El cambio climático, y los derechos humanos, aún antes del giro norteamericano dado a las políticas para hacer frente al calentamiento global, han sido campos de batalla, donde poderosas fuerzas están utilizando el poder -no solo estatal- contra los portadores del proyecto de descarbonización.
¿Su delito? Tratar de impedir el ecocidio (ilustrado por las noticias cotidianas: inundaciones, sequias, incendios forestales, desertificación, desaparición de los glaciares, destrucción de la biodiversidad, liberación del metano, etc.), y, su impacto (letal) en cientos de millones de seres humanos.
El cambio climático, es ya esa otra “hoguera” donde los derechos humanos son puestos a prueba. Arrastrados por la crisis global en curso.
Es fundamental trabajar para “reconstruirlos”, entendiéndolos como un elemento importante, pero no como…“él”…substituto de la acción política democrática.
Sin embargo, los problemas para lograr con éxito un “cambio de paradigma” que logre derrotar a los responsables del ecocidio en curso, requeriría de una “transubstanciación de los valores”, de las significaciones imaginarias sociales e individuales, que sostienen todo lo que nuestras sociedades consideran como “normal”; nuestro “necesario” y “deseable” modo de vida [consumismo, poder, dinero etc.]. Valores y significaciones sociales que están enraizados en los estratos más profundos de nuestras subjetividades, y del imaginario social dominante.
Encandilados por esos valores que nos deshumanizan, formateados por una cultura perversa -corrupción, impunidad, sangrienta cotidianeidad, patologías proliferantes-; no estamos preparados para pensar -y para actuar en consecuencia-, frente a los inmensos desafíos que esta crisis global nos impone.
Establecer un compromiso autocritico lúcido y reflexivo, con la lucha en contra del calentamiento global, supondría elaborar un nuevo pensamiento, crear un nuevo imaginario social [incluyendo hacer el duelo del propio-ser extractivista/consumista/valemadrista].
Implicaría trascender el rechazo afectivo y/o intelectual que nos provoca el centrar nuestra atención en las ideas negativas, destructivas, que también contiene el cambio climático.
Superar la tendencia a escindirnos de manera esquizoide, entre un yo auténtico, y un yo falso (no importa que éste sea pseudo-ecologista, o bien anti-ecologista) . El cambio climático [como la muerte], tiene una carga tan fuerte, que nos conduce a evacuarlo de nuestra mente.
Entonces… “No hay alternativa”. Parece que debemos “hacernos cargo”, asumir nuestra responsabilidad , sobre este mundo -no tenemos otro- [con sus entornos, belleza y riqueza inconmensurables]. Nuestro patrimonio, nuestros bienes comunes, enajenados por éste capitalismo desbocado, para someterlos a una lógica económica monstruosa-, irracional y depredadora. Bienes comunes que en nuestra locura -compartida- destruimos a ritmos implacables. Un mundo que robamos sin ningún derecho, sin verdadera justicia, substrayéndoles ese futuro que estamos negándoles a nuestros hijos y a sus hijos.
Asumir plenamente la responsabilidad en el desastre que estamos provocando, en toda su complejidad, gravedad, alcances, supondría comprender que es el modo de organización de toda la sociedad actual, lo que debemos cuestionar, someter a interrogación, incluyendo nuestro propio modo de vida, y el sentido que pueden tener nuestras vidas si no queremos ser cómplices ancilares de la barbarie de la que seguimos siendo -inconsciente o conscientemente- portadores.
Por otro lado, existen robustas “hojas de ruta”, que a fuerza de ser trabajadas a lo largo de varios lustros, han logrado acumular -y afinar- saberes, herramientas y experiencias prácticas, que pueden ser de gran utilidad, para quienes nos interesa ser parte total de la “Gran Transición”.
Un ejemplo. Revisemos la hoja de ruta, presentada por organizaciones ambientales y ecologistas en España, quienes para este 2017, plantean:
1.- Creación de un nuevo marco para la protección del medio ambiente, con democracia ambiental y ciudadanización efectiva.
2.- Nuevo modelo de desarrollo: economía y empleo basadas en el bien común; cuidado del agua; agricultura sostenible; gestión respetuosa del mar; conservación del entorno natural, políticas dirigidas hacia cero residuos; economía circular; con justicia social y saldando la deuda ecológica.
3.- Cambio de modelo energético: energías renovables base para frenar el cambio climático; movilidad y el transporte.
4.- Calidad de vida para la ciudadanía; calidad del aire; menor contaminación química; y derechos de los animales.
Directamente ligado a lo anterior.
Éste 22 de abril, es la Marcha por la Ciencia, en más de 400 ciudades del mundo (en México. San Luis Potosí) con epicentro en Washington D.C. (Después, la marcha del 29).
Sus organizadores nos explican el porqué de la marcha, así:
“La ciencia, los científicos, y la formulación de políticas basadas en la evidencia, están bajo ataque. Los recortes presupuestarios, la censura de los investigadores, los conjuntos de datos que desaparecen, y las amenazas para desmantelar las agencias gubernamentales, nos dañan, poniendo en riesgo nuestra salud, los alimentos, el aire, el agua, el clima y puestos de trabajo. Es hora de que las personas que apoyan la ciencia adopten una posición pública y sean tomados en cuenta.”
¿Crisis global: cambio climático y derechos humanos como movimiento?
¿Qué podemos hacer desde Zacatecas…en el amor del tiempo?
Ver: https://www.marchforscience.com