«¡Presente!»
La columna del alumnado de México no sólo ha construido un pilar etario y formativo en el país, sino toda una clase revolucionaria; los estudiantes de este país han encabezado muchas de las luchas por la conquista de derechos fundamentales y espacios democráticos.
Desde las revueltas para conquistar la educación laica, obligatoria y gratuita, hasta el movimiento estudiantil del 2 de octubre, que culminó en una de las matanzas más crueles de la historia contemporánea; la desaparición de los cuarenta y tres estudiantes normalistas; los asesinatos en la Unidad Académica de Derecho de la Benemérita Universidad Autónoma de Zacatecas; los cinco universitarios asesinados en febrero del presente año en la entidad, y demás casos que se pondrían nombrar, la constante es que el cuerpo estudiantil en México es un grupo que ha sido históricamente vulnerado.
Y los muchos -y lamentables- ejemplos que hay para contar, nos dicen también que la violencia contra los estudiantes no es propia de una condición social o del género, orientación sexual, ni nada, sino contra el alumnado en sí, en su condición natural de juventud y crítica.
Este día, más allá de los convites, las coronaciones, los torneos deportivos, que sirva para resignificar el Día del Estudiante como las veinticuatro horas que tiene el alumnado nacional para hacerle honor a los que han dado la vida en búsqueda de la dignidad educativa y a quienes han sido víctimas de las desigualdades sociales, económicas y políticas en su calidad de matriculados.
No sólo nos faltan sólo un número fijo en las aulas. Seguro que, en el pase de lista, se escuchará en la voz colectiva los nombres de más de los que en este espacio podrían escribirse. Sin embargo, también nos falta conquistar la verdadera gratuidad educativa hasta niveles profesionales; nos falta dignificar las aulas, los servicios estudiantiles, la cobertura de escuelas, la voz estudiantil es espacios de toma de decisión y acortar las brechas que hay entre los estudiantes y la educación en México.