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viernes, 19 abril, 2024
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‘Si te dicen que caí’, de Juan Marsé

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Por: Miguel Ángel De Ávila González •

La Gualdra 467 / Narrativa / Libros

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Sostiene Jorge Enrique Adoum (Entre Marx y una mujer desnuda, Siglo veintiuno editores, segunda edición 1978)) que un escritor es un secretario de actas de su tiempo, de ahí que Juan Marsé refleje en sus principales novelas (Si te dicen que caí, Últimas tardes con Teresa y La muchacha de las bragas de oro; premios Cervantes 2008 y Juan Rulfo 1997) las vicisitudes por las que atravesó en su infancia y juventud.

Nació en el seno de una familia humilde sumida en la penuria y el hambre provocada por la guerra civil (1936-39). Cuando apenas empezaba a dejar la niñez, la situación de precariedad de la familia lo obligó a buscar su primer trabajo. Para saciar el hambre, trabajó en lo que pudo, lo que le permitía ganar alguna moneda para llevar algo a su casa. Su tiempo libre lo empleaba en leer; era grande su desesperación por la falta de luz en un país sumido en las tinieblas de la dictadura franquista en la que se desarrolló. Carecía de los enseres de higiene más elementales.

Mientras trabajaba de peón, tostador de café, mesero u orfebre de joyas en el mercado, también escribía e iba construyendo su universo literario en el que siempre estaba su ciudad, Barcelona, pero también su época, la de su niñez y juventud atribulada y doliente de la posguerra.

Cuando nació, su madre murió. Tuvo que ser adoptado por instituciones públicas, lo que lo habilitó para desarrollar destrezas que le permitieron viajar y conocer la vida de París. Volvió a Barcelona en 1962 con la certeza de que su vocación era, sin lugar a dudas, la escritura, y comenzó a trabajar como periodista.

Dos décadas después escribe Si te dicen que caí, que construye mediante la técnica de las aventis, historias de aventuras que los niños (Java, Sarnita, El tetas, Amén y Mingo) narraban para entretenerse; chismes de barrio mezclados con lo que escuchaban en casa; todo aquello que les sirviera para urdir la trama de una historia maravillosa e inverosímil que los alejara de las privaciones de su cotidianidad y crear un universo al que pudieran asirse para evadir el mundo hostil en el que vivían.

Muchos niños de esta generación se crearon en las calles en una libertad que fue carencia primero y paraíso perdido después, la Barcelona de los perdedores, la de los chavales haciendo recados por unos centavos. Los odios aún frescos de la guerra, la miseria y la sordidez convierten a estos personajes en microcosmos de la postrada España del franquismo.

Marsé ha expresado que sus intenciones no eran políticas sino autobiográficas. Pretendía con este libro pasearse otra vez por su infancia, evocar el ayer, iluminar unas vivencias que en parte determinaron sus inclinaciones, su pesimismo, su moral, sus manías, sus temores, deseos y fantasías.

Marcos -oculto en la trapería- y Conrado -el mirón-, dos derrotados que contemplan la vida por un agujero; el uno perseguido por sus compañeros de armas y el otro con una bala en el espinazo simbolizan la totalidad de la sociedad española que sufre las consecuencias de la victoria del bando nacional.

La inserción de una obra teatral dentro de la novela interpreta analógicamente el sentido de la ficción. El alférez Conrado dirige en la cripta de la iglesia en ruinas la interpretación de una obrita de temática bíblica de la que solo conocemos una escena. El combate de Luzbel, el diablo con el arcángel San Miguel, pobremente representada por los hijos de los vencidos en la guerra, desprovistos de preocupaciones espirituales y que no entienden bien la letra del texto que declaman.

Retrata la historia de un grupo de jóvenes de un barrio pobre, los muchachos de la posguerra que compartieron con Marsé las calles leprosas y los juegos atroces, el miedo, el hambre y el frío. Las estrecheces económicas y la represión que habían vivido durante su infancia y que siguió vigente bajo el régimen franquista.

Ningún valor es auténtico, ninguna perspectiva se ve ofrecida al individuo en un ambiente en el que la mentira y la degradación con todas sus variantes tales como la prostitución, la corrupción, la perversión, la humillación parecen normas. Se deja también al descubierto el oportunismo y la hipocresía frecuente en algunos guerrilleros que emprenden acciones sin verdadera justificación política. Algunos de ellos se convierten en viles atracadores.

Marsé plasmó en sus páginas las consecuencias del conflicto bélico no solo en los planos político y social sino en el ánimo de los españoles que se veían obligados a aceptar todo tipo de trabajos, imposiciones, privaciones y migrar de una ciudad a otra en busca de oportunidades. La ciudad de Barcelona por cuyas calles vagan unos niños miserables es un reflejo de las ruinas dejadas por la guerra civil en las almas y los cuerpos deshechos del pueblo español.

 

 

* * *

Juan Marsé, Si te dicen que caí, Premio Novela México, Organización Editorial Novaro, primera edición, México, 1973.

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_467

 

 

 

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