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jueves, 18 abril, 2024
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Y no estaba muerto…

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Por: Jorge Humberto De Haro Duarte •

No, hasta eso. Su humilde escritero tuvo que someterse a una intervención quirúrgica en un ojo y después de una convalecencia que ya llega al mes y medio, vuelve al divertido oficio de sacudir las letras para comunicar a los sufridos lectores un río de ideas sobre asuntos que importan en la medida del interés de quién tenga la presencia de ánimo y lo lea. Después de una pequeña pausa literario existencial, este letrero se planta la pluma aquí, a la mitad del periódico, para ejecutar un poco de historia literaria.

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Desde estas líneas quiero agradecer en todo lo que vale haber podido transitar por esta aventura en los laberintos del sector público en el área de salud. De inicio, el Seguro Popular, en el cual encontré la comprensión de un modelo médico que ayuda a quienes no tienen la fortuna de acudir a centros hospitalarios por sus propios medios, o por prestaciones. Desde ahí, este aporreador de teclas, ha ido recuperando la salud física perdida por efectos de la edad o por efectos de convivencia con ambientes poco propicios para la salud y también por aquellas situaciones derivadas de la iatrogenia que a veces provoca el ejercicio profesional de los médicos más orientados a la interpretación del fenómeno salud enfermedad vía la profesionalización médica, la tecnología y el consumo de fármacos, que con la visión de diseñar espacios de vida sana y perdurable desde una perspectiva de prevención de las mal llamadas enfermedades.

Lo más notable de esta aventura se dio en el área de la medicina social que se ejercita hoy día en el Hospital General de la Secretaría de Salud de Zacatecas. En general, el personal que ahí labora parece tener muy claro cuál es su compromiso en el trato a los usuarios, en este caso, las personas de distintos puntos del estado y vecinos, que padecen alguna enfermedad. Se resalta que, además de instalaciones amigables e instrumentación y equipo de primer nivel, el personal médico, administrativo y de sociabilización de los servicios, tiene a bien mostrar una empatía poco usual en un hospital público hacia la población objetivo.

No dejan de aparecer los negritos en el arroz, como la lentitud en las secuelas de atención a la gente. Hay más demanda que oferta, lo que ocasiona demoras lamentables en la administración de los servicios, es decir, faltan médicos, medicinas, personal e incluso nuevos centros médicos con este modelo, distribuidos regionalmente y con estrategias definidas de acuerdo a las demandas de las diferentes áreas, cuencas y climas, entre algunas otras características.

El complemento ideal será la vinculación que se haga entre la búsqueda de una mejora en los servicios, con la posibilidad de omitir la necesidad de los mismos. La medicina preventiva es la mejor aliada de los buenos propósitos médicos, pero requiere de inicio un programa de aprendizaje colectivo tendiente a una convivencia más acertada con el ambiente.

A partir de ahí, la vinculación que se haga con programas que tiendan hacia una visión de futuro en el que la supervivencia colectiva surja desde una sana convivencia entre los seres vivos, mantendrá la esperanza de que el mundo que nos corresponde cuidar tenga buenas historias que contar cuando menos, hasta el siglo siguiente. Y el mundo comienza en nuestras casas.

Bien, de regreso al mundo, habrá que mantener la convicción de que la vida es un regalo y la única manera de agradecerlo es disfrutarla a cada momento sin fastidiar a los demás.

Todo el periplo anterior está dicho con un agradecimiento profundo a muchas personas que se dedican a atender a otras personas comunes dignificando su labor con las buenas historias que generan. ■

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