La Gualdra 656 / Cine
En reiteradas ocasiones se ha afirmado que el cine de animación es un medio expresivo que va más allá del mercado infantil, con la posibilidad de abarcar un sinfín de temas y cuestiones que resuenan de manera universal. El segundo largometraje del australiano Adam Elliot, luego de la elogiada Mary and Max (2009), confirma dicha afirmación, pues se trata de un detallado y compasivo retrato sobre personas marginadas o “diferentes” a los ojos de los demás; individuos que, por más que lo intenten, no terminan de encontrar su lugar en el mundo.
Realizada en animación cuadro por cuadro con figuras de arcilla, Memoir of a snail (2024) toma lugar en Melbourne durante la década de los 70 y narra la historia de Gracie (Sarah Snook), una chica introvertida e insegura que vive obsesionada con todo lo que tenga forma de caracol. La acompañan su hermano gemelo, Gilbert (Kodi Smith-McPhee), un chico tan comprensivo como temperamental, así como su padre, Percy (Dominique Pinon), un malabarista francés que se encuentra parapléjico y que ha caído en el alcoholismo. La madre de Gracie y Gilbert murió durante el parto y tiempo después el padre también fallece por apnea del sueño. Es por esto que ambos hermanos, luego de haber pasado cada momento juntos, son adoptados por diferentes familias y separados por primera vez en su vida.
El filme va hilando su narrativa a partir de flashbacks que rememora una Gracie adulta. La mayoría de los momentos que recuerda son tan comunes y mundanos como los de cualquier persona, pero van acompañados por un intenso sentimiento de pérdida, abandono y soledad. A manera de voz en off la protagonista detalla el impacto psicológico que estas experiencias han dejado en su persona, haciendo que cada vez le sea más complicado relacionarse con otros de manera afectiva.
En ese sentido, Elliot centra su atención en la ausencia del núcleo familiar, ya sea por mera negligencia, o simplemente como el producto de tragedias que resultan tan inevitables como aleatorias. Y es en ese punto de la narración cuando la metáfora visual del caracol encerrado en sí mismo, dentro de su propio caparazón, resuena con mayor intensidad.
Si bien la película mantiene un tono pesimista en la mayoría de su metraje, el director se apoya en diversos recursos para hacer que la experiencia en conjunto resulte mucho más digerible, divertida y hasta cautivadora. La cinta tiene un sentido del humor irónico y mordaz, cuya irreverencia se encuentra más encaminada hacia el público adulto. También cuenta con personajes secundarios notables, que se presentan en diferentes momentos en la vida de ambos hermanos y que, de una manera u otra, les otorgan todo tipo de lecciones y enseñanzas, tanto buenas como malas.
Tal vez el aspecto más llamativo del filme sea que, con todo, Elliot no busca explotar la miseria de sus personajes, sino que apuesta por una mirada realista y auténtica ante ese sufrimiento inevitable e inherente a la experiencia humana. El australiano resalta cómo es que la esperanza puede surgir de los rincones más oscuros, en momentos donde la empatía, el cariño y el amor perduran por encima de cualquier otro sentimiento. De tal forma, Memoir of a snail es una historia sobre confrontaciones internas y el reconocimiento de que todas las experiencias, por muy dolorosas o felices que sean, son las que forjan el camino y definen la identidad de cada individuo. Tal y como lo expresa una de las tantas personas que se cruzan en la vida de Gracie: “La vida sólo se puede entender hacia atrás, pero hay que vivirla hacia adelante”.