En audiencia ante la Segunda Comisión de la Comisión Permanente del senado de la república, la CNTE ofreció un panorama de su lucha del que destacamos tres elementos: 1.-Las evaluaciones no deben estar ligadas a la contratación, 2.- No cualquiera debe dar clases en educación básica, sino únicamente los egresados de escuelas normales, 3.- Los estímulos económicos otorgados a los docentes no deben ser meritocráticos. Con estos tres puntos la CNTE se aleja objetivamente de las universidades públicas mexicanas, o al menos de los administradores de las mismas y de una cierta porción de sus comunidades. En particular la distancia es máxima con respecto de universidades estatales que, como la UAZ, tienen: 1.- Una contratación ligada a la aprobación de evaluaciones, y en ocasiones, evaluaciones periódicas, 2.- Secundaria y preparatorias en las que son contratadas e imparten clases personas que no cursaron su educación en una escuela normal, 3.- Un sistema de estímulos que se aplica de manera diferenciada sobre la base de meritos académicos. Pero, a pesar de las distancias, algunos universitarios apoyan la lucha de la CNTE en lo que podría parecer, en primera instancia, un contrasentido. Ilan Semo, en su nota del sábado 16 en La Jornada, comentó que las negociaciones de la CNTE en gobernación merecen una lectura más acuciosa que la de “una derrota de la política oficial”. Y él trata de ofrecerla al observar que durante cuatro años la CNTE ha hecho hincapié en que los conceptos oficiales de bienestar, democracia y eficiencia no pasan de hipótesis que los gobernantes quieren llevar a la práctica por cualquier medio, para finalmente dejarlas instaladas como simulacros. Simulacros, parece claro, porque quienes imponen esas políticas saben que no funcionan debido a la enorme corrupción de los operadores que tienen en, por ejemplo, las universidades públicas. Según Semo, esa resistencia y cuestionamiento a las autoridades es un intento de replantear las relaciones entre el Estado y la sociedad. Tal es, entonces, su lectura “más acuciosa” de las negociaciones de la CNTE en gobernación. Se desprende de esto que el movimiento de la CNTE, sea cual sea su destino final, que predecimos aciago, nos deja dos lecciones. La primera es la de mantener las posiciones críticas frente a las tesis que mantienen los funcionarios sobre la naturaleza de la organización social, y segundo, la de resistir a los exabruptos violentos de esas autoridades. Ahora bien, en el contexto de la UAZ, como ya hemos comentado, formalmente, se hacen evaluaciones, pero no evalúan, “corporativizan”, se ofrece educación básica que se ha vuelto redundante en su contexto social, pero desde donde se controla a los docentes corporativizados y en menor medida a los estudiantes, y, finalmente, se ha desarrollado una “meritocrácia” en la que el merito premiado es el de la fidelidad a la abyección. La situación genera resistencias, y algunos universitarios quisieran que esto cambiara, pero desde hace mucho la resistencia es testimonial porque aunque no se está de acuerdo con la ideología oficial de la educación no existen los espacios, las ganas o el valor, para replantear el camino; y los que parecen abrirse en el horizonte son ilusorios. Por otra parte existe un argumento irrefutable para no desviarse de las políticas educativas oficiales, incluso para aceptarlas sin discusión y sin necesidad de que exista coerción por parte del Estado: la UAZ está endeudada, y la ideología de sus administradores es que para que “lleguen los recursos” lo mejor es contratar “gestores”, “abridores de puertas”, pagarles el diezmo y mostrar que se está de acuerdo con el gobierno y que por esa aceptación se hace la UAZ merecedora a un incremento de presupuesto. Lo que ha denunciado Miguel Moctezuma tantas veces es la condición objetiva a la que nos reduce la mirada de la administración central de la UAZ: la sumisión, la falta de creatividad, la ineptitud que se inclina ante el poderoso. Desde aquí podemos esbozar una interpretación del apoyo de algunos universitarios a la CNTE. La lectura menos aguda es que la apoyan como parte de la lucha por la presidencia de la república, siendo ese apoyo una etapa del intento por acercar movimientos de demandas heterogéneas que podrían converger en un candidato. Esta es una interpretación preñada de espejismos. Una interpretación mejor, aunque no garantizada por ningún suspicaz grupo universitario, es que ese apoyo es la muestra del deseo de cambiar la triste situación de la UAZ resultado de sucesivas administraciones frívolas, cínicas, mediocres y cleptómanas replanteando los términos en los que se han venido tomando las decisiones en la universidad. Y ese replanteamiento podría abrirse mediante la discusión de las relaciones laborales, de la pertinencia de la secundaria y la preparatoria en el contexto actual y del modelo de otorgamiento de estímulos a los docentes. Estos tres puntos son intocables debido al nudo de intereses que aglutinan a su alrededor, y discutirlos es imposible en el marco de los intereses de los grupos universitarios, ya que todos se benefician de la situación presente. ¿Para que evocarlos entonces?, para abandonar, en nuestro intelecto, el “rectoralismo” y no caer en sus redes de dominación. ■