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viernes, 29 marzo, 2024
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Adaptarse o morir

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Por: Mario Murillo •

Hace más de 66 millones de años, un asteroide se impactó contra la tierra en la península de Yucatán. El choque, según el panel internacional Science, en el año 2010, fue provocado por una gran roca de al menos 15 kilómetros de diámetro, el cual marcó un cráter de más de 200 kilómetros cuadrados. El fenómeno al instante ocasionó la muerte de miles de especies marítimas y terrestres que se encontraban en el lugar. El impacto, por sí mismo, no fue el culpable de la extinción de más de tres cuartas partes de los seres vivos de ese entonces, sino por todos los estragos que trajo tras de sí: se levantaron capas de tierra y restos rocosos que impedían el paso de luz, hubo cientos de erupciones que causaron lluvia ácida y disminución de la temperatura, tsunamis y muerte de flora en general. Los animales más grandes y pesados fueron los que no sobrevivieron, les resultó más difícil huir de los estragos del fenómeno en comparación con otros más pequeños y ágiles. El factor alimenticio fue clave, mientras los dinosaurios más grandes necesitaban volúmenes de comida, los más pequeños se satisfacían con muy poca.

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En torno a la segunda guerra mundial surgieron una serie de fenómenos económicos y empresariales que cambiaron el rumbo de la historia moderna. La necesidad de mejorar el transporte de las personas premiaba la idea de que los móviles no fueran arrastrados, sino empujados por motores mecánicos más eficientes. Bentley y BMW, antes de ser fabricantes de automóviles, dedicaban sus tareas a la creación de fusiles y motores para aeronaves, el fin de la guerra los llevó a diversificar sus negocios para no declararse en banca rota. La marca alemana Porsche, previo a la segunda guerra mundial, producía maquinaria de cultivo y era una importante firma consultora y productora de mallas electrificadas para la milicia y armamentos de guerra, la marca tuvo la valiente decisión de entrar a la industria automotriz para evitar su fracaso comercial.

En referencia a la era mesozoica y la desaparición de los dinosaurios en el periodo cretácico, el mundo entendió que en tiempos de desastres naturales no son los más grandes ni los más fuertes los que sobreviven, sino los más eficientes, los que con menos recursos puedan sobreponerse a la adversidad, los que pueden moverse más rápido.

Sobre la segunda guerra mundial, quedó demostrado que las tragedias traen oportunidades, y que las empresas que perduran exitosamente a través del tiempo no son las de mayor facturación, sino las que logran entender las necesidades del mercado y actuar en consecuencia.

Los efectos que la pandemia está dejando tras de sí, exigen una nueva visión en relación a los sistemas, órdenes de vida, y los órdenes administrativos. Al día de hoy, el enorme reto que representarán, por ejemplo, los cambios de gobierno en todos sus niveles, es una oportunidad para redirigir el enfoque con el que se habían llevado a cabo la gestión de políticas públicas, en donde la reingeniería administrativa y el enfoque humano jueguen papeles protagónicos en la práctica, y no demagógicos en los discursos.

En tiempos de crisis vale más ser ágil y eficiente, que grande y fuerte.

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