la Onda y Salinger ninguneaba sin piedad a los Beatnicks” (El Porvenir, suplemento cultural “Aquí Vamos”, número 409, marzo de1990).
Fragmento interesante por dos contextos: su innato periodismo cultural y la postura como crítico literario, aspectos que manifiesta en distintos textos. Veta periodística que utiliza como trinchera para manifestar su disidencia ante una sociedad enajenada, consumista, pragmática y acérrimo crítico del colonialismo cultural gringo.
Por otra parte, se involucra en un género que por inercia lo acerca al ámbito literario. Apunta Durán: “Ciudad Juárez sufre cada año una azotada cruel y filosa de frío invernal que baja de las montañas Franklin silbando una canción de soledad sobre la llanura y el desierto de Samayaluca. La ciudad de El Paso, Texas, se mira rutilante y festiva al atardecer con faros intermitentes…Pareciera como si las dos ciudades no tuvieran nada que ver entre sí, dos hermanas distanciadas sorteando cada quien a su modo la crueldad del medio ambiente, pero el lazo de unión es estrecho”. (Posdata, número 4, 2004).
Otro documento de Durán es Oración por una mujer que se hizo nube y otras melancolías (1992, Chihuahua). Mismo que comprende las siguientes narraciones: “Oración por una mujer que se hizo nube”, “Telaraña samsara”, “Mandala de la noche (Apología de la vagancia)” y “Tiempo destrozado”, la mayoría de ellos son textos cortos. Se instala en lo literario, genera contextos con dimensiones poéticas, perspectiva existencialista, nostalgia por su lugar de origen, recrea la soledad que lo atosiga, ahonda en las dimensiones de la vida.
La prosa poética es un elemento que distingue a las narraciones citadas en el párrafo anterior, recurso con el cual salta del periodismo cultural a lo literario. Apunta en el primer texto: “El espejo de los charcos rotos con violencia por los neumáticos del coche y la humedad del otoño volando en todas partes, la tersura de tus piernas que cae en el descanso de las escaleras. El administrador del motel pestañea una vieja película que se proyecta en la pantalla de su televisor. Son tiempos difíciles éstos, tiempos en que un payaso se cuelga de las torres de comunicación de México para despertar a Dios” (p. 7).
Transita entre el periodismo cultural y lo literario, se permite esa licencia y será el lector quien deslinde su creatividad. Nos tocó conocerlo a principios de 1990, tenía un negocio por Modesto Arreola casi esquina con Doctor Coss y en el cual vendía discos de vinil, pero además de los discos que tenía en venta te podía grabar lo que quisieras en un caset, fue breve el encuentro. El conocimiento que tuve de Durán fue por el caricaturista Ramón Garza, quien a menudos recreaba anécdotas compartidas con Durán.
Podemos señalar que el legado cultural de Durán se extiende por tres estados de nuestro país: Chihuahua donde comienza a publicar textos periodísticos y literarios, en la década de 1980 vive en Monterrey donde se involucra en revistas y periódicos para dar a conocer su trabajo, finalmente, y en la primera década del presente siglo, se traslada a Zacatecas: ahí colabora en la revista Dos Filos dirigida por José de Jesús San Pedro, lugar donde fallece en 2016.
Eloy Sandoval escribió una bella semblanza: “Sergio Durán: un hombre lleno de amor” (La Quincena, número 156). Describe el interés que Durán tenía por el rock mexicano contemporáneo al promover a personajes como Arturo Meza o el grupo “Eskirla” de Chihuahua, menciona cómo se conocieron y los proyectos culturales compartidos.
Apunta Sandoval: “A pesar de sus más cien kilos de peso, era un alma bondadosa, un ser incansable en la risa, el buen humor, en la chanza, la guasa y la broma. Estaba desangelado de la política, de los políticos y la religión, evitaba hablar de ello o discutir porque siempre le pareció tiempo perdido”.
Para finalizar la presente, agradezco a Silvia Garza Benavides la información proporcionada para elaborar lo expuesto.