La pradera estaba seca, tanto que sorprendía que no hubiera prendido ya. Faltaba la chispa adecuada.
Se pensó haberla encontrado en más de una ocasión: en la indignación que generó la absurda represión del 8 de marzo, inédita para nuestros tiempos, ilógica para el contexto, e inmoral a todas luces. El hecho convirtió a Zacatecas en nota nacional, les restó respetabilidad a altos funcionarios, y puso al gobierno local bajo el escrutinio del alto comisionado de derechos humanos de la ONU.
Tampoco prendió la pradera con la muerte de Jorge Iván, el joven preparatoriano fallecido después de una riña en la que se vieron involucrados familiares del mandatario estatal, lo cual suscitó una solitaria, pero valiente marcha de sus compañeros escolares.
Algunos chispazos ocurrieron con casos de seguridad como el del pequeño Tadeo, los jóvenes de Tepetongo, los de Malpaso, los de Nieves y Río Grande, el asesinato del activista Francisco Zapata, o el del abogado Raúl Calderón.
Todos ellos generaron repudio, pero ninguno logró la movilización organizada de la semana pasada, como tampoco sucedió con la reforma al ISSSTEZAC que perjudica a los mismos docentes que hoy tienen paralizado al estado, y a buena parte de la burocracia.
Tampoco prendió lo suficiente el rechazo al segundo piso del bulevar, obra polémica por decir lo menos. Nadie había logrado la eficiente organización del descontento, y ante ello, la máxima esperanza de frenarla quedó en manos de los destacados académicos que seguían el curso legal para ello.
En esas estábamos cuando, con un apoyo social formidable, irrumpió la lucha magisterial en los últimos días con la principal demanda de que se les paguen becas para sus hijos.
Se trata de la movilización de un gremio amplio, fuerte, bien organizado, y capaz de hacer ganar o perder elecciones.
Lo es desde hace muchos años, tanto en lo nacional, como en lo estatal, y por primera vez tiene en su dirigencia local al ala más progresista de este sector.
Hoy en su protesta han logrado mantener más de una semana sin clases al estudiantado de educación básica de todo el estado, han paralizado la mayoría de las presidencias municipales, han tomado la Secretaría de Educación y la de Finanzas, y han bloqueadas carreteras en todo el estado, y todo de forma simultánea y con notable apoyo social.
Circulan muchos videos de familias llevándoles víveres hasta las zonas de protesta, incluso grupos musicales que se hacen presentes para amenizarles la madrugada, automovilistas que suenan el claxon en señal de apoyo, y comentarios en redes sociales ampliamente positivos en cada nota que da cuenta de su lucha y de sus negociaciones.
A pesar de que sus demandas se concentran en problemas específicos de su gremio, se suman a sus movilizaciones otros sindicatos educativos, y hasta organizaciones campesinas.
Incluso en esos giros de 180 grados que sólo la política asimila, el movimiento magisterial tiene hoy el apoyo (en lo local cuando menos) de quienes no hace mucho les hubiera gritado por la calle que el cambio está en uno mismo y que se pusieran a trabajar.
Este apoyo social ha hecho posible que el magisterio endureciera sus posiciones a pesar de que Gobierno del estado parece haber cedido en los últimos días al menos en comparación con su discurso inicial.
Consecuencia de este estado de cosas, no son pocos las tentaciones por montarse en esta fuerza que irrumpe en el escenario político para jalar agua al molino de cada grupo electoral. Algunos lo hacen buscando la simpatía con los propios, y a otros les basta con atizar la antipatía con los ajenos.
Hasta el momento, el movimiento magisterial ha actuado con la sabiduría suficiente para eludir ambas cosas, porque de lo contrario correría el riesgo del empantanamiento de su fuerza.
Parte significativa de su éxito está justamente en esa inteligencia, y de conservarse de esta manera, sus alcances serán más allá de los logros inmediatos que la movilización actual puede obtener.
Es alta la probabilidad de que así suceda. Se trata de un gremio sólido y con experiencia. Sus líderes además están forjados en la lucha social. Ambas cosas han quedado en evidencia en sus reacciones a las provocaciones y en las mesas de negociaciones.
El momento exige la mejor faena política de la que sean capaces. Con el magisterio han topado.