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lunes, 12 mayo, 2025
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¿La infamia y la intriga persiguen a Ricardo Monreal?

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Por: BENJAMÍN MOCTEZUMA LONGORIA •

No escribo para quedar bien, o mal, con ningún político o con sus seguidores. Lo hago porque realmente así pienso. Tampoco ejerzo desde la militancia de algún partido político, ni desde la falsa neutralidad o imparcialidad que algunos creen que existe en los géneros periodísticos de opinión. La defensa de una apreciación es consustancial a defender el derecho a existir como pensante. El debate serio y respetuoso, en todo caso, es una práctica que conviene promover. Ayuda al ajuste de apreciaciones y reflexiones. Es una forma de exponer, lo que se piensa, al escrutinio y al razonamiento de los demás.

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La aclaración viene al caso cuando algunos reaccionan tildando de chairo, fanático, arrastrado o “chayotero” del gran “mesías”. Pareciera que no saben que a ese brillante y ejemplar ciudadano al que ellos llaman “mesías” no acostumbró dar “chayotes”. Tampoco se resignan a aceptar que se ha retirado de la vida pública, hacerlo les significa reelaborar el discurso y en eso son tan fanáticos que sólo repiten frases sin reflexionarlas y sin entender su significado histórico.

Eso también es válido en una fracción del movimiento de transformación nacional, particularmente en Zacatecas. Donde el cansancio a la imposición, a la ausencia de vías democráticas desde la institucionalidad y a la imposición vertical y autoritaria del añejo PRI promovió en 1998 una falsa alternancia política caracterizada por la ausencia de un proyecto de transformación estatal y al enquistamiento de una familia, amigos e incondicionales usufructuantes del poder local. Todos girando en torno al eterno legislador federal Ricardo Monreal, siempre confundiendo el proyecto con la persona, en la ausencia de un programa transformador.

De Ricardo Monreal, hemos escuchado la afirmación de que se ha entregado y sacrificado por el movimiento que, con Andrés Manuel López Obrador a la cabeza, llevó a la creación del partido MORENA, al cambio de régimen y a sentar las bases de una Cuarta Transformación. Afirmación paradójica cuando resalta que durante varias décadas ha estado en el ejercicio gubernamental, tanto como fuerza primaria o como opositor. Siempre se le han pagado con cargos público a él y a su dinastía. Incluso en aquellos casos en que el propio AMLO no resultó beneficiado en lo personal, porque se trataba de impulsar un programa de cambio, no de alcanzar un cargo público.

Cierto que, en el esfuerzo que los jerarcas priístas hicieron por defender su “derecho” a imponer como gobernador a José Marco Antonio Olvera Acevedo, inventaron el llamado “expediente negro”, del que casi nada conocemos pero que llegó a manos del propio expresidente López Obrador, cuando estando como dirigente del PRD le sugirieron, desde el gobierno priísta de entonces, vetar la candidatura de Monreal Ávila. Pero dijo, en una mañanera, que el expediente sólo contenía infundios y carecía de evidencias.

Desde entonces, muchas cosas se han dicho de Ricardo y familiares. Se les ha hecho mucha fama. El exgobernador de Zacatecas ha respondido que se trata de “la infamia”, nombre que lleva uno de sus libros. Y es recurrente que, cada que recibe críticas políticas hable de intriga e infamias. Lo más reciente sucedió hace días cuando el coordinador de la bancada de MORENA en el Senado de la República, Adán Augusto, acusó que en esa cámara se tenía una larga tradición de contratos mal habidos y que ya se investigaba y se presentarían las denuncias correspondientes. Nunca mencionó al diputado federal Ricardo Monreal, coordinador de MORENA en la cámara baja, pero se puso el saco y dijo que en su vida política siempre lo ha perseguido la intriga y la infamia.

Las frases del líder principal de los Monreal permean hacia sus demás hermanos metidos en la función pública. Si acaso podríamos observar que el actual gobernador, David Monreal Ávila, añadió al vocabulario familiar la frase de “la herencia maldita” para referirse al fenómeno de la violencia y la inseguridad. ¡Ah! Y el concepto de “la gobernanza”, de la que muchos dicen que, valorando los resultados, era mejor el de la gobernabilidad democrática.

Lo que sí no son infundios, ni infamias, es la alianza que tuvo con Sandra Cuevas en el DF, provocando la pérdida de varias delegaciones. Tampoco lo es que, mientras AMLO luchaba por el fortalecimiento de MORENA, Ricardo dividía al engrosar las filas del abortado partido “Fuerza por México”. Luego se mostró apoyando a sus candidatos con el indudable debilitamiento a MORENA.

En su lucha por la Jefatura del Gobierno de la Ciudad de México, ventiló reuniones con partidos de la derecha. Le importaba el cargo, no el programa. No es infamia su coqueteo con la oposición, durante las precandidaturas por la sucesión presidencial y al hablar de “la reconciliación”. Obvio, con los contarios a la Cuarta Transformación. 

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