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jueves, 28 marzo, 2024
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A 40 años del golpe, Allende es más mencionado que nunca por jóvenes en las calles

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Por: Ap •

Santiago. Una médica socialista, como lo era Salvador Allende, está a punto de recuperar la presidencia para la izquierda chilena en momentos en que una nueva generación de jóvenes, nacidos después de la dictadura, se han tomado las calles y chocado con la policía para exigir que las demandas sociales que el líder socialista impulsó, ahora se vuelvan una realidad.

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«El único retrato que los acompaña es Salvador Allende» dijo a The Associated Press la senadora Isabel Allende, hija del presidente derrocado el 11 de Septiembre, 1973. «A los 40 años, hoy en día, más que nunca es mencionado por los jóvenes que están en las calles demandando educación pública, gratuita y de calidad».

El malestar de los jóvenes se concentra en la mala calidad y el alto costo de la educación, un sistema de salud deficiente y la creciente brecha entre ricos y pobres.

«Las demandas que se han levantado con fuerza en la última década provienen de un movimiento social y político que ha tenido que recomponerse de un fuerte golpe y brutal desintegración no sólo por lo sufrido durante la dictadura militar, sino que principalmente por la herencia cultural, política y económica que ésta nos dejó» dijo Camila Vallejo, quien fuera líder del movimiento estudiantil y ahora es candidata a diputada por el Partido Comunista. «Casi la totalidad de los problemas que hoy nos afectan se originan en las transformaciones hechas durante este terrible período de nuestra historia».

En 1971, cuando gobernaba Allende, la mayoría de los estudiantes asistía a escuelas públicas con profesores preparados en establecimientos gratuitos dedicados a formarlos. La mayoría de la educación era gratuita, pagada por el estado y de calidad.
Cuando terminaban su bachillerato tras 12 años de estudios, los estudiantes rendían una prueba y muchos lograban entrar a la universidad sin necesidad de reforzar conocimientos en centros especializados, que hoy son un lucrativo negocio en manos de particulares.

Una escuela privada sólo se diferenciaba de una pública por su infraestructura y no por la calidad de sus maestros, como sucede ahora.

En 1981 la dictadura cercenó la educación estatal, que tenía al 78% de los estudiantes, y la traspasó a las municipalidades, e inició un espiral de desigualdad sin freno.

«La educación contra la cual estamos luchando comienza justamente con el gobierno de Pinochet, aunque luego se profundiza con los gobiernos de la concertación (de centroizquierda) y de la derecha», dijo el presidente de los estudiantes de la Universidad de Chile, Andrés Fielbaum.

Cuando Pinochet salió del poder en 1990, el 57.8% de los jóvenes estudiaban en las municipalidades. En 2012, sólo el 38% de los estudiantes lo hacía, producto del rápido descenso en la calidad que contribuyó a la creación de un sistema pagado mixto pagado por los municipios y los padres.

«Las dictaduras significaron en América Latina, y en Chile en particular, un retroceso enorme en esas conquistas que se habían ido logrando», dijo el historiador Pedro Milos de la Universidad Alberto Hurtado.

Salvador Allende fue el primer líder socialista elegido presidente en Latinoamérica. Asumió el cargo en 1970 tras ganar con el 36 por ciento de los votos, en un mandato refrendado por un Congreso hostil.

Embarcó al país en lo que él llamó «la vía chilena al socialismo», nacionalizó la industria del cobre, dominada por empresas estadounidenses, hizo una reforma agraria con resultados buenos y malos, y mejoró la salud y educación públicas.

Su gobierno, que incluyó una visita de tres semanas de Fidel Castro, hizo de Chile un complejo escenario durante la Guerra Fría. El presidente Richard Nixon aprobó una campaña encubierta para agravar el caos económico del país y ayudó a provocar el golpe militar, inicialmente apoyado por muchos chilenos hartos de una inflación del 500%, la crónica escasez de alimentos y las tomas de fábricas por parte de obreros.

Pero destruyó lo que los chilenos llamaban la democracia más antigua de América del Sur: Pinochet cerró el Congreso, prohibió los partidos políticos y usó a las fuerzas de seguridad para desaparecer y matar a miles de disidentes.

