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martes, 23 abril, 2024
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El patrimonio cultural más allá de folklorismos

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Por: REDACCIÓN •

La expansión de occidente a partir de la modernidad europea, generó un mundo que tiende a la homogeneidad, y que ve a la pluralidad como un problema. Europa se autodenominó el proyecto civilizatorio universal, de tal manera que con su creencia en el ‘progreso’ inventó la llamada historia universal, con un hilo que conduce el destino de los pueblos hacia el modo civilizatorio de occidente. Incluso la idea que identifica desarrollo con modernización, es hija de esta idea de progreso, en la cual, los pueblos ‘atrasados’ deben abandonar su identidad propia para convertirse en modernos.

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En el México contemporáneo, la dinámica no fue muy diferente: el Estado desarrollista se propuso homologar la nación y el Estado, desde el cual se implementan las políticas para homogeneizar (unificar) la nación. Surge así el indigenismo, la manera de valorar negativamente la pluralidad cultural de una nación, y la integración implicó orientar las políticas culturales al valor universal homogéneo llamado ‘cultura nacional’, y así superar la diversidad que es vivida como separación (ver el Forjando patria de Manuel Gamio). El discurso se mueve entre dos polos: unidad o separación, y se elige la unidad.

Tuvimos que pasar por una profunda crítica a la modernidad y su devastación, para ver que no existe La razón, sino múltiples razones que dan sentido a diversas culturas; y para valorar positivamente este hecho. Así como la eliminación de la diversidad biológica significa la muerte de la biósfera, del mismo modo la eliminación de la diversidad cultural, significa la muerte de la antropósfera.; por ello desde los 90 se han tomado medidas para proteger la diversidad que se ve seriamente amenazada por los procesos devastadores de la globalización. Y una de las medidas que ha emprendido la Unesco para ampliar la protección es la declaratoria de Patrimonio Cultural Inmaterial, que considera a todas las manifestaciones que, sin duda, forman nuestra identidad, como la Lengua (en México hay 56 distintas), literatura, música y danza, juegos y deportes, tradiciones culinarias, los rituales y mitologías, conocimientos y usos relacionados con el universo, los conocimientos técnicos relacionados con la artesanía. Todas esas prácticas que viven y no debemos dejar morir.

Sin embargo, tampoco deberemos caer en mero folklorismo, y reducir el patrimonio cultural a fiestas de significación turística, sino ir al fondo de la identidad que late viva en la cotidianeidad. Preguntémonos si vamos a conservar las formas de economía campesina, lo cual significa que en el campo se revalorice la forma de vida rústica y no se le vea como un ‘atraso’ que la producción capitalista de alimentos debe superar; la conservación de saberes locales que se pierden día con día con la migración del campo a la ciudad, lo que incluye desde tradiciones gastronómicas, constructivas (se abandona el adobe), musicales y del vestir. Es decir, debemos enfocar el tema del patrimonio cultural que vivimos realmente en nuestra vida diaria, y no sólo fiestas que pueden ser atractivas al turismo, pero que son externas a nuestra visión del mundo.

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