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viernes, 29 marzo, 2024
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Minimizó Wojtyla atrocidades de gobiernos centroamericanos en los 80

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Por: La Jornada • Araceli Rodarte •

México, DF. En marzo de 1983, el papa Juan Pablo II realizó el primero de sus tres viajes a Centroamérica y el Caribe. En su escala en Guatemala, Carol Wojtyla pasó por alto el fusilamiento de seis jóvenes, sentenciados en juicio sumarísimo por “subversivos”.

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Su encuentro con el general evangélico Efraín Ríos Montt transcurrió entre sonrisas y sin sobresaltos. Pero años después, hasta su muerte, decidió bloquear el proceso de canonización del arzobispo salvadoreño asesinado en 1980, Oscar Arnulfo Romero.

En esa época el Istmo americano se desgarraba en una serie de guerras civiles. En Guatemala un general evangélico, Efraín Ríos Montt, gobernaba a punta de masacres y fusilamientos. Desde sus primeros días en el poder instituyó tribunales especiales, facultados para condenar al paredón a sospechosos de “acciones subversivas”.

Días antes de la llegada del papa polaco, el jefe de la Iglesia católica pidió clemencia para seis jóvenes –cincoguatemaltecos y un hondureño– que eran juzgados esos días.

En respuesta, Ríos Montt ordenó la ejecución de los seis antes del alba, frente a un muro del viejo cementerio municipal de la capital. Nadie habría sabido de estas ejecuciones si uno de los bomberos que ayudaron en el levantamiento de los cadáveres no hubiera avisado a los familiares de los muchachos, que habían estado esperando toda la noche frente a las rejas del panteón.

Décadas después, en marzo de 2012, El Periódico publicó el testimonio de Armando Cú Morán, quien en 1983 era un joven recién nombrado secretario particular del entonces nuncio papal Oriano Quilici. Cú había llevado un diario personal con sus vivencias de aquellos días.

Refiere la reacción dentro de la Nunciatura ante aquellos hechos. “El nuncio estaba indignado por lo acontecido. Lo vi preocupado y colérico. Llegaron algunos embajadores y el nuncio solicitó urgente audiencia con el presidente Ríos Montt. Audiencia que no fue concedida. Toda la alegría había desparecido”.

Se rumoraba que este desaire a una petición del Vaticano le costaría a Ríos Montt la cancelación de la visita papal. No fue así. Juan Pablo II llegó a Guatemala el 6 de marzo en medio de gran boato. Hubo misa en la catedral, visitó al general en su Palacio Nacional y luego dirigió una homilía en el Campo Marte. Los fusilamientos cayeron en el olvido.

El Papa siguió su viaje. En Managua, a su llegada, humilló con un regaño al sacerdote Ernesto Cardenal, ministro de Cultura del gobierno revolucionario. Ofició misa en la plaza que entonces se llamaba “19 de Julio”, frente a grandes imágenes de César Augusto Sandino y Carlos Fonseca Amador.

El 6 de marzo visitó El Salvador, arrasado por la guerra. Acudió a la modesta tumba del obispo asesinado Óscar Arnulfo Romero, asesinado durante el sacramento el 24 de marzo de 1980. Pero en público no hizo pronunciamiento alguno sobre el crimen y cuando años después en El Vaticano se presentó la petición para beatificar a quien en América Latina ya es conocido como “San Romero”, Wojytla bloqueó el proceso hasta su muerte.

El viaje siguió a Belice y culminó su gira en Puerto Príncipe, al lado del entonces dictador Jean Claude Baby Doc, en una misa en la magnífica catedral de Notre Dame, que ya no existe.

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