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miércoles, 24 abril, 2024
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La Pugna Hoyos/Romero (2)

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Por: LEONEL CONTRERAS BETANCOURT •

Volviendo al conflicto que se suscitó entre el maestro Miguel Ángel de Hoyos y Bartolomé Romero en una de las escuelas de primeras letras a mediados de la última década del siglo 18 en la ciudad de Zacatecas, encontramos que el incidente que terminó con la paciencia del comerciante ocurrió cuando el maestro despachó a los hijos de aquel con todo y sus “lecciones”. No conforme, de paso le mando decir que ya no los enseñaría a leer y que él, como su padre que era, lo hiciera en su casa.(1)

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El acusador no menciona que tipo de hijos tenía. Nos asalta la duda en función de que sólo sabemos su versión. Desconocemos si el maestro no les ponía la atención debida, o si era incompetente para enseñarles lo que estaba en sus funciones hacer.

Ante tal situación, el denunciante al presentarse ante el cabildo, sensible por lo que ocurría en la escuela y reprobando la conducta del maestro Hoyos, no cesaba de quejarse mencionado que: “[…] este es el pago que saqué yo del infatigable celo que tuve, y V.S. le consta, para la construcción de la referida escuela, por cuyo hecho me he visto precisado a hacerlo a V.S.” (2)

En el ánimo del quejoso, según menciona, no sólo estaba denunciar las irregularidades que había observado en la escuela. En el fondo, como el mismo lo dice, se sentía traicionado y reclamaba ciertos privilegios como haber facilitado la casa para el inmueble educativo. Orgulloso de suyo, no aceptaba que el maestro le expulsara a sus hijos y de paso le diera la tarea de enseñarlos a leer. Reconocía que lo correcto sería que sus hijos volvieran a la escuela, aunque de poco les serviría pues, “aseguro que con verdad que la tabla (se refiere quizá a las tablas o algunas de las tablas de las operaciones básicas que se enseñaban en el ramo de aritmética o “cuentas”) y lo poco que sabían leer, allí lo olvidaron”.(3)

A don Bartolomé, teniendo ya el pleito cazado con el maestro, nada ni nadie le hacía cambiar la inutilidad del trabajo de éste. No conforme con los agravios que el maestro Hoyos había causado a su persona, exigía ante el órgano municipal, que los “gravísimos perjuicios” debería pagarlos, ya que los daños en algunos niños eran más que palpables.

A la vez se erigía -desde entonces ya los había-, en un defensor de la escuela pública y su carácter gratuito. En su alegato se dibujaban algunos rasgos de la desigual sociedad zacatecana de la época. “[…] porque no a todos los que Dios mío hizo el beneficio de ser decentes les dio bienes de fortuna para que paguen al maestro, y lo segundo, porque particularizando a los de paga, precisamente son abandonados, los pobres infelices. Y es claro, que los que dotaron estas escuelas fue con el fin de que los pobres lograsen por este medio, lo que no podían conseguir con el otro; si el maestro quiere cobrar semanario que largue la escuela y la ponga de particular y entonces sus padres podrán usar de sus vocearías (sic) sin perjuicio de los demás. Ya no sólo se cobra por voluntad de los padres de los niños, sino por fuerza.”(4)

Pero, el maestro acusado por el comerciante, ¿Cobraba por parejo a todos los alumnos sin importar la condición económica de sus padres? Por lo que se menciona en una de las citas de arriba: “…la graduación de los decentes allí se estima no en cuanto a calidad sino cuanto a la cantidad”, parece que sí.

Entre las pruebas que don Bartolomé Romero esgrimía para darle sustento a su acusación, el testimonio que para este asunto nos ocupa, menciona que el comerciante se enteró que el hijo de un tal Bermúdez le pagaba semanario. Pero el maestro, no conforme con ello, le pidió prestadas unas hebillas de plata y al acudir a pedírselas no quiso devolvérselas, pretextando que aún con ellas, le seguía debiendo. (Continuará…). ■

Referencias:
AHEZ. Archivo Histórico del Estado de Zacatecas.
1 AHEZ, “Acusación de Bartolomé Romero contra Miguel de Hoyos, maestro de escuela de primeras letras”, 1795, fjs. 1v. y 2.
2 Loc. cit., f. 2.
3 Ibid., fe. 2
4 Ibid. fjs. 2 y 2.v.

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