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martes, 23 abril, 2024
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Honey boy, de Alma Har’el: la actuación como terapia

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Por: ADOLFO NÚÑEZ J. •

La Gualdra 424 / Cine

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Luego de sufrir un accidente automovilístico bajo los efectos del alcohol, Otis (Lucas Hedges) es obligado por ley a ingresar en un centro de rehabilitación donde es sujeto a sesiones de terapia para entender a profundidad la raíz de sus problemas internos y su personalidad autodestructiva. Evasivo sobre su traumática infancia, Otis se ve forzado a hablar en terapia sobre su conflictiva relación con su padre. Como actor profesional, Otis tiene la habilidad de utilizar el dolor para transformarse en otros personajes, pero su trabajo más complejo será volver a su infancia para lograr enfrentarse a sí mismo y en dicho proceso poder liberarse de ese mismo dolor.

Diez años antes, Otis (Noah Jupe), busca darle un sentido a la intensa relación con su padre James (Shia LaBeouf) quien además de padecer trastornos de estrés postraumático, es un ex alcohólico y adicto a las drogas. Iniciando su carrera actoral con pequeños papeles, Otis busca alcanzar el éxito profesional al mismo tiempo que desea tener una mejor relación con su padre, quien lo violenta física y verbalmente, elogiándolo solo para desvirtuarlo minutos después, lo cual destruye su autoestima.

De personalidad rebelde y combativa, el actor Shia LaBeouf se vio obligado a escribir sobre su infancia y su relación con su padre durante un periodo de rehabilitación por problemas de alcohol y drogas. Fue así como nació el guion de Honey boy (2019), una obra de carácter metafílmico y autorreferencial que otorga a LaBeouf en su camino como guionista una oportunidad de exorcizar momentos definitorios de su vida en el proceso de ponerse en la piel de otro personaje. Abrazando las ideas de la actuación terapéutica y bajo la dirección de Alma Har’el, Labeouf interpreta el papel de su padre en un sentido crucial, pues solo a través de dicho proceso actoral logra reconocer en su persona los comportamientos dañinos heredados de su padre, para abandonarlos y poder reconciliarse con él.

El filme es un análisis concreto y nada autoindulgente de cómo las fallas de los padres recaen frecuentemente en sus hijos, así como un reflejo del modo en el que los traumas de la infancia y adolescencia influyen directamente en las personas en las que nos convertimos. Para lograr esto, la doble interpretación de Otis se vuelve sustancial para entender su conflicto interno. La directora fragmenta la narrativa en dos partes con ingenio, y con enorme sensibilidad hace un contraste entre la fragilidad de Otis como niño frente a su versión adulta de personalidad aparentemente fuerte, pero ante todo vulnerable.

La realizadora traza un retrato bien definido que nos ubica en el interior de su protagonista, en los sonidos, imágenes y objetos que simbolizan cada una de sus emociones, así como los rincones de su memoria y que de manera intimista nos hace ver el mundo a través de sus ojos. Es una historia donde la actuación se vuelve la única manera de acercarse a un ser amado, y donde ese mismo proceso de pretender ser otra persona es lo que nos puede ayudar a reencontrarnos y a sanar.

 

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_424

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