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lunes, 12 mayo, 2025
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Expone José Vilchis, la contradicción medieval de la belleza femenina

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Por: ALMA RÍOS •

■ En la Edad Media la mujer fue conceptualizada entre opuestos y ambigüedades, asevera

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■ De la Iglesia se construyeron definiciones de la fémina que han repercutido durante siglos, advierte

Mediante la revisión de algunos aspectos de la cultura medieval, el filólogo egresado de la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa, José Carlos Vilchis Frausto, ofreció en su conferencia magistral El horror de la belleza femenina en la Edad Media, un panorama de la visión contradictoria que de la mujer, se tuvo en una época que se ha señalado como oscurantista y cuyo imaginario social, enunció, se preocupaba “por lo engañoso de las apariencias y el significado profundo de las cosas”.

De inicio y para ubicar en tiempo y espacio a los asistentes a este evento inscrito en las celebraciones por el Día del Estudiante promovidas por la Unidad Académica de Letras de la Universidad Autónoma de Zacatecas, el conferencista trajo a colación las expresiones del pensamiento medieval recuperadas en El nombre de la rosa, novela de Umberto Eco situada en el siglo 14 en una abadía italiana.

En su capítulo “Tercer día después de completas”, Adso, el joven novicio discípulo de Guillermo de Barskerville, refiere su encuentro con “una muchacha hermosa y terrible como un ejército dispuesto para el ataque”, una descripción que evidencia una alerta de peligro asociada siempre a las mujeres en la época medieval.

Vilchis Frausto advirtió al auditorio sobre lo que vendría en su disertación, que las expresiones medievales sobre las mujeres, “lo mínimo es que nos van a maravillar” y pidió paciencia, comprensión y tolerancia para un pensamiento del que dijo, “soy feroz crítico”, por sus posturas misóginas.

En cita a Danielle Régnier Bolhler, el también escritor ofreció su lectura de la belleza canónica de la mujer durante el Medioevo: “blancura de la tez, realzada por un toque rosado, cabellera rubia, disposición armoniosa de los rasgos, rostro alargado, nariz aguda y regular, ojos vivos y reidores: unos senos firmes se comparan como nueces (…) la cadera femenina se subraya no obstante como una forma de cesura, en la medida en que el vestido ajustado marca el talle, con aberturas que dejan adivinar las articulaciones del cuerpo”.

Este último, el cuerpo, siempre se ocultaba en ropaje abundante de manera que dijo, “el hombre medieval aprendió a buscar la belleza del cuerpo femenino en lo poco que podía apreciar con tanta tela cubriéndolo”.

El color y la luz, precisó, eran los elementos tradicionales en la Edad Media para adornar el cuerpo femenino tanto en sus aspectos naturales como artificiales.  Esto tiene que ver expresó, con un aspecto fundamental del periodo del que se está hablando, la alta valoración de una persona sana, “en una época en donde la gente muere joven por muchísimas circunstancias”.

Dicho esto sobre la belleza se encaminó ahora a hablar del horror que la aparejaba, y que tenía que ver, señaló, con el hecho de “que la mujer sea mujer”.

En palabras de Eco, agregó que “a menudo la atribución de la belleza o fealdad se ha hecho atendiendo no a criterios estéticos, sino políticos y sociales”. En la Edad Media la mujer fue conceptualizada mediante “una sospecha social generalizada”, marcada por ambigüedades: entre el pecado y la virtud (…) se le asocia al misterio de la naturaleza, en sus dos caras, la cíclica y la imprevisible”.

Desde la Iglesia se construyeron definiciones de las mujeres que han repercutido durante siglos, advirtió. Fue esta instancia la detentora dijo, de la cultura oficial que normaba la vida social y la convivencia cotidiana “y hasta las directrices políticas de los reinos-estado”.

De esta manera expuso la visión de Dalarun del modelo femenino, que por un lado en su ideal deseable aspiraba a acercarse a La Virgen María, y como su opuesto, el que representaba Eva.

La desnudez de la primera mujer que sedujo a Adán y  su desobediencia de la ley divina, por lo menos así lo creía entonces una mayoría, implicaron que los “clérigos repitieran hasta el cansancio los conceptos negativos y acusaron incesantemente a la mujer como receptáculo de la maldad”.

Entre otras citas textuales de autores del periodo medieval expuso la del clérigo Marbode de Rennes que describía a las mujeres sin siquiera nombrarlas como “la peor de las trampas que haya tenido el Enemigo (…) raíz del mal, rebrote de todos los vicios”.

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