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viernes, 19 abril, 2024
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Mead: la certidumbre y la servidumbre

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Sentados bajo las lonas que los protegían del sol, con el ánimo en alto, y el orgullo prendido, encontré hace algunos años a un grupo de obreros de una maquiladora instalada en Zacatecas que protestaban por las condiciones de trabajo en las que laboraban.

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Sus quejas eran muchas, algunas dignas del porfiriato: falta de atención médica en accidentes de trabajo, el ocultamiento de éstos a las autoridades laborales, la obligación de recuperarse en días libres o vacaciones, en lugar de autorizárseles incapacidad, y hasta actos tan inhumanos como hacer caminar a un exempleado descalzo por un par de kilómetros con tal de que entregara las botas de la empresa el día de su despido.

Para el día que los vi, las manifestaciones de poco habían servido, la empresa no tenía la menor dificultad en encontrar obreros hambrientos dispuestos a esquirolear el paro que una parte de ellos –mayoría, según decían- mantenían. Su única esperanza entonces era comunicarse con los “jefes gringos”, porque confiaban con fe ciega que éstos ignoraban lo que los mandos locales hacían.

Cuando lograron hablar con los norteamericanos su esperanza se derrumbó. Pronto entendieron que el gerente local no era más que another brick in the wall (otro ladrillo en la pared).

Algo similar sucede en quien espera que José Antonio Meade, un priista sin credencial, gobierne diferente a como lo ha hecho el PRI.

El recién ex secretario de Hacienda, fue designado ya como el “elegido” por el priismo para representarlos en las urnas en 2018 justamente por cumplir con el requisito de no ser priista.

El desgaste de la marca ha llegado ya a tal nivel, que prácticamente todos los nombres que se barajaron con posibilidad de ser candidatos tenían eso como característica, la cualidad de enarbolar la bandera de la importancia de que todo cambie para no cambiar.

En el camino se quedó en antipático de Aurelio Nuño, y el carismático de José Narro Robles. Éste último podría ser mejor carta para hacerle frente a una académica como Claudia Sheinbaum en la Ciudad de México, por tener credenciales similares, pese a que su decisión de pasar de puma a mapache en los últimos años.

Los otros nombres en el tablero admitieron la decisión. Osorio Chong se hizo a un lado con la tradicional disciplina militante. Luis Videgaray, por su parte, prefirió el poder discreto y efectivo, que el reflector desgastante y agresivo. Ser el padrino, y no el de la fiesta.

José Antonio Meade es un desconocido para las masas que no atinan siquiera a pronunciar su apellido. No le conocen, y por tanto nada le saben. No hay en su historia ninguna Casa Blanca que sepamos, ni propiedades en Malinalco.

Tecnócrata y no político, nadie hasta ahora, quizá, se ha puesto con mucho ahínco a pasarlo por la lupa como sí se ha hecho con sus potenciales contrincantes, Andrés Manuel López Obrador y Ricardo Anaya. Pronto se hará, y veremos si pasa la prueba. Ya se sabe por lo pronto de un jardín de 2.5 millones de pesos que no incluyó en su declaración patrimonial.

Pero si la marca PRI genera más escozor que simpatías, y el candidato es un desconocido sin experiencia en las urnas, ¿con qué argumento nos han intentado vender la semana pasada como harán en las próximas las bondades del ungido? El ritual jurásico y “la cargada” ya apuntan a la palabra a introducir al estilo Goebbles: certidumbre.

Funcionario transexenal de los gobiernos del Partido Acción Nacional y del Revolucionario Institucional, Meade ha sido un discreto testigo de los más grandes escándalos del país. Calló –cuando menos- la estafa maestra y la entrega de dinero a Josefina Vázquez Mota.

Su servidumbre está probada. La certidumbre también. Quien quiera un cambio, ya sabrá por quien NO votar. Pero a quien le haya gustado la forma en la que se ha gobernado este país en los últimos 20 años, la tendrá más complicada porque podría optar por el panista que se presenta con los colores del PRI, o por el panista que se presenta con los colores del PAN, PRD y Movimiento Ciudadano.

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