Los seres humanos somos muy complejos en todo lo que tiene que ver con el entorno, nuestras relaciones personales y hasta con nosotros mismos. Esa complejidad trasciende al ámbito de nuestros vínculos laborales, profesionales o políticos, en dónde advertimos en los hechos conductas que se orientan a demeritar, traicionar y extinguir lazos de amor, amistad y fraternidad. En el ahora, la política constituye un ámbito que presenta historias de engaño, de conflicto y animadversión; tal parece ser que el simple hecho de participar en espacios profesionales o políticos, predispone a los individuos a estar alerta ante cualquier puñalada por la espalda o de atacar antes de que te ataquen; visto así, la política realizada en la forma actual nos remite a contextos muy básicos como en las épocas tempranas de la humanidad. Personalmente considero que hay muy poca evolución respecto al poder y la política; ya en su libro La política, Aristóteles decía que los hombres nunca hacen nada sino en vista de lo que les parece ser bueno; por ello, todas las asociaciones tienden a un bien de cierta especie, siendo lo más importante el estado y la asociación política. Desde la visión aristotélica el fin de todo es la estructura estatal, sin embargo ahora, solo podemos percibir que el bien primordial que se expresa en la actitud de muchos políticos y grupos clasistas, es la satisfacción de sus intereses particulares, así tengan que pasar unos sobre otros o traicionando a quienes en algún momento les tendieron la mano. Para lograrlo, los políticos en el poder, ejercen la manipulación de las masas aplicando la máxima priista (Maquiavelo) de que el fin justifica los medios. Por ejemplo, en México los partidos políticos de oposición ya no hacen política, estructuran estrategias de desprestigio para demeritar el trabajo de los gobernantes en turno; ya no hay discurso ni políticos de oposición que generen opinión positiva; siguen encumbradas las mismas figuras desgastadas como Alito o Anaya que, bendita sea la reforma de la Presidenta Claudia Sheinbaum sobre la No reelección y el nepotismo, están en peligro de extinción para dar paso a una nueva clase política tan necesaria para México. El poder y la política constituyen una dicotomía compleja que termina por aniquilar personas que, en algún momento, representaban ideales y luchas justas; es como si el ámbito en donde se desenvuelven dichas figuras, absorbiera lentamente la personalidad positiva para dejar el lado oscuro como perfil destructor y dominante. En mi opinión que no es humilde, la política y el poder deben retomar el cauce y generar progreso y bienestar para todas las personas, no obstante, son precisamente algunos políticos los que colocan los obstáculos al desarrollo, cierran o abren las compuertas de la abundancia según convenga y, siempre y cuando, ellos obtengan un beneficio. Ivonne Acuña Murillo comenta al respecto que, en el Mundo Antiguo, filósofos como Platón y Aristóteles se preocuparon por encontrar la mejor forma de gobierno, aquella que garantizará la felicidad a los “ciudadanos”. Posteriormente, continúa Acuña Murillo, durante el Renacimiento, Maquiavelo, dio un giro de 350 grados al pensar en la política no como el arte de gobernar y procurar el bien común, sino como el arte de obtener y mantener el poder político a toda costa, que es lo que actualmente prevalece pues muy pocos actores políticos buscan el bienestar colectivo por no decir la felicidad del pueblo, por el contrario, pretende la permanencia eterna en el poder, más allá de la caída del meteorito. Durante la Ilustración dice Acuña, la política fue entendida como una función especializada, reservada a una élite profesional que a partir de una racionalidad burocrática y territorial organiza al Estado, teniendo como base la soberanía de la nación y la primacía del Derecho y la Ley que es cuando aparece la figura del súbdito, quien renuncia a sus derechos políticos a favor del soberano (Hobbes). Así las cosas, la evolución de las ideas sobre la política y el poder, han ido paulatinamente cambiando, sin embargo, el retroceso que percibo en la forma de obtenerlos, nos conduce a la idea de Maquiavelo, realizando todo lo que sea posible para lograr el poder y quedarse para siempre en él, ejerciendo traición o pisando a quienes en algún momento los encumbraron. Finalmente, considero que mucho tenemos por aprender de los pasajes para romper las inercias que nos conducen al caos y a la desarticulación de la sociedad.
Álvaro García Hernández
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