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sábado, 10 mayo, 2025
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Cuando vinieron por mí, ya no había nadie…

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

«Mientras a mis padres y a mí no nos falte el pan y el trabajo, no creeré que está tan mal el país como dicen”, me comentaba un efímero compañero de viaje que se admitía de derecha, e ignoraba que el mundo tenía más terreno que su nariz. No lo culpo, finalmente uno es su principal referente, pero vamos, ¡no el único! Sin embargo pensar así es común, y es también la causa por la que reparamos y no prevenimos; por la que detectamos las crisis cuando está ya en los aparejos.

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El egoísmo, decía ayer en La Jornada José Mújica, es el “motor formidable” del capitalismo. De ese cuya consigna es “sálvese quien pueda”.

La competencia es la directriz con la que se forma en la educación básica y con la que se determinan las políticas laborales. La premisa es que si alguien es bueno, el otro competirá por ser mejor, y a su vez llevará al primero a superarse.

En cambio a la cooperación se le asume como un pacto de mediocridad, sobre todo cuando la ejercen estudiantes, trabajadores, profesionistas, o pequeños comerciantes. Pero si se trata de cúpulas partidistas, de cámaras empresariales, o por ejemplo, de grandes compañías que se ponen de acuerdo para vender caro, entonces no es mediocridad, es unidad y civilidad.

Los maestros, casi en cualquier nivel del sector educativo, son ejemplo de la eficacia del “divide y vencerás”. Las carreras magisteriales, los programas de estímulos, el sistema nacional de investigadores y otros burocratismos han sido eficientes mecanismos para convertir indomables luchas colectivas por recursos para la ciencia, la investigación y la educación, en manejables problemas individuales. No habrá más dinero para la ciencia, pero sí más dinero para los científicos, no para todos, sino para el que publique más.

Ventaja adicional es que el tiempo y las mentes de miles de científicos, pensadores e intelectuales, están ocupados en hacer reportes, llenar formularios, trámites, etcétera, para conseguir para ellos, y sólo para ellos, para cada uno de ellos, los recursos necesarios para su labor.

A estas alturas del neoliberalismo, el modelo ya llegó a la entraña, a lo más básico, hasta la Seguridad Social, que en otros países es casi derecho humano, está en negociación, o quizá ni eso, porque los organismos que lo demandan no reciben respuesta.

En estos momentos el Sindicato de Personal Académico de la Universidad Autónoma de Zacatecas se encuentra en huelga por el pago de su Seguridad Social. En la misma demanda están los trabajadores del Instituto Zacatecano para la Educación de los Adultos. El secretario general del Spauaz, Crecenciano Sánchez, manifestó su interés por trabajar en conjunto. Plausible iniciativa. Ojalá a ella se sumaran otros sindicatos con demandas similares.

La desunión es un problema a todas las escalas. Tampoco América Latina está organizada, y de eso se lamentaba Mújica en la entrevista mencionada: “Si no creamos mecanismos que nos vayan integrando, que nos puedan dar una presencia internacional de peso, vamos a continuar como hojas sueltas en el viento. Es evidente que en el mundo se están organizando gigantescas unidades”. Decía el llamado Presidente más pobre del mundo (hoy ex).

No puedo terminar estas líneas sin manifestar mi solidaridad con el fotoperiodista Ernesto Moreno, por la quema de su vehículo. Y aunque su magnífico trabajo se publica en esta casa editorial, no es de carácter gremial mi solidaridad, sino conciudadano, pues según entiendo, las investigaciones oficiales y las cavilaciones de la víctima apuntan a que el suceso no está relacionado con su trabajo.

Mi optimismo empedernido me hace pensar que el apoyo que su medio le ha brindado, así como la difusión a nivel local y nacional de su caso, ayudarán a que pronto se resuelva.

Sirva este lamentable suceso para recordar que no ha sido aclarado el ataque al domicilio del reportero Margarito Juárez de Página 24, ocurrido en septiembre de 2014. Ya antes, en diciembre de 2013, también había sido quemado su vehículo al que le colocaron luego ejemplares del periódico en el que trabaja. Algo se dijo en su momento, pero a pesar de las ventajas de la tinta y los micrófonos, la exigencia de una investigación seria, de la captura de los culpables y de protección de la víctima no fue tan contundente y resonante, como la que han encabezado taxistas y estudiantes cuando uno de los suyos ha sido afectado.

Pero no tendríamos que esperar cercanía con las víctimas para demandar justicia. Si para sentir la crisis esperamos hacerlo en carne propia será demasiado tarde. ■

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