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miércoles, 24 abril, 2024
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‘Bajo el volcán’. Estoy esperando a que pase mi casa por aquí para meterme en ella

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Por: Mauricio Flores •

La Gualdra 446 / Libros / Op. Cit.

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…he transformado, yo solo, mi vida en la muerte en vida…

no hubo hora, ni momento de ebriedad, ni mi muerte

continua, que no valiera la pena; no hubo ni el menor

desecho, ni siquiera de las peores horas, ni una sola gota de

mezcal que no haya transformado en oro puro, ni tampoco

un solo trago al que no haya hecho cantar.

M. L.

 

Se le considera como una de las grandes novelas mexicanas, aunque escrita por un autor extranjero. Se habrá leído en repetidísimas ocasiones, estudiado asimismo en abundancia. Con todo, no publicada de la mejor manera, correspondiente a su grandeza reconocida sin reserva, por lo que descubrirla en mesas de novedades resulta de antemano una beneficiosa noticia. Es Bajo el volcán, una obra que cargada de contenidos universales y personales, Malcom Lowry (1909-1957) entregó a su editor en 1947.

“Cumbre” también de la novelística universal del siglo XX, Bajo el volcán es, a un tiempo, tratado de suma y retrato de época. De ahí la importancia de ofrecérsele a un nuevo lector, que el editor imagina joven, una vez sabido su devenir en el tiempo, sus diversas interpretaciones y reinterpretaciones. Por esto mismo la editorial Random House observó en el narrador mexicano Julián Herbert a la persona idónea para prologarla.

(La traducción corresponde a la original de Raúl Ortiz y Ortiz, antes publicada por ERA y Tusquets, corregida décadas después por el mismo traductor).

Muchos materiales tendrán quienes deseen adentrarse en el universo literario lowryano. Sus biografías y ensayos se multiplican con los años, a la par de la publicación de su obra, ahora completa, aun con algunos recientes hallazgos. Tal el caso de Rumbo al mar Blanco (Malpaso), redimida del fuego, el abandono y el olvido para beneficio de sus lectores.

Que Bajo el volcán, los acontecimientos suceden alrededor de una celebración de muertos, en noviembre, retrata como pocas novelas al país lo sabemos de tiempo atrás. Como también que en ella hay mucho desamor, alcohol y poco o casi nada de esperanza. El México (presente) que el autor identificó como “lugar de encuentro… de la humanidad en sí, pira de Bierce y puente de Hart Crane, arena ancestral de conflictos raciales y políticos de todo tipo… donde un pintoresco pueblo vernáculo y genial profesa una religión que puede describirse a grandes rasgos como la de la muerte”.

Tal vez haya poco por añadir. Adentrarse una vez más en su lectura, el imperativo. Si bien rescatar alguna de las “tres ideas” que Herbert antecede en la nueva versión, y que relaciona a Lowry con el escritor mexicano José Revueltas (ambas personalidades llenas de amor, alcoholismo, destierro, reclusión, fatalidad y búsqueda y persecución personal).

Cita a Revueltas el prologuista:

“Todavía no hemos llegado al nivel de la gran novela norteamericana o europea. ¿Qué gran novela mexicana hay comparable a Bajo el volcán, de Malcom Lowry? Yo sería el más ferviente admirador y subordinado de un Malcom Lowry mexicano”.

 

Lado moridor

Para Herbert, las obras literarias de Revueltas y Lowry podrían abrazarse con el término de “lado moridor”, es decir, a partir de sus intenciones de organizadoras de la realidad y sus dimensiones. “Si José —en El luto humano o en las primeras páginas de Los días terrenales— borda tal tesitura al amparo de metáforas bíblicas, para Malcom serán la Divina comedia y el Fausto, de Marlowe la doble matriz simbólica de donde emerjan las imágenes siniestras que son leitmotiv de Bajo el volcán”.

“La vida trágica —no existe otra— está determinada —perece decirnos Lowry— por un movimiento circular que nos devuelve una y otra vez a los mismos lugares —Parián, Oaxaca, Quauhnáhuac—, sino sobre todo a las mismas representaciones plásticas de lo insondable: un perro callejero, un caballo herrado con el número siete, un indígena sombrerudo y moribundo, dos volcanes enamorados, una botella de tequila oculta entre las flores del jardín del Edén—… ¨Veo que la tierra anda¨, dice el Cónsul en el ápice— de uno de los pasajes más hermosos y tétricos de la historia de la literatura, ¨estoy esperando a que pase mi casa por aquí para meterme en ella¨. Y el chiste, expuesto desde el estado de fiebre perfecta que insufla el aguardiente de las almas, logra sonar a condena”.

¿Qué significa volver a (re) leer Bajo el volcán?, se pregunta Herbert para contestar:

“…volver a la habitación del monstruo original. Dejar para otro momento los alegatos autocompasivos en favor de la libertad de autodestrucción. Aceptar que la vida es una cárcel más horrenda y majestuosa que mi comprensión o mi voluntad. Aceptar que el arte, el arte profundo y verdadero, eso que llaman lo Sublime, todavía puede fulminarme. Aceptar que la banalización, la novedad, la levedad incluso —un valor estético que aprecio mucho— no siempre salvan”.

 

¿Le gusta este jardín que es suyo? ¡Evite que sus hijos lo destruyan!

Bajo el volcán, de nuevo en las manos del lector, la novela que Margerie Bonner, segunda esposa del autor, rescató heroicamente del incendio que destruyera, el 7 de junio de 1944, la guarida del matrimonio en la Columbia Británica.

 

Malcolm Lowry, Bajo el volcán, Traducción Raúl Ortiz y Ortiz, Prólogo Julián Herbert, Random House, México, 2020.

* @mauflos

 

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_446

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