La lista de muertos, torturados o encarcelados por motivos políticos ascendió a 40.018. El gobierno estima que 3.095 de ellos fueron asesinados, incluyendo cerca de 1.200 de los que sólo se han encontrado a 125 restos.

A Pinochet se le reconoce décadas de estabilidad institucional y rápido crecimiento económico de Chile al crear un sistema de libre mercado que, entre otros, redujo las barreras para el comercio, lo que alentó las exportaciones. Pero creó desempleo sin derecho a protestar porque las manifestaciones estaban totalmente prohibidas y los sindicatos se atomizaron.

Privatizó el sistema de pensiones, la prestación del servicio de agua, la tierra volvió a sus propietarios y los salarios de los trabajadores fueron disminuidos.

Los «demócratas que llegaron no cambiaron el sistema económico (de Pinochet) sino que lo alteraron un poco mientras que intentaban acabar con un sistema de seguridad nacional donde los generales todavía le podían decir al presidente lo que nos les gustaba y entonces no se hacía», dijo el politólogo de la Universidad de Nueva York, Patricio Navia.

El economista y ex ministro de Economía y Hacienda de Pinochet, Rolf Luders, de la escuela de Universidad de Chicago, cree que la dictadura otorgó a los chilenos un nivel de bienestar general y de libertad económica «que nuestros compatriotas de 1973 jamás se imaginaron que pudiéramos llegar a tener».

Ahora, no obstante, los chilenos no están conformes y piden más.

«La demanda de hoy a mí me parece más interesante porque es más modesta, más real y energéticamente muy parecida», dijo Patricio Fernandez, editor del periódico semanal más leído en Chile, de «The Clinic», llamado tras el lugar en Londres donde Pinochet fue detenido en 1998.

«El deseo hoy entre los chilenos tiene que ver con un deseo profundo de más democracia y más igualdad y donde el crecimiento que ha tenido el país en el último tiempo no alcanza a adormecer esa consciencia de vivir en una sociedad más igualitaria porque la nuestra es horriblemente dispar. La desigualdad en chile es brutal» agregó Fernandez.

Para Camila Vallejo la juventud está cada vez adquiriendo mayores grados de conciencia social y política, pero aún no al nivel de los años 70. «Son cada vez más los jóvenes que han logrado ir fisurando la hegemonía cultural neoliberal y se han levantado para decir basta, para demostrarles a las generaciones anteriores que aún quedan razones para luchar, que aún tenemos la capacidad de organizarnos, demandar y hacernos cargo de los cambios que Chile requiere», dijo.

El próximo gobierno, que asumirá en marzo de 2014, deberá trabajar bajo la presión de la sociedad civil, que no dejará atrás las movilizaciones que pusieron en jaque e hicieron derrumbar la popularidad del gobierno del derechista Sebastián Piñera.

Michelle Bachelet se enfrentará a la ultraderechista Evelyn Matthei. Ambas son hijas de generales de la Fuerza Aérea, comparten una historia en común debido a la estrecha amistad de sus padres: el primero murió por las torturas de sus compañeros, el segundo, que no participó en el golpe, integró la junta militar de Pinochet.

La candidata socialista es la favorita en las encuestas. Su programa de gobierno plantea reformas profundas en materia política y social y anunció una reforma tributaria que busca recaudar 8.200 millones de dólares y financiar uno de sus proyectos más ambiciosos: la reforma de la educación.

Bachelet busca que el 70% de estudiantes tengan una educación gratuita en un plazo de cuatro años, y lograr una cobertura gratuita universal en seis.

Pero primero, debe ganar las elecciones y obtener una mayoría en el Congreso que le permita reformar la rígida Constitución que Pinochet legó y que es el escollo principal para reformar las llamadas ‘leyes de amarre’, que regulan la educación y salud pública.

Para hacerlo se requiere que los parlamentarios de izquierda doblen en votación a los de derecha en la mayoría de distritos electorales del país; algo inédito en la historia del país.

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