- Historia y Poder
Miles de indios caxcanes, chichimecos y zacatecos huían hacia diciembre de 1541 por los grandes cañones de Juchipila y Tlaltenango al mando del gran Francisco Tenamaztli, cacique del Mixtón, y atrás de ellos cerca de 50 mil soldados al mando desaforado del reacio conquistador Nuño de Guzmán.
Era una hecatombe social en la que se enfrentaban los grandes intereses de los nuevos grupos mineros, los ambiciosos colonizadores españoles, de frailes y misioneros, de nuevos comerciantes que veían en las nuevas vetas riquezas inimaginables ante miles de jóvenes guerreros zacatecos, caciques de los grupos recolectores y cazadores que los vieron siempre como enemigos irreconocibles.
Eran osados y eran cuantiosos los indios rebeldes y si bien había periodos de aparente paz, hacia 1580 aun había grandes escaramuzas de los indios rebeldes ante la presencia inaudita de los capitanes de frontera que ansiaban la pacificación, sin dejar de tener admiración y temor, por la fuerza y rapidez de los indígenas que no temían la pelea cuerpo a cuerpo ni a las tácticas militares, que aunque incipientes, dañaban el patrimonio de las nacientes colonias en el territorio zacatecano.
El indio flechero, el indio de las piedras, el indio de las lanzas y del fuego, la puntería y la ferocidad eran su característica aterradora ante los hispanos y sus aliados y sus otros instrumentos de guerra como la pólvora, el mosquete y el cañón que eran minimizados y de poca utilidad en la conquista de los territorios de la gran chichimeca y ante el ataque sorpresa de la guerra de guerrillas de los zacatecos y su bravura en un entorno montañoso y agreste como en ningún lugar del mundo.
El cañón y la barraca eran aliados de los naturales y el cacique caxcán Tenamaxtle supo aprovecharlos emprendiendo una guerra que les dio numerosas pérdidas económicas y bajas y la conmoción llegaría hasta la España que ansiaba recuperar y expandir sus dominios en su afanosa búsqueda del oro y mano de obra barata.
Allá se decidió que la mejor forma y método era pacificarlos de otra manera: por la buena: la introducción de una burocracia que emprendiera el regalío de animales, ropa y cuentas de vidrio, sombreros y espejos, a la vez que cientos de familias indígenas provenientes de Tlaxcala para establecerse como agricultores y que pusieran el ejemplo, al intervalo que a los soldados españoles se les otorgó un fuero criminal de guerra que justificaba “todo tipo de atrocidades”, incluyendo el sacrificio de cientos de sublevados.
Las entonces nacientes ciudades zacatecanas estaban pues más aseguradas, protegidas y amuralladas por los llamados “indios amigos” que le dieron pie a la explotación de la riqueza minera, ganadera y al potencial agrícola que de inmediato deslumbró por las grandes extensiones en que cultivó alimentos que beneficiarían a cientos de miles. Formalmente hacia 1626, terminaría la famosa guerra Chichimeca.
La destreza de los indios caxcanes y zacatecos, jamás se puso en duda pero pronto fueron usados como servidumbre y en condición de esclavitud en minas y campos, aunque se les consideraba “agudos de ingenio, de buenos cuerpos, bien barbados y agestados, aprendiendo cualquier cosa con facilidad” pero los consejos de los nuevos ilustres colonos y fundadores dictaban leyes, presidios y conjuras ,ante la gran belicosidad y deseo de venganza de las naciones indígenas que en territorio zacatecano dio paso a las nuevas ciudades que hoy desandamos con natural camino y deseos de conocer su esplendor y antigüedad.
Zacatecas: provenimos de la guerra, está en nuestros genes, pero ansiamos siempre la paz mas no la de los sepulcros, sino la paz en la alegría, el trabajo honrado y la protección a las familias.
Que sí. ■