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viernes, 29 marzo, 2024
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Somos.

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Por: JÁNEA ESTRADA LAZARÍN •

Editorial Gualdreño 486

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En épocas recientes, el tema del narco ha sido más que recurrente no solo en las series de televisión, sino en la literatura, la música, el cine y las artes plásticas. Si el arte es el reflejo de su tiempo, este es un triste ejemplo. En un principio, cuando este tipo de temas eran abordados generaba una cierta curiosidad saber cómo era ese mundo tan ominoso porque hasta cierto punto lo sentíamos lejano; es decir, sabíamos de hechos violentos, de conflictos entre “buenos y malos”, escuchábamos corridos en los que se hablaba de un supuesto “heroísmo” de quienes protagonizaban estas historias y había, me atrevo a decirlo, una tendencia a considerar hasta cierto punto “admirables” a quienes se atrevían a desafiar las leyes,  y a un sistema en el que los políticos y poderosos estaban por un lado y el pueblo del otro (y cada vez más separados). Una visión así de maniquea hacía que, hasta de manera ingenua, se llegara a considerar que este tipo de problemas era más bien un asunto “de películas y canciones” y que ocurrían lejos de nosotros.

Con el paso del tiempo, comenzamos a identificar que esos temas no estaban tan alejados de nuestro entorno inmediato como suponíamos; a lo lejos -pero no tanto- empezamos a darnos cuenta de que los problemas relacionados con esas situaciones que anteriormente solo aparecían en la tele o se escuchaban en corridos norteños eran reales y cada vez más cercanos. Dolorosamente nos dimos cuenta de que las enormes y crecientes brechas de desigualdad propiciaban cada vez más que las personas tomaran el camino inadecuado, decían que el “camino fácil” era ese. Las ciudades, nuestras ciudades, sobre todo en el centro norte del país comenzaron a padecer una nueva realidad, una pandemia que no se frenaba con vacunas ni con cubrebocas. Todo el mundo sabía que el problema existía y que estaba cada vez más cerca. Los primeros hechos violentos de esta naturaleza paralizaban ciudades enteras, aunque se dieran en colonias alejadas; luego, eso se fue haciendo cada vez más común: ¿Son fuegos artificiales o balazos?, silencio, las noticias llegaban, parábamos un rato de nuestras actividades diarias y luego… a continuar. Hemos ido construyendo una realidad en la que todos somos: Todos “Somos.” vulnerables.

“Somos.” -así con punto final”, es una serie televisiva que recién se estrenó en Netflix y aborda un hecho sin parangón por los niveles de destrucción y deshumanización vividos en una ciudad llamada Allende, en el vecino estado de Coahuila hace apenas una década. La serie, sin embargo, no muestra una tendencia a la heroización de los personajes que están fuera de la ley. “Somos.”, de manera afirmativa, le da voz a los que por diferentes circunstancias estuvieron ahí; esa polifonía de voces que narran lo que ahí sucedió es la de seres humanos comunes y corrientes que por azares del destino les tocó vivir en esa comunidad. Créame, esta serie por más aterradora, cruenta, desgarradora y perturbadora -porque es así- es muy buena y vale la pena ser vista por varias razones.

En solo 6 capítulos y manejando diferentes planos temporales, el director logra contar una historia bien estructurada, estupendamente actuada y sin menoscabo de recursos técnicos ni audiovisuales. Creada por James Schamus, la serie tiene como guionistas a Monika Revilla y Fernanda Melchor y está basada en el artículo de Ginger Thompson “Anatomía de una masacre”; la dirección estuvo a cargo de Mariana Chenillo y Álvaro Curiel. Destacan las actuaciones de Mercedes Hernández, como doña Chayo; Jesús Sida, como Paquito; Armando Silva, como Héctor; y de Antonio López Torres, como César; pero en realidad, el trabajo de casting realizado por Bernardo Velasco es extraordinario.

El personaje de César, interpretado por el artista zacatecano Antonio López Torres, es uno de los que más impacto me causó por lo bien construido que está. Sus apariciones en la serie son esporádicas en el desarrollo de la historia, pero en torno a él están todos los miedos acumulados, porque son reales; ya no son esos que intuíamos al ver las películas de los Almada en los 90, son los de este siglo que lleva ya dos décadas completas de violencia y que nos hacen afirmar también: “Somos”. Véala.

Que disfrute su lectura.

 

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