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miércoles, 24 abril, 2024
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¿El placer sexual de los niños?

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Por: Melissa Galván •

La educación sexual que actualmente se proporciona en las escuelas de México tiene un claro y único mensaje: NO te embaraces (sí, únicamente para las niñas y adolescentes).

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De lo sesgada que es la educación sexual en las escuelas de educación básica mexicanas sabíamos hace mucho tiempo. Pero los acontecimientos recientes nos obligan a poner otra pregunta sobre la mesa: ¿la educación sexual que proporcionamos a los niños, niñas y adolescentes es adultocentrista?

Me aventuro a asegurar que sí. La iniciativa del Pin parental que se discutió recientemente en el Congreso de Nuevo León devela hasta qué punto los adultos creemos tener derecho a limitar los contenidos educativos que llegan a los más jóvenes, aún cuando esto interfiera directamente con sus derechos.

Gran parte de lo que sucede en México con los niños (como país ocupamos el primer lugar en abuso sexual infantil de los países que conforman la OCDE, según estadísticas del 2019, por ejemplo) se debe a esta visión del mundo tan adultocentrista a la que estamos acostumbrados. Vemos a los niños como un objeto propiedad de las familias y no como una responsabilidad colectiva. Es por ello que además de abusarlos terriblemente, nos creemos que tenemos derecho de educarlos de forma tan arbitraria, que su vida entera puede trastocarse. El enemigo está en casa, y puede que seamos nosotros mismos al negar a los pequeños una educación y un diálogo internos que les permitan lidiar con la adversidad.

Es ya sabido que las menores son las principales afectadas. Las víctimas de violación en su mayoría son niñas (8 de cada 10, según estadísticas del 2019), así como son ellas las que quedan embarazadas, o las que dejan de asistir a la escuela durante los días de la menstruación. Los problemas no se limitan a la infancia y adolescencia. Crecemos y nos convertimos en mujeres adultas con un montón de dudas, complejos y miedos con respecto a nuestras cuerpas. O en hombres adultos con los parámetros de lo que es el consentimiento caprichosa y convenientemente desdibujados.

Una educación sexual adulto y falocentrista es el preámbulo para una vida de constante marginación y violencia cíclica, dónde los principales afectados son las mujeres y las y los niños.

A los pequeños les enseñamos apenas lo que creemos necesario para que no se produzca un embarazo no deseado, además lo hacemos tardíamente. Y no funciona. Es apremiante cambiar la estrategia y comenzar a hablar de placer.

¿Hablar a los niños de placer sexual? Sí, puede ser una nueva piedra angular maravillosa. No nos educan solo en la escuela, lo hacen también la familia, los amigos, los medios masivos de comunicación… Y a cualquier lugar que recurramos, el tema recibe el mismo trato: el de algo censurable (claro, cuando y a quién convenga). Pero ya sea recibido con risitas pícaras, excusas faltas de ética y legalidad o con un categórico rechazo, el placer sexual nos interesa a todas y todos.

Cambiar el enfoque es fundamental y empezar a tratar la sexualidad como lo que es: una cuestión ineludible y natural. Hablar de ella tan limitadamente contribuye a la creencia de que es algo satanizable y por ende, poco respetable.

Pero a ver, que primero habría que derribar algunos muros. Hay que dejar de pretender que es algo reservado a los adultos. Los genitales de los niños son ya sensibles desde etapas tempranas (aproximadamente desde los tres años). Y si bien todos tienen experiencias distintas con sus cuerpos, ya la mayoría siente satisfacción al estimular sus zonas íntimas e incluso experimentan orgasmos.

¿Ya he mencionado que el placer es algo reservado a los adultos? Pues es necesario mencionar algo más: es algo reservado a los hombres adultos. Se llama cultura de la violación. Y sí, en los últimos años el tema del placer sexual de las mujeres es algo que se ha puesto de moda en los medios masivos de comunicación… Desde miras hegemónicas. El tema se trata de tal forma que no hay cabida para las realidades de la mayoría de las mujeres, adolescentes y niñas del mundo en ellos. Por supuesto, nuestras realidades, las de las mexicanas, son parte de aquellas de las que no se habla por desgraciadas y con las que no se puede lucrar.

Pero, ¿por qué hablarle de placer a los niños es bueno?

¿Cuántas veces de las que los lectores han tenido relaciones sexuales han sido con el fin de procrear? La respuesta abre muchas y maravillosas vertientes, como la masturbación, la necesidad de saber nombrar (ahora sí, bien enseñado) las partes de nuestros cuerpos y su uso, etc. Y como no podía ser de otra manera, el maravilloso consentimiento. Porque no hay placer sexual sin consentimiento, ¿o, sí?

Nuestras creencias patriarcales y machistas podrían hacernos creer que sí. Como vengo reiterando desde hace unos párrafos, el placer sexual es algo que se ha reservado históricamente a los hombres. De ahí surge la necesidad de reinventarnos el derecho al placer y lo que tenemos permitido hacer para obtenerlo. La toma de ese derecho no basta para las mujeres adultas. Es necesario crear conciencia de la existencia del placer en las y los niños y adolescentes.

Y por favor, no piensen que se trata de entregar una guía práctica de masturbación al más puro estilo sacerdotal de Las batallas en el desierto a los alumnos preescolares. Es que para evitar el abuso sexual infantil no basta enseñar a nombrar las partes del cuerpo y los genitales (práctica que se lleva a cabo hace muy poco tiempo), sino hacerles saber a los infantes que ninguna sensación de dolor e incomodidad debería ser provocada en sus cuerpos por nadie.

Enseñando esa primicia de respeto al cuerpo y placer propios, también va implícito el respeto al cuerpo y al placer ajenos. Nombrar al placer y al dolor, puestos en términos prácticos, evita no solo abuso sexual, sino también seguir formando y solapando potenciales violadores.

Puede ser también un buen camino para comenzar a desmitificar la heterosexualidad y la maternidad impuestas. También para tratar temas que preparen a los más pequeños para el pleno ejercicio de sus derechos sexuales y reproductivos y el respeto a los espacios, identidades y cuerpos ajenos y propios.

Por otro lado, hay que cuestionarnos como adultos que tienen interferencia directa o indirecta en la crianza de algún niño: ¿Somos aptos para educarlos sexualmente en el hogar? Lamentablemente pocos tenemos los recursos educativos e informativos para decir que sí. Pero hay una cuestión aún más grande: ¿Hasta dónde nos permiten nuestras creencias y miedos personales proporcionarles a los niños que tenemos bajo nuestro cargo, una educación sexual efectiva que los ayude a lidiar con la realidad tan hostil a la que se enfrentan las infancias y las mujeres en México? ¿Qué tan cierto es que tenemos derecho a privarlos de temas escolares que sí necesitarán en un futuro?

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