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jueves, 28 marzo, 2024
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Editorial Gualdreño 396

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Por: JÁNEA ESTRADA LAZARÍN •

“Un grupo de mujeres perfectamente armadas y provistas de bolsas de cal, se presentaron intempestivamente ayer en la mañana en el local de la Presidencia Municipal tratando de tomarlo por la fuerza, varios hombres, miembros de la Coalición Nacional, seguían a estas bravas hembras que arrojando puños de cal a los ojos de las personas, trataban de llegar hasta el interior mismo del palacio municipal. Al no conseguir su intento se liaron a balazos con la policía y empleados públicos, resultando 5 muertos en la masacre”. El párrafo anterior es parte de una noticia publicada en febrero de 1959 en la prensa zacatecana; esta nota la encontré hace unos meses en la Hemeroteca de la Biblioteca Mauricio Magdaleno mientras buscaba información para otro tema, pero la registré porque me llamó la atención la participación organizada de un grupo numeroso de mujeres en Juchipila, Zacatecas. Ellas estaban armadas, pero primero se defendieron aventando cal a los ojos de sus detractores; 60 años después, las mujeres en la CDMX arrojaron diamantina morada… como aquélla de la que hablaba Ramón López Velarde cuando decía en su Suave Patria: “Diré con una épica sordina: la Patria es impecable y diamantina”.

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La manifestación de grupos feministas del viernes pasado en la CDMX me hizo recordar el acontecimiento anterior de Juchipila, pero también el caso de Villa Cárdenas -comunidad de Nieves, Zacatecas- registrado en medios nacionales como aquél en el que sus habitantes hicieron frente a un grupo delictivo que pretendía, entre otras cosas, ocupar la población. Lo que omitieron los medios fue mencionar la participación de las mujeres, que fue contundente y decisiva para rechazar ese día la intervención de “los malos” en su rancho… eso cuentan por allá; he hablado con algunas de ellas, a quienes se les ilumina el rostro cuando se les recuerda lo valientes que fueron en esa ocasión. Valientes también fueron el sábado pasado, las mujeres que en grupo se manifestaron frente al Congreso del Estado de Zacatecas, a favor de la legalización del aborto, mientras se llevaba a cabo el “festejo” orquestado por quienes impulsaron que se votara en contra de la ley que permitiría los matrimonios igualitarios en nuestro Estado. Y valientes quienes siguen en la lucha para que esto llegue a ser realidad algún día.

Mucha indignación ha despertado en ciertos sectores de la población lo acontecido el viernes pasado en la capital del país, sobre todo en aquellas personas que han puesto sus empeños en hacer creer que lo verdaderamente lamentable es el daño que se hizo a los monumentos, cristales y edificios, y se han negado a ver que esto no es el problema, sino uno más de los síntomas de un conflicto mayor: la violencia que se ha perpetrado históricamente en nuestro país en contra de las mujeres.

Las formas de manifestaciones como la del viernes podrán estar en entredicho, pero nunca las causas: los feminicidios en México se han incrementado de manera alarmante durante los últimos años y eso es inadmisible. Celebro por una parte la gran labor realizada por estas organizaciones feministas para visibilizar el problema; me preocupa, sin embargo, que como en otras ocasiones, todo vuelva a quedar en la anécdota, en el recuento de cuántas marchas y manifestaciones se hicieron, como ya ha ocurrido en otros casos tristemente célebres como el caso de Ayotzinapa. Me preocupa también que la desinformación y los prejuicios terminen por ganar más terreno y echen abajo una demanda justa: los feminicidios deben parar -y creo que en eso debemos coincidir todas y todos-. Hago énfasis en esto porque es imprescindible que en esta lucha participemos no sólo las mujeres, sino todos juntos.

No olvidemos que el machismo es un mal arraigado no sólo en los hombres y la educación debe ser utilizada para erradicarlo; encontrar el cómo es lo complicado; llegar a establecer el diálogo para frenar la violencia implica estrategias y esfuerzos titánicos, es cierto, pero en tanto no concibamos que en este camino vamos hombres y mujeres juntos, pueden seguir las marchas y las manifestaciones -y más edificios dañados- sin que por eso se frene el hecho de que las mujeres sigan siendo violentadas en este país. Comprobado está que las mujeres tenemos la capacidad de organizarnos para hacerle frente a causas comunes, empecemos también ahora a generar alianzas, acuerdos, hábitos… hasta que la paz se nos haga costumbre.

Que disfrute su lectura.

 

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