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sábado, 20 abril, 2024
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Don Federico Sescosse

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Por: JÁNEA ESTRADA LAZARÍN •

Editorial Gualdreño 449

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“Transcurrían los años de 1925 a 1928, cuando los chicos de la Escuela Progreso salíamos de clases y nos desbandábamos por las calles y callejones del centro de la ciudad, y al recorrer el de San Agustín comenzamos a advertir, sobre el portón de herrería del maestro Canuto Fernández la presencia de una misteriosa figura humana labrada en cantera que en medio de un paisaje de árboles en bajorrelieve, exhibía a medias su cara destrozada y su extraño ropaje, junto a un cuartillo construido con tablas de cajones viejos”,[i] se refería así don Federico Sescosse al descubrimiento de la fachada lateral del ex templo de San Agustín, que en ese momento estaba semi-oculta pues el edificio completo había sido modificado desde muchos años antes.

El templo de San Agustín fue edificado a finales del siglo XVI, el tiempo y las “fuerzas destructoras del siglo XIX” como llamaba don Federico a las acciones del gobierno liberal, los problemas enfrentados por la Iglesia y la pasividad del pueblo, propiciaron que el esplendor de este edificio fuera destruido en su mayoría; lo poco que pudo salvarse de la destrucción, por otro lado, había sido ocultado por las nuevas construcciones que sobre el edificio original habían sido concebidas. Este es el escenario con el que se encontraron dos jóvenes inquietos, Federico Sescosse y Eugenio del Hoyo Cabrera, que años más tarde formarían la Sociedad de Amigos de Zacatecas junto con Genaro Borrego Suárez del Real, y a través de la cual emprenderán acciones de suma importancia para el rescate y la preservación del patrimonio cultural de Zacatecas.

Para cuando Federico Sescosse y Eugenio del Hoyo descubrieron que bajo las tapias se asomaba la imagen labrada de San Agustín, el templo y el convento habían pasado ya por varios procesos de modificación; ese sitio había sido previamente convertido en “lugar de recreo y especulación”, hubo un hotel, un billar y un boliche; aquel lugar en el que antaño se habían celebrado durante cientos de años celebraciones y rituales católicos, se había convertido en uno en donde el “eco de mundana bacanal” se escuchaba frecuentemente. Justamente en la esquina de su fachada lateral, había sido construida y “empotrada” una serie de cuartos que servían como sede de la herrería a la que don Federico se refiere en la narración inicial.

La descripción que hace don Federico de cómo es que se encontraba el edificio a finales de segunda década del siglo XX es acompañada de un registro fotográfico que no nos deja la menor duda: el trabajo que emprendieron para rescatar ese edificio fue extraordinario. La Sociedad de Amigos de Zacatecas jugó un papel fundamental en estas acciones que iniciaron en 1948 y culminaron en 1951. Lo que hay que destacar, además, es que quizá a partir de ese momento, don Federico se vislumbraba como el más férreo defensor del patrimonio cultural zacatecano.

Nació el 27 de septiembre de 1915 en Zacatecas. El domingo pasado conmemoramos los 105 años de su nacimiento. De las grandes aportaciones que hizo don Federico, nos habla Carlos Augusto Torres Pérez, director del Centro INAH Zacatecas, en la cuarta parte de “Visionarios en la preservación del patrimonio cultural zacatecano” en esta edición gualdreña. Su texto está acompañado de una selección de fotografías muy interesantes que nos muestran los bocetos de las fuentes diseñadas por don Federico, la de los Faroles y la de los Conquistadores; algunas otras imágenes en las que podemos apreciar cómo eran los edificios que hoy albergan los museos Pedro Coronel y Rafael Coronel antes de su remodelación; así como las que nos muestran el centro histórico antes de que se implementara la campaña de “Despepsicocacolización”, que libró a la ciudad de anuncios comerciales.

Don Federico murió en 1999. Y una especie de orfandad se vive desde entonces en el tema del rescate y preservación del patrimonio cultural zacatecano. Aunque muchos han sido los esfuerzos institucionales por dar continuidad a lo iniciado por personajes como él, nos sigue haciendo falta la figura de “un nuevo Federico” que defienda esta ciudad de la voracidad y negligencia de las que ha sido víctima durante estos años de su ausencia.

Que disfrute su lectura.

 

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https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_449

[i] Sescosse, Federico, San Agustín de Zacatecas. Vida, muerte y resurrección de un monumento, tercera edición, Zacatecas, 2014, p. 27.

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