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jueves, 25 abril, 2024
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Cubrebocas obligatorio ¿La solución?

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Parece una obviedad, pero por lo que se ve, no lo es para todos: una situación de emergencia requiere acciones de emergencia.

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Nadie lo planeó, indiscutiblemente, nadie siquiera previó que el mundo estaría pasando por una crisis de salud tan grande como la que hoy vivimos. Llegó, y sobre la marcha, o apenas poco antes de ella, se ha tenido que actuar en consecuencia haciendo malabares para hacer llevadera la pandemia.

A tiros y tirones ha pasado ya un año desde el primer caso en el mundo, y son ocho meses ya los que lleva México con declaración de emergencia sanitaria.

Algo tendríamos que haber aprendido en este tiempo, y sí lo hemos hecho, aunque por momentos no lo parezca. Hoy la letalidad en México ya pasó de 9.8% a 3%, ya hay mucho más equipo médico y camas hospitalarias que en marzo, y se ha contratado personal de salud de forma importante.

Del lado de la sociedad también se ha aprendido, el gel alcoholado, la sana distancia y el cubrebocas se han vuelto parte de nuestra vida cotidiana. Se piensa que la “gente no entiende” porque se ve en las calles y centros comerciales más gente de la que quisiéramos, pero basta profundizar en el tema para darse cuenta que sí es grande el porcentaje de gente que aún no vuelve al cine, sigue posponiendo su boda, y sale mucho menos de lo que desearía.

Quizá no es suficiente, quizá no a los niveles que quisiéramos, pero en alguna medida se hace. No puede cuantificarse cuánto porque por terrible que parezca la situación actual, podría ser peor si todas esas acciones no se llevaran a cabo. Es difícil medirlo, eso está claro. Puede saberse cuántos contagios se generaron en una fiesta por ejemplo, pero no puede saberse cuántos se evitaron al no hacerla.

La misma complejidad tendrá la ley que regula el uso de cubrebocas de forma obligatoria en Zacatecas. Es difícil pensar en indicadores concretos que puedan hacer ver cuántos contagios de covid se evitarán a partir de su implementación, y si reducen, será difícil probar que se debe a dicha ley.

Aún para quienes confían en la utilidad de la medida, -no es mi caso- es indiscutible que ésta llega tarde y de forma lenta. Se presentó ocho meses después de la declaración de emergencia, con el semáforo rojo a la vuelta de la esquina, y con la ocupación hospitalaria cerca del tope.

Además se presentó de forma atropellada y sin suerte. Tan pronto llegó a manos de los diputados la enviaron a comisiones donde la presión social, entre ellas la del Colegio de Médicos obligó a tratarla de forma acelerada, tanto, que en el pleno del Congreso local se confundió con la propuesta que la diputada Susana Rodríguez había presentado tres meses antes, que había sido ya aprobada y sin embargo no fue publicada.

La discusión de la iniciativa tardó horas. Con una pasión poco frecuente, los legisladores locales discutieron el tema, hicieron reservas, dieron debate. Así se logró que el monto de las multas por no usar cubrebocas disminuyera a menos de la mitad, y que se redujeran las horas de arresto de 36 a tan sólo 12 horas.

Pasó y se publicó un par de días después, aunque con algunas imprecisiones que llegaron a hacer dudar si la versión del periódico oficial es la misma que fue aprobada por la Legislatura.

Todo ello hubiera sido más rápido si en lugar de la vía legislativa se hubiera empleado un decreto gubernativo, según el decir del diputado Raúl Ulloa.

Aún hay más dudas que respuestas. En tiempos tan violentos e inseguros como los que pasamos, ¿las capacidades, el equipo y los recursos humanos de las fuerzas del orden se van a dedicar a levantar multas de 800 pesos a quien no traiga cubrebocas? ¿Podrán estas medidas coercitivas hacer más de lo que la presión social ya hace de por sí?

Cuesta creer que se podrá tener la rigurosidad suficiente para vigilar el uso de cubrebocas de gente que deambula, que puede ponérselo en un instante en cuanto ve un policía y quitárselo al siguiente en cuanto dobla la esquina.

Optimistamente supongamos que sí. Pero nos han dicho reiteradamente que los contagios se dan sobre todo en fiestas particulares y reuniones familiares en las que la gente se quita el cubrebocas, rompe la sana distancia y se descuida.

Pero nada se puede hacer, nos dicen, porque las autoridades no tienen facultades para intervenir. Tampoco las tendrán para multar por falta de cubrebocas en esa circunstancia, ¿o sí? ¿Entonces?

El medicamento no es congruente con el diagnóstico.

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