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viernes, 29 marzo, 2024
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30 años del nacimiento de un PRD convertido en una sombra de lo que fue

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

Las elecciones federales de 1976 fueron decisivas para que quienes detentaban el poder del Estado en México decidieran iniciar la transición del régimen político. En medio de una crisis económica y de contradicciones importantes entre el gobierno de Echeverría y los empresarios, el sistema electoral antidemocrático fue puesto en evidencia cuando el candidato del PRI, José López portillo, realizó una campaña sin oposición legal alguna, pues el PAN no registró candidato y los llamados partidos paraestatales se sumaron a su candidatura. Al margen de la legalidad vigente, Valentín Campa recorrió el país apoyado por el PCM, enarbolando la bandera de la reforma política y la legalización de la acción política de las izquierdas. Un año después, el titular del poder ejecutivo presentó la iniciativa de reforma a la Constitución y la nueva Ley de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales.

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Una vez que conquistaron su registro electoral en 1977, las corrientes principales de la izquierda mexicana desarrollaron una estrategia de fusiones sucesivas y de acumulación de fuerza, a la vez que impulsaban, con cierto éxito, reformas que mejoraron gradualmente las condiciones de la competencia. La estrategia produjo el crecimiento de su corriente electoral y su presencia en espacios del poder público. Mientras tanto, las crisis económicas y otros factores políticos posibilitaron la llegada de los neoliberales a la Presidencia de la República y empujaron a la ruptura consecuente de la Corriente Democrática con el PRI. En 1988, el candidato del Frente Democrático Nacional, el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas S. (CCS) fue despojado de la Presidencia de la República, para imponer a Carlos Salinas de Gortari.
De esa coyuntura nació el PRD, la más grande organización política de las izquierdas hasta entonces, que decidió mantener en lo fundamental la estrategia de mejorar la organización y de acumulación de fuerzas; durante los siguientes tres lustros logró reformas democratizadoras importantes y ganar algunas gubernaturas estatales, destacadamente la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal. Sin embargo, en julio de 2006, su candidato Andrés Manuel López Obrador (AMLO) fue despojado de la Presidencia de la República mediante una vasta operación ilegal que incluyó la actuación del propio presidente Vicente Fox, del Consejo Coordinador Empresarial, del sistema de medios de comunicación, las autoridades electorales etc., evidenciando con ello que la élite del poder seguia actuando bajo la premisa de no admitir, en ninguna circunstancia, la llegada de un representante de las izquierdas a la titularidad del Poder Ejecutivo. Fue evidente para los observadores objetivos que le era de la transición del régimen político desenvocó en ese momento en una involución.

La crisis política abierta en 2006 abrió la posibilidad de que los dirigentes perredistas se convencieran de la necesidad de formular un nuevo programa para enfrentar la descomposición que ya era evidente, y de contribuir al fortalecimiento del amplio movimiento de resistencia al proyecto neoliberal encabezado desde entonces por AMLO. Sin embargo, la mala costumbre de las élites de las izquierdas de poner los intereses particulares por encima de los generales se puso una vez más de manifiesto, y esa inercia sólo generó divisiones más profundas y rupturas de diversos dirigentes fundadores. La decisión que provocó la ruptura mayor ocurrió en 2012, cuando los jefes de las tribus del PRD, sin el acuerdo con AMLO, abrieron negociaciones con Enrique Peña Nieto, lo que desenbocó, en el Pacto por México por un lado, y en la formación de Morena por el otro.

Desde mi punto de vista las causas de fondo de la debacle perredista fueron estructurales. Me explico: El estatuto del nuevo partido no contenía las figuras de tendencias o corrientes ideológicas, mucho menos de facciones, pues respondía al hecho de que la inmensa mayoría de sus miembros eran ciudadanos independientes y solidarios, muy motivados en la lucha por el objetivo compartido con un conjunto de dirigentes de mucho prestigio encabezados por CCS: las elecciones presidenciales de 1994. Sin embargo, diversos dirigentes provenientes de la izquierda social integraron la primera facción (la trisecta) y en ella y sus amigos personales más cercanos se apoyó el Ing. Cárdenas para conducir al partido. Esa decisión marcó la evolución de la nueva organización, pues generó una dinámica que pronto condujo a la destitución, sin motivos explícitos, de Porfirio Muñoz Ledo y de Gilberto Rincón Gallardo de las secretarias de organización y electoral respectivamente. No pasó mucho tiempo para que en su torno y en el de Heberto Castillo, se agruparan otros dirigentes, más en una actitud de autodefensa que con la intención de impulsar la discusión política o programática. Ese fue el inicio de las facciones existentes en el PRD.

Como consecuencia, se empezaron a difuminar los objetivos fundadores del partido y el proceso de diversificación de los mismos se intensificó y un número significativo de militantes orientaran sus esfuerzos a lograr incentivos selectivos: beneficios directos a través de los programas sociales, otorgados por gobiernos propios y ajenos, promociones a cargos públicos o del partido, o candidaturas para cargos de elección popular. La ilusión de que a través del voto directo, secreto y universal las amplias bases de 1988 permanecerían movilizadas y tendrían a su cargo la elección de los dirigentes y candidatos más capaces, y de que con ello el partido estaría a salvo de la burocratización y el arribismo, fue la causa de que no se creara instancia partidista alguna con atribuciones para evaluar el desempeño de los militantes y su idoneidad para ser promovidos a algún cargo de responsabilidad, y que las elecciones universales se convirtieran en oportunidades para el fortalecimiento del clientelismo. De ahí a que los equipos que arribaron a posiciones gubernamentales asumieran la máxima priista de que “Un político pobre es un pobre político” sólo hubo un paso. El dinero se convirtió en factor decisivo en la vida interna del PRD. Ojalá que Morena logre evadir los vicios referidos.

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