Con los últimos acontecimientos terminó de quedar claro al-último-de-los-optimistas que la situación del país se dirige a un desfiladero y los partidos políticos no pueden aportar solución alguna. Observamos atónitos al PRD discutiendo en su reunión nacional el tema de la crisis actual de Guerrero, y donde las diversas salidas que ofrecen sus actores políticos gravitan en la preocupación de su posición en el proceso electoral de julio de 2015, y no alrededor de la justicia de las víctimas. Las ignominias de ese partido político son numerosas: su gobierno en Chiapas fue de la misma calidad que el actual de Guerrero, con represión a comunidades zapatistas mientras su dirigencia nacional guardaba silencio, su pacto con el poder central tampoco es nuevo, ya se habían vinculado a Gobierno Federal para rechazar la Ley de Derechos Indígenas en el senado, donde el señor Cuauhtémoc Cárdenas consiguió la gubernatura de Michoacán para su hijo; su paso como gobierno en Zacatecas dejó tan mal sabor de boca que ahora en sus eventos nacionales evitan mencionar el tema; y su vida interna es el ejemplo mismo de lo que un partido democrático no debe hacer. En todas sus experiencias de gobierno han sido una calamidad, con una sola excepción (el DF). Es muy probable que ahora presenciemos el hundimiento de este partido. Pero la atmosfera del conjunto de los partidos políticos es de putrefacción política y hedor moral: sus capacidades institucionales para promover desde este escorzo los cambios importantes que ahora mismo requerimos, es una posibilidad anulada.
Pero el resto del movimiento social ha mostrado también una enorme impotencia para constituirse en sujeto social que haga posibles cambios esenciales en la conducción del país. Todos los sindicatos de las centrales oficiales continuaron domesticados a pesar de ser abiertamente agredidos sus intereses, los maestros democráticos y los electricistas no pudieron detener las reformas impuestas a sus respectivos sectores; y las organizaciones campesinas están ancladas en diversas dirigencias partidarias que les arrebatan toda posibilidad de acción autónoma. En suma, un movimiento social impotente. En este contexto es justamente el movimiento juvenil de corte estudiantil el que hace despertar ciertas esperanzas. Y la pregunta que salta es, ¿podrá convertirse en sujeto social? Eso dependerá de ciertas condiciones.
La primera condición es que sepan ubicar bien su agenda de temas para la movilización: que sepan pasar de los problemas a sus causas. Por tanto, el tema de la seguridad que está relacionado con la permeabilidad del Estado respecto al crimen organizado, deberá llevar a los estudiantes al reclamo de toda una reforma del Estado que lo haga depender de la sociedad, que democratice no sólo el acceso al poder, sino que democratice el ejercicio mismo del gobierno, y termine construyendo el Estado Social o Relacional que ahora requerimos, y no una reforma del Estado que los partidos redujeron siempre a reglas electorales. Junto a esta demanda de reformar al Estado, están la necesidad de protegerlo de los poderes fácticos, entre los que se encuentran los cárteles, pero también las televisoras y las grandes empresas mineras. Sin esta condición será imposible pasar con éxito a un programa de seguridad ciudadana o de combate efectivo a la pobreza. Esta crisis es la destrucción misma del Estado, pero a favor de los poderes másvoraces. Por tanto, si el movimiento juvenil logra articular una fuerza que se dirija a la reforma del Estado, el paso es a la raíz de los problemas, que en el buen sentido significa su radicalización. La segunda condición es levantar la bandera de su sector: la educación. En el presente despojo de los bienes nacionales una demanda esencial es mejorar sustancialmente el efectivo ejercicio del derecho a la educación, en el acceso y en la calidad. Y una tercera condición: como la causa central de los males del país es el ninguneo de su población en las grandes decisiones nacionales, y el monopolio de la dirección política en una pequeña élite de políticos profesionales, es esencial que los estudiantes exijan la participación de la población en los asuntos estratégicos del país. Y la coyuntura para esta exigencia son las reformas recién aprobadas: se debe exigir que todas las reformas, todas, se pongan a disposición del escrutinio público, que sean consultadas. En suma, las protestas estudiantiles podrán convertirse en movimiento, y este último podrá ascender a sujeto social, si logra articular una serie de demandas que vayan a la causa de los problemas que ahora mismo se denuncian. Los problemas de la existencia de mafiocracia en los partidos, de narcoestado, y el estancamiento del país en materia de derechos sociales, son los núcleos duros del mal que ahora mismo devasta la patria. ■