En los comentarios que se hacen en la prensa y en algunos otros lugares, es moneda corriente hablar de la “crisis de la UAZ” como resultado de la deuda que tiene contraída con el ISSSTE. Se enfatiza que la deuda se debe al “insuficiente subsidio” que recibe, haciendo del problema un asunto de determinación externa. Pero el problema tiene otra arista que surge de las determinaciones internas de los universitarios que han dirigido la UAZ. Uno de los factores concurrentes en el problema de la deuda es la política criminal seguida por los rectores –el previo y el actual- para financiar el crecimiento de la planta docente.
Por supuesto que muchos atribuyen ese crecimiento a una necesidad natural de la institución, mientras que otros consideran que se debió a la instauración de un ciclo electoral: se contrató gente para que votará a favor de un candidato. Lo que es un hecho innegable es que el crecimiento de la Universidad, por la razón que haya sido, se hizo contrayendo la deuda con el ISSSTE porque se dejaron de enterar las cuotas.
En particular la retención por parte de la Rectoría de la cuota docente de 8% es lo que, en principio, generó el movimiento de huelga. Ese movimiento fue exitoso porque logró romper una política interna de desvalorización del trabajo docente mediante la emisión de la convocatoria de promoción de categoría, que es un medio para mejorar las condiciones de trabajo de más de 500 docentes. Ante eso es claro que la movilización organizada de los docentes mediante el Spauaz lleva a resultados favorables para ellos, pero queda una cuestión: ¿por qué durante 7 años –la última convocatoria de promoción de categoría apareció en el otoño de 2007- no se realizó ninguna movilización en ese sentido? Las condiciones para la huelga estaban claras desde el rectorado de Francisco Javier Domínguez Garay, porque fue en ese tiempo cuando se dejó de enterar al ISSSTE la cuota de 8% docente. Pero no se hizo nada, se mantuvo una desmovilización cómplice de la tragedia que nos abruma hoy día.
¿Por qué? Creo que la respuesta reside en la dinámica de los grupos políticos que conducen la Universidad; en particular cuando uno de ellos llega a la hegemonía y controla tanto la Rectoría como el Spauaz, lo que de inmediato subordina los intereses de todos los universitarios a los intereses del grupo dominante. Esta situación permite que políticas criminales, de hurto descarado, sean impuestas sobre los universitarios.
Si fue posible la huelga, aparte de la natural indignación de los docentes, fue porque el grupo dominante en la UAZ se fragmentó, y perdió el control simultáneo de la UAZ y el Spauaz. Esta es una conclusión discutible, pero con hechos que la apoyan. Si las cosas son así entonces podemos deducir una consecuencia de grandes repercusiones: para que las condiciones laborales de los docentes mejoren es necesario que el control de la Rectoría y el Spauaz no resida en un solo grupo. Un sindicato pretende valorizar el trabajo docente -hacerlo caro- mientras que un patrón tiene la pretensión de devaluarlo -pagarlo barato-. Por lo tanto, fuera de las buenas intenciones y los llamados vacíos a la unidad, nos debe quedar claro que entre la UAZ y el Spauaz existen intereses conflictivos que no se pueden unificar.
Por lo tanto es clara otra consecuencia: un grupo político universitario tiene el natural interés de dominar todas las instancias de decisión para abatir los contrapesos y ejercer un dominio despótico, pero estos intereses van contra los docentes y contra los ideales democráticos de la universidad. Los grupos son una fatalidad porque no se pueden eliminar, pero mediante el ejercicio de la inteligencia de cada universitario se les pude contener. Por eso en esta coyuntura del Spauaz, más que pretender la unidad se debe aspirar al ejercicio de la inteligencia, de la crítica, para poder mantener a raya a los que, abusando de sus posiciones, han hecho de la crisis el medio de su enriquecimiento mientras embrutecen a los docentes con condiciones laborales paulatinamente peores. ■
