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martes, 13 mayo, 2025
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El retorno de Trump: el porvenir incierto

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Por: Carlos Eduardo Torres Muñoz •

A estas alturas de la semana es poco lo que puede agregarse respecto al retorno de Donald Trump a la Casa Blanca, a pesar de que apenas han pasado unos cuantos días. Sus primeras horas de vuelta en el despacho Oval han significado una ráfaga de confirmaciones en relación a sus políticas. Sin embargo vale la pena detenerse en algunas implicaciones de este segundo mandato. Lo primero que podemos decir es que es el fin de la era de la democracia liberal tal como la conocimos luego de la caída del muro de Berlín y el desmoronamiento de la Unión Soviética. Lo es así por las circunstancias en las que retorna al Poder Ejecutivo de los Estados Unidos el movimiento MAGA (Make American Great Again), que es uno mucho más complejo y poderoso que el de 2016-2020. Esta vez han logrado mayoría popular en el voto para reelegir a Trump, y mayorías en las cámaras de Representantes y el Senado, que, aunque exiguas, por el nivel de polarización que vive la democracia angloamericana y el dominio que tiene el neoyorquino sobre el partido republicano, serán estables aún en las medidas más radicales que se prometieron y están determinados a cumplir. Pero este elemento es solo la parte política y referente al Estado de la fórmula que acabará con el modelo democrático liberal-constitucional tal y como lo conocimos hasta hoy. El más potente y disruptivo de los elementos se encuentra en la alianza que MAGA logró con el mercado a través de los hombres más ricos y más poderosos del orbe, al controlar las rede sociales, medios sin competencia a la hora de comunicar y formar tendencias, ideas, prejuicios, estereotipos y miedos. El rol que jugarán Musk, Zuckerberg y compañía será demoledor para el Estado regulador y todo lo que en materia de derechos humanos, desigualdad, medio ambiente y predominio del capital sobre el bienestar, implica.

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No es inocente el liberalismo democrático en ello. El neoliberalismo voraz al que accedió a infectarse, como virus, lo utilizó hasta agotarlo. Esa voracidad ha logrado crear, por fin, su propia criatura política, a la que piensa alimentar con el resto de las democracias occidentales. No es una exageración y habrá que atender lo que sucede hoy con los movimientos de extrema derecha en Europa. Como ya ha quedado claro, no hay fin de la historia, por lo que el liberalismo y la concepción democrática constitucional no están desahuciados, pero habrán de reponerse evolucionando, mutando, adaptándose. Quizá radicalizándose.

La dimensión de todo lo anterior también tendrá su consecuencia en temas como el medio ambiente, los derechos humanos, la violencia y particularmente en la corrupción, sí entendemos a ésta desde el concepto de corrupción estructural que implica el abuso del poder donde quiera que éste resida, sea en el Estado o en el mercado; queda claro que en el fenómeno al que nos referimos dicha diferencia cada vez será más ambigua, el Estado se deslindará de su vertiente reguladora para ceder el campo al mercado, y sus actores serán, como nunca, una misma clase. De no sobreponerse una avanzada progresista oportuna, el daño será irremediable. 

Vale concluir con un llamado a la esperanza: las sociedades modernas son complejísimas; el globalismo es de tal magnitud que es irreversible, lo que a su vez complica más la instauración de regímenes que puedan responder en el vacío a las demandas aldeanas de sectores conservadores de su población. Sin embargo, el progresismo debe adoptar el pragmatismo necesario para convertirse en una opción política viable, popular sí, pero igualitaria, liberal, responsable y seria. El reto no es menor, sin embargo puede haber referentes: Colombia, Brasil y México. Este último si logramos contener la amenaza de lo todo lo que significa ser el enemigo público número uno de Trump y su movimiento. 

@CarlosETorres_

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