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sábado, 20 abril, 2024
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Populismo y simplificación

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Por: Carlos Eduardo Torres Muñoz •

Uno de los rasgos que más comúnmente podemos encontrar en los regímenes que conocemos o adjetivamos como populistas es el de la simplificación como método para comunicar. Sostenido por el axioma del marketing “menos es más”, este criterio omnipresente en la estrategia de comunicación política atiende a la cada vez más ausente vocación deliberativa de nuestras sociedades y le entrega al ciudadano lo complejo de la vida pública a partir de lugares comunes, frases limitadas y mensajes inmediatos, en un mínimo esfuerzo de comprensión. No es una novedad lo aquí descrito, sin embargo, el auge de las redes sociales y su uso (y abuso) por actores políticos (desde individuos, pasando por partidos y fundamentalmente movimientos) han llevado esta situación al extremo de amenazar seriamente el sistema democrático, el cual, como es sabido, exige de sus participantes un mínimo de esfuerzo para informarse, saber, debatir y decidir. Además, estos mismos instrumentos han permitido la ampliación de la voz a quien quiera que desee comunicar cualesquiera ideas, no siempre articuladas, menos, necesariamente ciertas y finalmente, potencialmente malintencionadas dolosamente con la intención de incidir, no informando, sino creando opinión a partir de prejuicios e información falsa. A diario podemos encontrar páginas que se dedican a la creación de lo que ya conocemos como “fake news”, mecanismos tecnológicos que multiplican lo publicado por estas mismas comunidades, cuando no son ya actores públicos sin pudor alguno por perder la seriedad, con el afán de obtener “likes” y respaldo a sus posturas, generalmente populistas e irresponsables, o cuando menos llevadas a tal grado de simplismo, que en lugar de abonar al debate serio y responsable de los temas, nos llevan día con día a un triste ocaso de la deliberación, permitiendo “cajas chinas” que desvían la atención de lo importante, o les permiten celebrar victorias pírricas, potenciando las emociones políticas de los ciudadanos, hoy más que nunca, un fenómeno estudiado, comprendido y utilizado irresponsablemente por dichos actores políticos.

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El actual régimen en México ha dado muestra de entender perfectamente el alcance de este tipo de estrategias, y la conferencia mañanera del presidente, que parecía construir un foro para la interacción entre medios, presión social y el jefe del ejecutivo federal, parece enfocado en ello: simplificar cualquier tema, dirigir la atención a cuestiones menores que sin embargo hacen explotar las redes sociales y en cuya trampa los medios caen durante el resto del día. Ejemplos tristes de esto vienen sobrando últimamente: primero, una irresponsable y técnicamente risible intención por organizar una rifa para el avión presidencial inutilizado durante todo lo que va del gobierno y más próximo, el decálogo que el gobierno de la República dio a conocer, en el que se resumían expresiones de López Obrador respecto a las recientes manifestaciones y reclamos de colectivos feministas contra la violencia de género, en la que el presidente ha destacado por una indolencia e indiferencia, no esperadas de un político que creció a partir del hartazgo por, justamente, estas causas atribuibles a sus antecesores. No escasean los casos a nivel local tampoco, aunque ello será materia para después.

Como bien dice Daniel Innerarity, en Una teoría de la democracia compleja, Gobernar en el siglo XXI, “la principal amenaza de la democracia no es la violencia ni la corrupción, o la ineficacia, sino la simplicidad”. Sobre este tema hay que volver y volver: hay mucho por discutir y hacer.

@CarlosETorres_

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