Si bien hay quienes afirman las exequias de Luis Donaldo Colosio no concluirán sino cuando sean conocidas las causas que ocasionaron su muerte, ocurrida por cierto entre un fuerte dispositivo de seguridad; algo semejante es conjeturable suceda a propósito del asesinato de un presidente municipal michoacano, ocurrido por las mismas fechas, aunque veinte años después, entre un megadispositivo de seguridad. Muertes paralelas, probablemente estime algún Plutarco purépecha.
Las tronantes declaraciones del dinámico Fausto Vallejo (“…esta vez no habrá impunidad, he girado instrucciones, etcétera”), gober precioso del estado más familiar y caballeroso de la República, no obstante, resulta evidente es tiempo ya de atender la bíblica sentencia y dejar que los muertos entierren a sus muertos; y, por si las moscas, huir como de la peste de los fuertes y más aun megadispositivos de seguridad. ■
