Autor: Ignacio Everardo Orozco Hinostroza
Residencia: Querétaro, México
En el transcurso de un año,
la Muerte se puso a estudiar
al pueblo zacatecano
pa’ ver a quién se iba a llevar.
En el Sábado de Gloria
se compró bota y texana.
Así comenzó la historia
aquella bella mañana.
A Jerez marchó temprano;
la quema de Judas vio,
y con un trago en la mano
tremendo bailón se echó.
Por andar en la pachanga
se pasó de descuidada;
extravió así su guadaña
y su capa encapuchada.
Ya para el día de San Juan
a Bracho se había marchado;
cargó mochila con pan
y un rifle pidió prestado.
Por poco le sale caro
usar armas sin miedo,
pues al primer disparo
casi se vuela un dedo.
Luego septiembre llegó
y ella estaba preparada;
muy contenta se bañó
y eso que no le tocaba.
Había llegado la feria,
con ella los días de fiesta;
ya no iba a estar tan seria
y ni tampoco molesta.
Traía su lista en la mano,
donde ahí anotaría
a todo aquel fulano
que al panteón se llevaría.
Por varios lados caminó,
vio lo que estaba a la venta;
ya cuando el hambre llegó
compró tres jochos por cincuenta.
Fue al Multiforo soñada,
donde feliz se sentía,
pues ni siquiera pensaba
que Ozuna cancelaría.
A pesar que no creía,
Zacatecas le encantó;
de la lista que traía
ya mejor se desprendió.
Aquí está todo muy chulo;
por hoy los dejo en su casa.
Me iré mejor a otro rumbo.
Aquí es muy chida la raza.
La Muerte partió a buscar;
se fue mejor a otro lado
por víctimas que aprensar
que encontraría en otro estado.