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martes, 16 abril, 2024
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La Utopía en el Hogar (3)

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Por: Jorge Humberto De Haro Duarte •

Otra semana más en medio de la historia de ciencia ficción que le ha tocado vivir a esta generación. El bicho que agobia a la humanidad parece dispuesto a seguir dando lata por mucho tiempo y los mortales se sienten más indefensos y mortales que nunca. Como lo han mostrado muchas historias futuristas y otras de utopías, parece ser que el destino ha llegado. Pero da la casualidad de que la humanidad sigue viva y latiendo, aunque no sea coleando. El presidente de la república mencionó en días pasados que esta es una gran oportunidad para reinventar y o reconstruir el presente y el futuro y, puesto que esta columna pretende seguir viva, no porque lo que se dice aquí sea la quinta esencia, sino que, al sobrevivir llevará consigo la vida plena del aporreateclas que la escribe y describe, es decir, su servidor.

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Y como hasta la fecha este escritero no ha colgado los tenis, pues habrá que seguir en la necia tarea de seguir dando tips para vivir una vida más integra y placentera, cuando la integridad y el placer tengan que ver con aquellos que comprometen sus esfuerzos y sus convicciones en entregar lo poco que se tiene en ayudar a quienes tienen poco o nada para mejorar sus estándares de vida. Y aunque no se promueve el fanatismo religioso ni mucho menos, no hay que olvidar que en estas fechas se recordó el calvario del Nazareno, quién, a su paso por el mundo se encargó de arrojar luz a las tinieblas de la humanidad que lo arropó primero y luego, como primitivos homínidos, lo sacrificaron para saciar su sed de odio al prójimo. Según las escrituras, Él no era un buscador de fama y fortuna, sino un benefactor de una humanidad caracterizada por el egoísmo, la indiferencia, la ignorancia y la estupidez.

Parece que los tiempos no han cambiado mucho después de veinte siglos de involución, donde si bien es cierto que la humanidad ha sido testigo de cambios y descubrimientos vertiginosos, muchos de ellos inusitados, estos cambios no han ido de la mano de un cambio global que lleve implícito un respeto a la Naturaleza en lo general y a lo “humano” en lo particular. Parece ser que el principal motivador del despegue del homínido ha sido el odio a todo lo que no sea el objeto de desarrollo de lo malamente conocido como “civilización”. Y así nos luce el pelo.

Las últimas colaboraciones de esta columna han sido en ese sentido, tratar de amortiguar el ejercicio funcional del odio a todo lo que no sea lo estrictamente individual y el aprendizaje mínimo de convivencia armónica entre todos los seres vivos que hoy día tienen la ocurrencia de estar vivos. En ese sentido se ha invitado desde aquí a diseñar formas de interacción positiva y constructiva dentro de ese núcleo elemental de la sociedad llamado familia. Se han dado algunas guías que, de aplicarse, ayudarían a encontrar fórmulas de convivencia que permitirán alcanzar ese sentimiento abstracto llamado felicidad. Entonces, habrá que aplicarse y diseñar metas y objetivos de convivencia funcional que permitan a cada miembro de familia, aportar elementos positivos al núcleo y al lograrlo, utilizar esta experiencia para ayudar a otros para alcanzar resultados positivos, trascendentes y duraderos. Esto sentaría el precedente que hoy se ha perdido, que las personas puedan decidir y opinar sobre la vida y creencias de los demás desde sus propias experiencias positivas y no como se esta ejerciendo en estos tiempos, mirar la paja en ojo ajeno e ignorar la viga en el propio, con el nefasto añadido de hacerlo desde un esquema de odio, que lo único que manifiesta es el odio que dichas personas sienten hacia sí mismos, por principio.

Así que, estimado lector, si usted ya ha alcanzado logros importantes en su retiro tan poco espiritual derivado del confinamiento, tales como el respeto mutuo con su cónyuge, el trato amable y amoroso con sus hijos y sus adultos mayores, si su casa está limpia y el espacio vital de cada miembro de su familia es respetado, entonces estará listo para lidiar con las emociones individuales y de grupo en su entorno filial. Esto viene a colación porque uno de los fenómenos asociados con el confinamiento y la falta de motilidad es la agresión, independientemente de antecedentes educativos. El mayor riesgo al que estamos expuestos por este motivo es el de la violencia familiar, la que, aunque no ha llegado a extremos notables, sí ha aparecido y seguirá incrementándose a medida que el encierro se prolongue y que no se tomen las medidas preventivas razonables.

Si usted ha sido de los afortunados miembros de las familias funcionales y ha sido capaz de prevenir las situaciones que desatan los episodios de violencia y en su casa se respira tranquilidad y bonhomía y el odio ha dejado de ser un fenómeno recurrente, entonces no solo puede dar su opinión a los demás sobre como manejarse y mejorar esta poco agradable circunstancia que se tiene que soportar por esta confundida sociedad. Sus familiares, vecinos, comunidad, estado, país y la humanidad entera estarán más que agradecidos en escuchar su opinión y recomendaciones para sobrellevar con atingencia la experiencia del bicho innombrable (no, no es el chupacabras ni el otro chupador con apodo de cómico), sino que todos estarán agradecidos con su esperanzadora opinión. De otro modo, si no tiene un mensaje que aporte a la supervivencia, mejor cultive el aprendizaje de una cualidad muy apreciada en estos tiempos de “fake news”: el silencio constructivo.

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