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jueves, 28 marzo, 2024
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El duelo

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Por: ADSO EDUARDO GUTIÉRREZ ESPINOZA* •

Me causa curiosidad cómo los perros se comunican entre ellos. A principios de noviembre, mi hermano decidió dormir a su perro salchicha, Cuco. Ya estaba enfermo y cansado por su padecimiento. Insuficiencia renal. Desde entonces, he vivido un pequeño duelo, por las implicaciones emocionales de la pérdida y la importancia que Cuco tuvo para mí. Mi hermano tiene un segundo perro, Pico. También salchicha. Lo rescató de la calle y desde entonces vive con él. Ambos perros, Pico y Cuco, se acompañaron durante años.

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Cuando los visitaba, prestaba atención a sus comportamientos. Bastante distintos. Cuco era más sociable y le encantaba jugar, a pesar de su condición y su edad (doce años). Pico es menos sociable, independiente y apartado de los seres humanos. Entendible: vivió años en las calles. De cualquier manera, ambos se llevaron bien. Cuco solía llevar la delantera, iniciaba los juegos —un par de ladridos acá, otros allá y un pequeño empujón. Pico no tiene tanta resistencia, debido a su condición y su edad (aproximadamente quince años). Sin embargo, ambos terminaban dormidos, de tanto jugar.

Con la muerte de Cuco, vi cómo Pico lo buscaba. Olía por todos lados y miraba siempre a la puerta. Quizás creyendo que su compañero, en cualquier momento, volvería para continuar los juegos que dejaron pendientes. Por supuesto, eso no va a pasar. En cierta ocasión, se acostó sobre una de las mantas que compartía con Cuco y me dio la impresión de que lloraba. En silencio. Sentí mucha pena. Estábamos los dos en una casa vacía y silenciosa, que en otro momento era ruidosa. Le tomé su cara y lo limpié. Presté mayor atención a sus ojos. Húmedos. Expliqué que su compañero falleció, pero aún así su transición no fue agresiva. Quiero creer que me entendió. Quiero creer que Pico supo que no estaba solo. Nos enfrentamos al dolor en distintas etapas de la vida. Unos salen más golpeados que otros, pero finalmente la experiencia con el dolor nos transforma de alguna manera.

En la primera semana, Pico olía cada rincón en donde su compañero estuvo. El aroma de Cuco siempre fue fuerte. No quiero decir que apestaba a suciedad. Su humor era bastante fuerte y característico, aunque no tengo palabras para describirlo. Solo sé que su aroma era agradable. Me tranquilizaba. A propósito de que los perros tienen el olfato más desarrollado, ¿cómo Pico percibiría el aroma de su compañero? Nunca lo sabré, no sé cómo mirar el mundo a partir de mi nariz. Sin duda, Pico olía cada rincón para rastrear las últimas huellas de su compañero, que en un momento van a desaparecer. Bastante crudo y desagradable. El tiempo y el mundo se mueven. Quiero creer que Pico lo sabe, a pesar de su caminar tan lento.

Los perros también necesitan la compañía de otros de su misma especie. El llamado de la naturaleza, en el sentido de la convivencia entre los propios animales. Los perros comunican, aunque sus medios son más efectivos con otros de su misma especie. Comprensible. En los seres humanos, la situación es similar. Comunicamos mejor con ciertos individuos, no necesariamente con la familia. Por desgracia, hay quienes tienen deficiencias en su comunicación. Múltiples razones y también comprensibles.

Ya en esta casa silencio, veo cómo Pico se comunica. Hace vibrar el suelo con sus patas, se siente y mira al frente. Inclina un poco la cabeza y luego se sienta, sin dejar de mirar. Suspira. Al mirarle así, yo me hago muchas preguntas, desde un a quién mirará un qué hay detrás de esa puerta. Espero que no sea alguna entidad sobrenatural. En algún momento, leí que los animales tienen formas peculiares para estar en contacto con lo sobrenatural, aunque no quise indagar al respecto. O un criminal. Dudo, por ejemplo, que haya ladrones que esperan frente a una puerta para at(r)acar. Cada que está así, me causa curiosidad y lo miro de cerca, aunque siempre termino cargándolo y verificar, otra vez, que sus uñas ya están largas. Como las de una bruja. Solo falta el disfraz y que sea nuevamente dos de noviembre.

La rutina estos días no ha variado, aunque me fijo más en los detalles que me permitan saber cómo los perros se comunican. Las abejas danzan y forman figuras en el cielo, cada una de ellas tiene un significado. Las aves graznan de una u otra manera para comunicar, por ejemplo, que el clima no es bueno para continuar el viaje. Los gatos maúllan y se restriegan en las piernas de las personas. Todo comunica, incluso este pedazo de papel o la pantalla de algún dispositivo electrónico en donde se encuentra esta columna.

Sin embargo, el domingo de la semana pasada todo cambió. Pico bajó para recibir a mi hermano. La puerta se abrió y entró Huesos, mi perra. Estaban sorprendidos. Se saludaron. Tenían tiempo sin verse. Quizás su presencia nos sirva para enfrentar el dolor. De otra manera. Menos terrible. Sin duda, más alegre y más amorosa.

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