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sábado, 21 junio, 2025
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■ Es una figura clave en la literatura mexicana

El legado de López Velarde perdura como símbolo cultural y una fuente de inspiración

■ El poeta jerezano marcó la transición hacia la modernidad literaria en el país

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Por: Jaqueline Lares Chávez •

Ramón López Velarde es una de las voces más importantes de la literatura mexicana, cuya obra marcó un puente entre las tradiciones clásicas y las innovaciones del modernismo. Originario de Jerez, Zacatecas, su vida y trayectoria reflejan una profunda conexión con sus raíces provincianas y un compromiso con la exploración de la identidad nacional. 

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De acuerdo con la Enciclopedia de la Literatura en México, Ramón López Velarde nació el 15 de junio de 1888 en Jerez, Zacatecas. Fue el primogénito de nueve hermanos, hijo del abogado José Guadalupe López Velarde, originario de Jalisco, y de Trinidad Berumen Llamas, perteneciente a una familia local de terratenientes. Su nombre completo registrado fue José Ramón Modesto López Velarde Berumen.

El pequeño pueblo de Jerez, donde transcurrió su infancia, mantenía a finales del siglo XIX un ambiente rural y cerrado. En 1894 inició sus estudios en el Colegio Morelos, donde sus compañeros lo recordaban como un joven reservado, serio y discreto. Durante esos años también entabló amistad con Eloísa Villalobos, quien más tarde aparecería en sus escritos.

En 1898, tras el nombramiento de su padre como notario público, la familia se trasladó a Aguascalientes. A los diez años, Ramón estudió brevemente en una escuela dirigida por Angelita Díaz Sandy para luego continuar su formación en el Colegio de San José, bajo la tutela del maestro Sóstenes C. Olivares.

En 1900 ingresó al Seminario Conciliar y Tridentino, donde cursó humanidades y fue reconocido por su dedicación y conducta ejemplar. Posteriormente, continuó en el Seminario Conciliar de Santa María de Guadalupe, donde, gracias a sus méritos académicos, fue admitido en la prestigiosa Academia Latina de León XIII.

Hacia 1903, motivado por sus sentimientos hacia Josefa de los Ríos, comenzó a plasmar sus emociones en textos literarios, visitándola en Jerez durante las vacaciones. En 1904 inició su colaboración en el semanario El Observador, dirigido por Eduardo J. Correa, quien publicó sus primeros escritos en la sección Lira aguascalentense y con quien mantuvo una amplia correspondencia. En 1905 apareció su primer poema publicado, titulado A un imposible.

Ese mismo año concluyó su paso por el seminario e ingresó al Instituto de Ciencias de Aguascalientes. En 1906, junto a jóvenes escritores como Enrique Fernández Ledesma y Pedro de Alba, fundó la revista literaria Bohemio, que publicó nueve números antes de disolverse; el propio López Velarde recordó años después el cierre de esta publicación con cierto tono irónico. En dicha revista firmó algunos textos bajo el seudónimo Ricardo Wencer Olivares.

En 1907 se trasladó a San Luis Potosí para estudiar Derecho en el Instituto Científico y Literario, donde continuó su actividad como articulista en periódicos y revistas regionales, consolidándose como una voz crítica en literatura y cultura.

Posteriormente, según el portal México Desconocido, en 1916 publicó su primer libro de poesía, La sangre devota, dedicado a los poetas Manuel Gutiérrez Nájera y Manuel José Othón. Esta obra refleja su añoranza por la provincia, un fervor espiritual y un homenaje a Fuensanta, musa de sus primeros versos.

Fuensanta era en realidad Josefa de los Ríos, oriunda también de Jerez y ocho años mayor que López Velarde. Aunque nunca sostuvieron una relación amorosa formal, su influencia platónica fue profunda y determinante. Josefa falleció en 1917.

En 1919 apareció su segundo libro, Zozobra, que marca una evolución en su estilo y temática, mostrando las tensiones y dificultades de la vida urbana, denominadas por el poeta como “flores de pecado”. Para entonces tenía 31 años y seguía soltero.

A pesar de las adversidades,
en 1921 compuso uno de sus
poemas más emblemáticos:
Suave patria, que se ha convertido
en un símbolo del amor y
la complejidad nacional.

Un amigo de la escuela de Derecho, Manuel Aguirre Berlanga, entonces secretario de Gobernación, lo invitó a trabajar con él. Sin embargo, tras la rebelión que depuso al presidente Carranza en 1920 y su asesinato, López Velarde perdió su empleo y decidió distanciarse de la política. A pesar de estas adversidades, en 1921 compuso uno de sus poemas más emblemáticos, Suave patria, escrito en honor al aniversario de la Independencia de México, y que se ha convertido en un símbolo del amor y la complejidad nacional.

La suma de fracasos personales y profesionales afectó profundamente su salud y ánimo. El 19 de junio de 1921, a los 33 años, murió en un departamento ubicado en la avenida Jalisco, Ciudad de México, víctima de neumonía y pleuresía. El crítico José Luis Martínez apuntó que su fallecimiento fue causado por “dos fuerzas malignas de las ciudades”: el frío intenso de una noche sin abrigo y una profecía de muerte por asfixia que le había hecho una gitana.

Tras su muerte, su poesía fue recopilada en el libro Son del corazón, mientras que su prosa, que incluye críticas literarias, retratos y recuerdos, fue reunida por Enrique Fernández Ledesma en la obra titulada El minutero.

Ramón López Velarde es pues una figura clave en la literatura mexicana, reconocido como el poeta que marcó la transición hacia la modernidad literaria en el país. Su obra, profundamente arraigada en la identidad y el paisaje de Zacatecas, refleja con sensibilidad la nostalgia por la provincia y el espíritu mexicano. En Zacatecas, su legado perdura como símbolo cultural y fuente de inspiración, consolidándose como uno de los grandes poetas nacionales que supo unir lo regional con lo universal en su poesía.

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