La noticia de la llamada telefónica del pasado miércoles 12 de febrero 2025, con la cual Trump y Putin acordaron los puntos básicos para poner fin a la guerra en Ucrania, entusiasmó a pacifistas del todo el mundo, pero no así a las élites políticas europeas, que, sorprendidas y rebasadas, siguen atorados al anzuelo de la propaganda mediática que los hizo creerse magnánimos y dueños y protagonistas de la guerra.
Para la OTAN y las elites políticas occidentales, Ucrania era una pieza en el tablero de reposicionamiento geopolítico y un laboratorio de guerra.
Para Trump, provisto de datos diferentes a los que le dieron a Biden, Ucrania ya cumplió sus objetivos: Estados Unidos y la OTAN ya midieron sus fuerzas contra Rusia, sin exponer ningún soldado; el complejo industrial militar de Estados Unidos ya se deshizo de gran parte del arsenal de armas de corto y mediano alcance, obsoletas en caso de una escalada nuclear – siendo Zelenski y la Unión Europea (UE) ingenuos y solícitos compradores-, la Unión Europea, debió darse cuenta de su atraso en materia de estrategia y defensa. Y todos juntos ya de debieron haber dado cuenta de que Rusia no era un enemigo a modo, y era y es mejor tenerlo de aliado que de enemigo.
Con la iniciativa de paz, Trump se adelanta a todos los “promotores, patrocinadores, héroes y protagonistas” de la guerra, para asegurar o capitalizar lo que se pueda, antes de que no quede nada explotable en Ucrania.
El mismo 12 de febrero, Trump llamó a Zelenski, informándole los términos de la negociación acordados con Putin: «Washington no considera realista ni posible el restaurar las fronteras de Ucrania del 2014, ni aceptable el ingreso de Ucrania a la OTAN y advirtió que no iba a enviar tropas estadounidenses a Ucrania “para salvaguardar la seguridad”». En principio Zelenski no replicó, dijo que los términos del acuerdo eran significativos y que los podría a consideración de los altos mandos militares. Pero un día después, comenzó a replicar, tal vez, aconsejado o atenido a los líderes europeos.
En los hechos, Trump hizo evidente que Zelenski y los líderes europeos y de la propia UE ya son prescindibles, lo que se traduce en que solo han sido peones de los intereses de Estados Unidos. Y esta lectura la ratificó el propio Secretario de Estado norteamericano J.D. Vance, en la 61 Conferencia de Seguridad de Múnich el 14 de febrero, enfatizando en forma desafiante que «Europa no estaría en las negociaciones de paz, porque había cometido muchos errores…» entre otros, nunca mostró sensibilidad ni intención alguna para poner fin a la guerra.
Vance enfatizó que «Rusia no es una amenaza para Europa, sino que el enemigo está dentro de Europa». No precisó quien es ese enemigo, pero exhibió «el retroceso de Europa respecto a sus valores fundamentales» señalando que, «si su democracia puede destruirse con unos cientos de miles de dólares en publicidad digital de un país extranjero, entonces su democracia no es nada fuerte». Léase, el enemigo de Europa es la clase política. Y añadió, que «Europa debe encargarse de su propia seguridad»; dando cuenta de que llegó el fin del protectorado americano y en lo sucesivo no será Estados Unidos el pilar financiero y militar de la OTAN.
Ante la exclusión de Europa en los acuerdos de paz, el lunes 17 de febrero, con el objetivo de preparar una contrapropuesta a la iniciativa de Trump, Macron organizó en Paris una cumbre urgente de líderes europeos, a la cual asistieron solo 8 de los 27 jefes de estado, replicando la exclusión de que fueron objeto. Asistieron: Keir Starmer primer ministro de Reino Unido, Olaf Scholtz canciller de Alemania, Georgia Meloni presidenta de Italia, Donald Tusk primer ministro de Polonia, Pedro Sánchez presidente de España, Dick Schoof primer ministro de Países Bajos, y Mette Frederiksen primera ministra de Dinamarca, además de la presidenta de la comisión europea Ursula von der Layen.
El argumento central de la cumbre fue, que “no se puede emprender las negociaciones relativas a la guerra en Ucrania sin Ucrania, ni meterse en los asuntos relacionados con la seguridad europea sin Europa”. Aunque ¿porque querrán estar en las negociaciones de paz, si lo que quieren es prolongar la guerra? ¿para seguir aparentando, ante sus fieles seguidores, ser protagonistas? ¿para exigir una parte de la repartición de lo que queda de Ucrania? o ¿para estropear un acuerdo de paz?
Europa carece de toda credibilidad ante Moscú para participar en una negociación. François Hollande ex-presidente de Francia y Angela Merkel ex-canciller alemana, promovieron los acuerdos de Minsk I y II con el supuesto objetivo de evitar el estallamiento de la guerra. Recientemente aceptaron que aquellos acuerdos eran un engaño, que solo habían tenido la intención de darse tiempo para armar a Ucrania ante la inminencia de la guerra. Tampoco es merecedora de confianza, después de haber instrumentado y aplicado decenas de sanciones y bloqueos comerciales contra Rusia, y convalidado el ataque terrorista que destruyó los oleoductos Nord Stream I y II.
Estados Unidos reclama 500 mil millones de dólares, y como Ucrania no tendrá de donde sacarlos, tendrá que ceder los derechos de explotación de sus tierras raras y recursos estratégicos a empresas norteamericanas, además de derechos de uso de puertos y aeropuertos.
Una única interrogante del fin de la guerra es, si el estado profundo, que es realmente el que gobierna la política exterior de Estados Unidos -con la multiplicidad de tentáculos en el gobierno, el congreso, la CIA, el Pentano y la OTAN-, coincida con Trump, en que los objetivos de la guerra ya han sido agotados. Si es así, la guerra pasará a la historia, junto con la guerra de Yugoslavia, como otra de las aberrantes guerras que no debieron existir.
Está claro que la UE, no tiene capacidad, ni financiera, ni militar para sustituir a Estados Unidos en la OTAN ni para seguir prolongando la guerra. Y los lideres europeos, en lugar de estar fraguando un boicot al acuerdo de paz, debieran estar planeando como restablecer relaciones con Rusia para tener acceso a su petróleo y gas baratos y poder relanzar sus economías.
Trump no puede ser santo de nuestra devoción. Pero es inhumano el aprobar o aplaudir la continuación de una guerra, solo para deleite protagónico de las elites europeas, que, dicho sea de paso, son responsables de haber sumido a Europa en la irrelevancia política, económica y social.