Aquellos que abandonaron el Partido Revolucionario Institucional (PRI) para formar el de la Revolución Democrática no cargan el estigma de “chapulines”, porque ese término refleja a quienes cambian de ideas para conservar poder y los perredistas más bien cambiaron de partido para conservar las ideas.
Lo mismo ocurrió en el salto de ese partido al reto de fundar Morena.
Una vez que el PRD apoyó al Pacto por México, y con ello a las reformas estructurales de Enrique Peña Nieto, no había camino de regreso. Sus militantes dejaron de sentirse identificados con él y sus dirigentes, sus legisladores ya no representaban los principios que habían aglutinado a finales del siglo XX a diversas visiones de izquierda en México.
Había entonces que buscar otro instrumento de lucha pacífica que diera cauce a las ideas que perdieron representatividad en el PRD. Vino como paso previo la creación de una asociación civil que dio formalidad a un movimiento que venía gestándose años atrás y posteriormente la construcción del partido político.
En Zacatecas, el pasado 19 de octubre se cumplieron diez años de esa asamblea fundacional en la que se logró la asistencia de más de tres mil personas dispuestas a afiliarse en el partido político que estaba por crearse.
Eran tiempos de genuino escepticismo; abundaban las dudas sobre si podría lograrse lo que el PRD no consiguió, obtener el registro como partido político; de cómo garantizar que no se convertiría en lo mismo, en un partido en el que su militancia trabaja por años hasta que los maremotos políticos lo conviertan en opción viable para chapulines que saltan a él para continuar con la vieja política que buscaba eliminarse; que si se podrían evitar las guerras intestinas entre corrientes y tribus, etcétera.
Esto mantenía lejos a quienes, cansados de la podredumbre de los partidos, perdieron fe al camino electoral o siquiera al pacífico. Pero también a quienes prefirieron quedarse en los partidos políticos que ya tenían registro, que ya garantizaban cargos, y, por tanto, también presupuesto.
Las mejores y las peores expectativas se han cumplido, y una década después toca a Claudia Sheinbaum el reto de evitar los errores del pasado.
En ese trabajo recorre hoy el país llamando a la unidad, y como en Zacatecas, dando la bienvenida a todos, porque en el movimiento del que ahora ha tomado el bastón de mando, todos caben.
Sheinbaum tiene la autoridad moral para decirlo justamente por ser parte de quienes estuvieron en ese lado desde siempre, por haber trabajado casa por casa por Morena, mientras otros competían contra ella para evitar el error de vivir fuera del erario.
Desde entonces había un llamado a la pluralidad que se asimiló bien entre las bases, porque parecía imposible ganar la presidencia de la República sin sumar, incluso a quienes antes habían sido adversarios como Germán Martínez o Gabriela Cuevas.
Hoy el escenario es distinto, pues, aunque la propia Sheinbaum llama a evitar los excesos de confianza, ese objetivo se da casi por conquistado y el reto es llevar al Congreso a quienes garanticen lealtad al proyecto a pesar de las tentaciones previsibles.
Además de ello, la experiencia anterior dejó un mal sabor de boca porque muchos de quienes entonces se abrían paso hasta a codazos para retratarse con López Obrador fueron los primeros en traicionarlo, como es el caso de Lily Tellez.
El ejemplo contrario también funciona, Manuel Bartlett ha cumplido cabalmente con el encargo al frente de la Comisión Federal de Energía, a pesar de ser continuamente golpeado hasta en sus mismas filas.
¿Cómo distinguir a unos de otros? ¿Cómo evitar el sectarismo excluyente, y al mismo tiempo evitar ceder los espacios a los oportunistas?
La respuesta está en las ideas y en la adherencia a ellas. Cualquier otra razón para pertenecer a un equipo político es coyuntural y se modificará en la medida en la que cambien los vientos de la conveniencia y los intereses particulares.
No parece fácil en una cultura política donde los ideales son más la excepción que la costumbre. Pero las probabilidades de triunfo de Claudia Sheinabum son muestra de un cambio en tiempo real en esa cultura.