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jueves, 28 marzo, 2024
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La inmortalidad llega “cuando el arqueólogo halla restos humanos”: Matos

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Por: REDACCIÓN •

La primera luz que cortó una oscuridad de 3 mil años en la tumba del faraón Tutankhamon, provenía de una linterna temblorosa, la cual reveló el brillo del oro dentro de la cripta. Ese momento impresionante y emotivo en voz del arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma (DF, 1940), es regalado al lector.

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El relato de este descubrimiento en 1922, revela, fue el causante de que en su juventud se decidiera por la arqueología, profesión a la que ha dedicado su vida.

“Algo que permea es la necesidad del hombre por no morir. Se da cuenta que muere todo, los animales, las plantas, el hombre mismo. Y en un momento dado va a tratar de trascender.

«El poder creativo del hombre lo lleva a crear esos lugares a los que se irá después de la muerte y en esa perspectiva trata de encontrar la inmortalidad. Finalmente, lo que quedan son sus restos. ¿Cuándo es que alcanzan la inmortalidad? Cuando el arqueólogo los encuentra», nos dice el excavador del pasado, artífice del proyecto del Templo Mayor, quien conversa en entrevista con motivo de su más reciente libro Grandes hallazgos de la arqueología: de la muerte a la inmortalidad, publicado por la editorial Tusquets.

Cinco cámaras mortuorias

Cinco tumbas alimentan los capítulos del volumen: la del faraón egipcio, del emperador chino Qin Shi Huangdi, la Tumba 7 de Monte Albán, del gobernante Pakal en Palenque y la del tla-toani Ahuítzotl.

Son abiertas al lector, no necesariamente especializado, a través de las palabras mismas en el momento del hallazgo, «cuáles son sus sensaciones y la responsabilidad que se le presenta», por eso cada capítulo comienza con una frase del arqueólogo en el momento que ve el contenido de la cámara mortuoria, explica el autor.

Matos Moctezuma señala que se trata de un libro pensado desde hace tiempo y hay varios aspectos que lo llevaron a escribir. El común denominador fue la muerte, pues estamos hablando de cinco tumbas.

«Pero, también ver las ideas que había en relación con las prácticas mortuorias, en primera instancia. Luego, quise como arqueólogo llevar de la mano al lector a través de la obra de otros arqueólogos. Y ver la relación del descubridor con el personaje enterrado, entre quienes podría haber miles de años o siglos».

El asombro del arqueólogo es lo que se transmite en el volumen, escrito en forma sencilla para que todo público pueda acceder a las tumbas por medio de la palabra del especialista, que a veces sus descripciones son bastante técnicas, explica Eduardo Matos Moctezuma. «Traté de allanar y llevar al gran público a que conozca los pormenores de cómo se encontraron». Incluso conocer el saqueo en las tumbas, «el gran enemigo del arqueólogo y de la humanidad».

Hay tres cuestiones que le han interesado dentro de su campo de estudio: uno es el Templo Mayor, proyecto arqueológico que creó hace 35 años.

El segundo es la historia de la arqueología y los que lo han antecedido en esta ciencia. El tercero es la muerte.

Hace un par de años publicó La muerte entre los mexicas y su primer libro fue Muerte a filo de obsidiana, en su primera edición en 1975. Aunque, subraya, la muerte sólo es una parte del todo social.

«El tema de la muerte siempre me ha atraído, a lo mejor por eso soy arqueólogo, porque al fin y al cabo estudia esas cosas muertas y les da vida en el momento en que las excava y las interpreta», afirma.

Esta tumba que le hizo definir su futuro es la que abre la exploración en su libro Grandes hallazgos de la arqueología: de la muerte a la inmortalidad, en el segundo capítulo.

Hace imaginar el momento en que el inglés Howard Carter encontró la tumba de Tutankhamon, cómo sería acceder a ese instante casi un siglo después y cómo se hizo un trabajo de técnica arqueológica sumamente cuidadoso.

Hacer lo que se quiere

En medio de la entrevista, Eduardo Matos Moctezuma cuenta que en sus días de preparatoria, sin saber qué estudiar, un amigo le prestó el libro Dioses, tumbas y sabios, de C.W. Ceram.

Al leer el capítulo dedicado a Egipto, le apasionó y ante la mirada atónita de sus padres les informó que había decidido estudiar arqueología. «Hubo un silencio terrible. Mi mamá me sugirió que en las mañanas llevara unos cursos en la Escuela Bancaria y Comercial. O sea, me estaba dando a entender que me iba a morir de hambre».

Su amigo, el dueño del libro, le dio la respuesta más sabia: «A lo mejor te mueres de hambre, pero te vas a morir muy contento porque hiciste lo que tú querías». Decidido, ingresó a la Escuela Nacional de Antropología.

En el tercer capítulo se aborda la tumba imperial china, en la cual hasta el momento no se ha llegado a la cámara mortuoria. En contraste, el encuentro con 8 mil figuras de guerreros de arcilla en tamaño natural ha asombrado al mundo. Así, no sólo aparecen las propias palabras de los autores de los hallazgos, sino también se describe al personaje, la tumba, su importancia que inspira asombro, además de que hay imágenes que complementan la comprensión.

En las siguientes páginas aborda las tres tumbas mesoamericanas, de diferentes culturas. La 7 de Monte Albán, de la cultura zapoteca que fue reusada posteriormente por los mixtecos. Alfonso Caso investigó y Matos cuenta la historia. Luego, Palenque por Alberto Ruz, quien en 1952 encontró esta tumba que en realidad es todo un edificio, el Templo de las Inscripciones, que resguarda la cámara mortuoria. Aparece en sus palabras el momento en que abre un pequeño agujero, se asoma y está viendo el interior.

Ahuítzotl, incógnita sin resolver

Finalmente, la incógnita aún abierta sobre los restos del tlatoani Ahuítzotl y el descubrimiento de un gran monolito, una lápida mortuoria, encontrada en 2006 en lo que fue la Gran Plaza Central de Tenochtitlan, lugar que continúa siendo excavado y donde han salido una cantidad impresionante de material. El anhelo actualmente en el Proyecto del Templo Mayor es encontrar los restos calcinados del gobernante mexica y que fueron colocados en simples ollas.

«Sientes emoción, pero al mismo tiempo una responsabilidad enorme de que el trabajo sea cuidado, aunque ahora cuentas con el apoyo de otras disciplinas». Y como su antecesor inglés Carter hizo casi un siglo atrás, como arqueólogo, Eduardo Matos Moctezuma ha dado la inmortalidad a los poderosos hombres del pasado

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