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miércoles, 24 abril, 2024
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Pedro José Márquez, un filósofo mexicano del siglo XVIII

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Por: OLIVER EDUARDO LÓPEZ MARTÍNEZ •

La Gualdra 334 / Filosofía

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Hasta hace algunos años la figura del filósofo Pedro José Márquez había sido mucho más reconocida en Europa que en el continente que le vio nacer. Su obra comprende una interpretación de la arquitectura clásica griega y romana, así como prehispánica, además de un importante legado de filosofía, estética, filología y teología, entre otros temas como la arqueología y la astronomía. Nace en Rincón de León en Guanajuato (México), en 1741. A la edad de veinte años entra a formar parte de la Compañía de Jesús, quienes en 1767 fueron expulsados del territorio entonces español hacia Italia por decreto del Rey Carlos III. Márquez exiliado primero en Bolonia, después en Roma, dedica sus estudios a la arqueología clásica, la arquitectura, la astronomía y a las antigüedades mexicanas.

Un personaje muy importante de aquellos años en Italia es el embajador español José Nicolás de Azara, quien además de funcionario político es quien financia excavaciones arqueológicas de la Roma Antigua, posee una amplia biblioteca y antigüedades de todo el mundo, será él quien dé protección y apoyo a Pedro José Márquez. Así es como el jesuita participa en los descubrimientos arqueológicos y llegue a formar parte de las academias de artes de Bolonia, Roma, Zaragoza, Florencia y Madrid, espacios culturales y académicos en donde circulaban opiniones de los temas que fueron centrales en el siglo XVIII como las ideas ilustradas y el neoclasicismo, que forjaron el pensamiento de Márquez.

El objetivo principal que tenía Márquez en mente era la interpretación de la obra del arquitecto romano del siglo I a. c. Marco Vitruvio Pollión. A partir de De arquitecture conocido como Los diez libros de arquitectura de Vitruvio, Márquez fue elaborando los Apuntamientos por orden alfabético pertenecientes a la arquitectura de Marco Vitruvio Pollión, una especie de diccionario en el que desmenuzaba los términos usados por Vitruvio en su obra. Sin embargo, al realizar tal empresa, tuvo que discurrir por los ámbitos de la arqueología y la estética filosófica.

La importancia de Pedro José Márquez radica en sus aportaciones como filósofo, humanista y esteta. Una vez que pretende interpretar la arquitectura romana, entra en cuenta que la prehispánica es igualmente valiosa y universal. Da a conocer a la Italia de su tiempo el mundo prehispánico de su patria colocándolo en la categoría de clásico. Traduce al italiano la obra del antropólogo Antonio de León y Gama Descripción histórica y cronológica de las dos piedras que con ocasión del nuevo empedrado que se está formando en la plaza principal de México, se hallaron en ella el año de 1790, que más que una traducción, es una explicación a los italianos de la grandiosidad de la Piedra del Sol y de la Coatlicue, obras representativas de la cultura Azteca. Además, trató sobre las pirámides de Xochicalco y Tajín como complejos arquitectónicos tan importantes como el Partenón y la ciudad de Pompeya.

Filosóficamente hablando Márquez aporta dos reflexiones importantes. Una respecto al humanismo, basado en las culturas indígenas propone un humanismo sin desdeñar a los débiles o diferentes, sin distinción de lenguaje o etnicidad, un humanismo incluyente, que reconoce al otro como igual, para él un filósofo debe ser cosmopolita, que se incluya como ciudadano del mundo y parte de éste.

Por otro lado, su legado está en la estética filosófica. Cuando pretende comprender el por qué la arquitectura es bella y agradable además de funcional, se da primero a la tarea de entender lo bello en sí, por qué los objetos nos agradan y nos parecen atractivos. En su disertación Sobre lo bello en general de 1801 presenta una reflexión acerca de temas como el gusto, el agrado, la belleza, etc. Se apoya en la filosofía griega, en las ideas ilustradas de sus contemporáneos, en teorías estéticas del medievo, entre otros, para construir una forma de pensar única.

A pesar de que Pedro José Márquez vivió y construyó su pensamiento en el exilio, nunca dejó de escribir sobre su lugar de origen, y no sólo eso, regresó a la Nueva España en 1816 cuando dos años antes se restablece la Compañía de Jesús, una vez en México es nombrado rector del Colegio de San Pedro y San Pablo en la Ciudad de México, ahí tuvo entre sus alumnos a José Bernardo Couto, quien escribió la primera biografía de su maestro en el Diccionario Universal de Historia y Geografía publicado en 1854. El jesuita Márquez murió en la Ciudad de México en 1820 y es un filósofo mexicano digno de consideración.

 

 

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