La economía no retomará el crecimiento mientras persistan las altas tasas de interés y el peso sobrevalorado que abarata el dólar y las importaciones que desplazan a la producción nacional. Tampoco creceremos de continuar los recortes presupuestales encaminados a alcanzar la llamada austeridad fiscal republicana y el no crecimiento de la deuda. La deuda en si no es mala si se canaliza a incrementar la capacidad productiva y el empleo, que redundaría en aumento del ingreso nacional que le permitiría al gobierno recaudar más para pagar la deuda. Para que la inversión privada se incremente y genere empleos, la economía tiene que ofrecer expectativas de crecimiento y de ganancias y el problema es que las políticas predominantes antes señaladas, actúan en detrimento del crecimiento de la demanda, del sector productivo y si en cambio generan ganancias en el sector financiero, por lo que el capital fluye a dicho sector y no a la inversión productiva. Ello, además de frenar el crecimiento económico, ha acentuado la desigualdad del ingreso y de la riqueza.
La libre movilidad de mercancías y capitales actúa a favor de las empresas transnacionales, como de la banca internacional que incrementan su presencia en el país. El libre comercio y el dólar barato afectan el ingreso de las empresas productivas al no ser competitivas, lo que aumenta sus niveles de endeudamiento y les reduce su capacidad de inversión. El crecimiento de importaciones aumenta el déficit de comercio exterior y los requerimientos de entrada de capitales, que hace que la política económica aumente la tasa de interés y sigan los recortes presupuestales (para asegurar el pago de la deuda) para promover entrada de capitales, por lo que se deja de tener política económica a favor del crecimiento, y de ahí el contexto de estancamiento con inflación que enfrentamos.
La alta tasa de interés incrementa el costo del servicio de la deuda y reduce la capacidad de gasto e inversión de las empresas deudoras, lo que lleva a la desindustrialización. Los productores agrícolas de granos básicos son afectados tanto por la alta tasa de interés, como por las importaciones baratas derivadas del dólar barato que los desplaza, lo que ha llevado a que importemos más del 50% de los granos básicos que consumimos. La alta tasa de interés favorece el ingreso y riqueza del sector bancario-financiero, que no produce empleos y no invierte en el sector productivo. El gobierno no cuestiona las altas tasas de interés del banco central y no regula al sector bancario, permitiéndole obtener altas ganancias a costa de la descapitalización del propio gobierno, de las empresas no financieras y de las familias.
Mientras que la política no se encamine a generar ganancias en el sector industrial y agrícola, la inversión no fluirá a tales sectores, por lo que seguiremos sin crecimiento, ni generación de empleos bien remunerados. Para que se configuren condiciones que promuevan la inversión en los sectores productivos, se tiene que dejar de lado a las políticas neoliberales que han actuado en contra de dicho sector.
Hay que recordar que la economía mexicana creció de 1939 a 1981 al 6.4% promedio anual debido a que estaba regulada por el gobierno. El banco central era una institución del gobierno y éste controlaba la moneda y se financió muchos años con ella para el impulso de los sectores estratégicos y la infraestructura que eran de la nación. Había política proteccionista que impedía la entrada de importaciones de los productos que eran producidos internamente, para asegurar ganancias para impulsar la inversión. Había política industrial y agrícola que otorgaba créditos baratos y subsidios a dichos sectores. Se regulaba el movimiento de capitales, lo que permitía trabajar con bajas tasas de interés y el gobierno gastaba más que sus ingresos para el impulso de la economía y del empleo, sin que ello originara inflación, ni prácticas especulativas de salida de capitales, tanto porque estos eran regulados, como porque el sector productivo ofrecía opciones de rentabilidad que estimulaba la inversión en dicho sector. El sector bancario era regulado. Había cajones crediticios a favor del sector agrícola, como del sector manufacturero. La banca era funcional al desarrollo productivo y a la dinámica económica del país.
Con el neoliberalismo pasaron a predominar las políticas que favorecen al gran capital, tanto financiero, como las empresas transnacionales. De ahí las políticas macroeconómicas de “estabilidad” (austeridad fiscal, alta tasa de interés y dólar barato) y de desregulación financiera y del sector externo, que reducen el tamaño y participación del gobierno en la economía y favorecen al sector financiero. Tales políticas, en vez de estabilizar la economía la desestabilizan, pues actúan contra la producción nacional e incrementan las presiones financieras sobre el sector público y privado, como sobre el sector externo y aumentan los problemas de endeudamiento y de incapacidad de pago de la deuda.
El sector bancario tiene que ser regulado, lo que pasa por reducir las comisiones, como las tasas de interés y sus prácticas especulativas que han llevado a que el sector productivo y las pequeñas empresas dejen de ser sujetas de crédito, el cual lo canalizan a financiar el consumo y a las tarjetas de crédito a altas tasas de interés, aprovechando los bajos ingresos de las familias que tienen que recurrir al crédito para satisfacer sus necesidades de consumo. Los individuos, además de ser explotados por el empresario donde trabajan, son explotados por el sector bancario. Se tiene que regular al sector bancario-financiero para que no siga descapitalizando a los deudores y actúe a favor del sector productivo y a la generación de empleo. La sociedad tiene que preguntarse si quiere que siga la política económica a favor del sector bancario, o quiere que se favorezca el sector productivo y la generación de empleo bien remunerado. Cabe señalar que nada de esto ha sido considerado por los que quieren gobernar el país durante su campaña y debates.