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viernes, 19 abril, 2024
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¡Stefano, vieni quá!, el maestro en la cocina

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Por: Stefano Iacono •

La Gualdra 488 / In memoriam Juan Manuel de la Rosa [1945-2021]

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Un día de verano conocí a mi querido amigo Juan Manuel de la Rosa, estábamos en el café San Patrizio y empezamos a platicar de arte y cocina; él era muy educado, preparado y le encantaba mucho bromear, pronto hicimos una conexión muy hermosa. Ese día lo invité a comer en mi restaurante, le preparé algo sencillo de mi tierra (Sicilia) y le encantó.

Desde ese día regresó a comer conmigo. Siempre llegaba gritando: ¡Stefano, vieni quá! Escucharlo me daba mucha felicidad. Me decía: “Prepara lo que tú quieras”, y siempre se ponía feliz con mi comida; me contaba que uno de sus sueños era haber sido chef y yo le respondía “pero qué bueno que eres artista”, porque su obras son increíbles.

Hablábamos de su viajes por Italia, Japón, Venezuela y Colombia, y me compartía muchas anécdotas, era un placer escuchar su historias porque era un libro abierto. Un día me invitó a su tierra, Sierra Hermosa -a la que se refería como un lugar mágico, con gente llena de amor-, acepté la invitación; me preguntó que qué necesitaba para para cocinar allá y yo le contesté que un horno. Cuando llegué a Sierra Hermosa había mucha gente esperándome; todo era armonía y paz, personas sonriendo felices y con ganas de estar juntos; recuerdo que el maestro me presentó a los niños y luego me llevó a ver el horno que habían construido por la ocasión: me quedé sin palabras.

Preparamos pizzas, lasagnas, gnocchi y más platillos; fue increíble el aire de fiesta que había en este lugar precioso, gracias al maestro conocí su hermosa tierra. Él estaba contento porque veía que los niños estaban muy felices cocinando. Nuestra amistad fue muy bonita; fue como un padre para mí.

Hay muchas historias que se quedarán en mi alma y en mi corazón; pero comparto ahora una anécdota: un día llegó con ratas de campo a mi restaurante porque esa noche tenía una cena muy importante; me dijo: “Stefano, cocínalas, pero a mis invitados les vas a decir que son conejos”, así lo hicimos; recuerdo que sus invitados estaban felices por comer “carne de conejo”. Al terminar la cena, el maestro me llamó y me pidió que les dijera la verdad; les expliqué que en realidad había cocinado rata de campo; recuerdo las risas de todos y en especial la del maestro, cuando les decía: “Si les hubiera dicho que era rata de campo de seguro no se la comían”. Era un genio. Voy a extrañar mucho su voz cuando llegaba diciendo ¡Stefano, vieni quá! Voy a extrañar mucho sus llamadas, sus abrazos; gracias por ser mi amigo y ser como un padre para mí. Arrivederci, caro amico mío, Juan Manuel de la Rosa.

 

 

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